Narra Jeremiah: Levanto la mirada para ver a Teresa parada en la puerta, con un vaso de café en la mano y una bolsa de donuts en la otra. Le sonrío sin mucho ánimo y se acerca hasta mí.—Hola, pequeño. ¿Cómo estás? —pregunta, haciendo entrega de su ofrenda comestible, la cual agradezco mucho.—Ahí vamos, el doctor ha dicho que despertaría en cualquier momento, pero lleva casi veinticuatro horas inconsciente —digo, preocupado.Ella me pone la mano en el hombre y me masajea suavemente para darme ánimos. Sabe que mi vida entera está en esta habitación de hospital y si Adriana no logra rebasar esto, no podré reponerme nunca de su pérdida. Le doy un sorbo al café, más por necesidad que por deleite, dado que no como desde ayer.—Se va a recuperar. Ella no es de las que se rinden —me asegura.—Eso espero, Tere. No sé vivir sin ella —confieso y los ojos se me llenan de lágrimas.Cuando la encontré en ese furgón en el muelle, sentí que mi corazón volvió a la vida, sin embargo, tras ver las h
JEREMIAH—Andy, ¡¿estás seguro de que este lugar es de fiar?! — le grito a mi mejor amigo tratando de que mi voz sobrepase el sonido elevado de la música que ahoga cualquier otro ruido.La canción que resuena por los altavoces es conocida: I Can’t Get Not Satisfaction de los Rolling Stones, sin embargo, su volumen es tan elevado que las paredes de cristal del negocio, retumben. Estoy sorprendido por el sitio que Andrés ha escogido esta noche.—Cálmate, Jeremiah. ¿A caso ahora me saldrás santurrón? — se mofa de mí.Mientras saluda con una sonrisa a
El abuelo George, Gogo, como le digo, ha sido mi padre, mi amigo y mi mentor. Por eso mi corazón ha estado en un hilo tan pronto escuché la noticia de boca de su asistente Teresa. Tras veinte minutos de camino, llego al hospital Saint Bartolomé. Es uno de los mejores centros del estado y eso me da paz, porque sé que será bien atendido. Me estaciono en un lugar cercano a la puerta y entro por el área de emergencias a la estación de enfermería.—Buenos días — saludo a la enfermera de piel morena que se encuentra llenando una plantilla detrás del mostrador.Me escanea de arriba abajo y hay aprobación en su mirada. No la puedo culpar, no puedo decir que soy un tipo desagradable a los ojos. Incluso hoy que tomé lo primero de mi armario: un suéter rojo de lana un tanto holgado y un pantalón negro jean con botas oscuras, sé que no me veo tan mal. Mido un
Luego de varios tragos, mi estado de ánimo ha cambiado bastante, ahora me siento menos molesto, aunque sí más triste. No pensé nunca que mi Gogo fuera capaz de hacerme algo así. Es como si me estuviera coaccionando a casarme sin querer, bueno, técnicamente es lo que está haciendo y me ha tomado con la guardia baja. Nunca antes habíamos hablado al respecto, y que ahora, en el ocaso de su vida me salga con semejante condición, me ha decepcionado demasiado.Le hago una seña al chico que está sirviendo bebidas detrás de la barra y se me acerca con la botella. No me dice nada más, porque luego de ladrarle que se metiera en sus asuntos tras querer recomendarme que dejara de beber, no se ha atrevido a hablarme. Pena debería de darme, se ve que el joven no es más que un chico de algunos veintipico, que seguro le pagan una miseria y su ingreso mayor es de las propinas. Sin embargo
El restaurante en el que la hermana de Andrés ha concordado la cita queda al otro extremo de la ciudad, por lo que he tenido que salir una hora antes de las siete. Luego de una hora y media de tránsito insoportable, llego solo cinco minutos después de las ocho. No está tan mal. Salgo del auto apresurado, porque si lo pienso mucho, terminaré arrepintiéndome de toda esta farsa y regresaré a mi casa. En cualquier otro escenario, no me habría importado en lo más mínimo involucrarme en una noche de aventura con una desconocida, es más: esa es mi naturaleza. Sin embargo, desde que he recibido la tremenda noticia de mi abuelo, tengo que andar con paso fino, porque tengo poco tiempo como para estar tonteando con cualquiera. Necesito a alguien dispuesta a hacer negocios conmigo. Por otro lado, está el hecho de que la maestra es amiga de la hermana de mi amigo… En conclusión, es complicado, porqu
La señorita Rodriguez es sencillamente deliciosa. Tiene un no sé qué me hace incapaz de apartar la mirada de ella. Es como si fuera una flor, y yo una abeja, imposible de resistirme al llamado de su néctar. Tiene una sensualidad especial que le sale de manera natural. Para mí, que he estado con un número incontable de mujeres, no pasa desapercibido: ella diferente al resto. El color rojo brillante de su vestido, en contraste con su piel de tono caramelo, la hace ver preciosa.—Es un placer volver a verte otra vez — confieso sin apartar mis ojos de ella.—¿Cómo que otra vez? — se defiende un tanto nerviosa — Si esta es la primera vez que le veo, señor Johnson.Escucharla llamarme por mi apellido logra ganarme una erección que hasta a mí me sorprende. Mis dedos hormiguean por tocarla, mi boca seca por probar sus labios rosados.—¡Auch! &mda
Narra Adriana: Llego a casa con la mente y el cuerpo hechos un caos, resultado de las emociones provocadas por el señor Jeremiah Johnson, pero tratando de disimular mi exaltación para no alarmar a mi madre. Mis manos tiemblan y mi siento alterada por ese beso y su solicitud tan atrevida. Seguro que estará acostumbrado a mujeres que se le brinden a la primera, pero ese no es mi caso, mi vida es tremenda anarquía como para sumarle una aventura con un hombre como él. Suspiro cansada y me quito el abrigo y los zapatos, dejándolos en el perchero junto a la puerta. El apartamento está a oscuras, y estoy segura de que mi mamá debe de estar dormida. Echo un vistazo y el lugar está un desastre, así que comienzo a recoger el desorden: hay vasos y tazas por doquier, botes de medicinas abiertas y un par de platos con restos de comida en la mesita frente al sofá. De pronto, escucho que
Narra Jeremiah: Los acordes de la canción Titanium, de Sia, resuenan en los audífonos que traigo puestos mientras corro a toda prisa en la caminadora del gimnasio que suelo frecuentar. Me encanta la rudeza de la voz de la cantante, por lo que se ha vuelto una de mis favoritas para ejercitarme. Efectivamente las letras me definen: soy de titanio y eso lo demuestro poniendo mi cuerpo al límite en el entrenamiento. Solo cuando siento que mis pulmones van a estallar y mis músculos están ardiendo por el esfuerzo, decido detenerme, pulsando el botón de pare de la máquina. Me bajo de un salto y trato de recuperar el aliento.—¡Vaya, vaya! Cuánto ánimo tenemos esta mañana. ¿Tan bien te fue anoche?La voz de Andy se escucha por encima de la música y una sonrisa de tonto se dibuja en su rostro.—¡Ja, ja, ja! — replico