JEREMIAH—Andy, ¡¿estás seguro de que este lugar es de fiar?! — le grito a mi mejor amigo tratando de que mi voz sobrepase el sonido elevado de la música que ahoga cualquier otro ruido.
La canción que resuena por los altavoces es conocida: I Can’t Get Not Satisfaction de los Rolling Stones, sin embargo, su volumen es tan elevado que las paredes de cristal del negocio, retumben. Estoy sorprendido por el sitio que Andrés ha escogido esta noche.
—Cálmate, Jeremiah. ¿A caso ahora me saldrás santurrón? — se mofa de mí.
Mientras saluda con una sonrisa a la chica de la puerta para que nos ubique en una mesa, contemplo boquiabierto todo el espacio. El diseño es prácticamente una amplia cabina de cristal, alumbrada con luces rojizas que les dan un aspecto parecido a los laboratorios de fotografía. En el centro, una especie de tarima oscura con un tubo en el centro de mental, me invita a pensar toda especie de cosas pecaminosas. Hay mucho espacio, aunque pocas mesas, cosa que dice que hay cierta exclusividad de este tipo de negocio.
La chica de la puerta, vestida con un traje de falda corta y top de cuero negro, que deja muy poco a la imaginación, lleva puesta una peluca azul que me parece demasiado chillona para mi gusto, pero imagino que va con la temática del lugar.
—Buenas noches, caballeros — leo sus labios ya que no puedo escuchar su voz.
Nos dirige hasta un apartado con grandes sofás rojos mullidos y de terciopelo. Parece una pequeña cabina y para mi sorpresa, en esta parte del negocio la música no es tan molesta como en la puerta. Estamos ubicados justo enfrente de la tarima, dejando una muy buena visión para el show que van a presentar.
—Me dicen que el show es asombroso — asegura él, ordenando dos coñacs en las rocas.
Yo lo miro dudoso. Aunque soy un chico intrépido, amante de las fiestas y de las nuevas aventuras, no me gusta pagar para estar con una chica en la cama. Prefiero las relaciones de mutuo acuerdo y Andrés parece leer mi expresión, porque no se contiene y me empuja con el codo para animarme un poco.
—Relájate, hombre, que pareces un pillo de apenas quince años al que lo llevan por primera vez a un antro.
Abro la boca para replicar su chiste tonto, pero antes de que pueda hablar, mi atención se desvía al escenario. Han apagado las luces y el único foco encendido alumbra hacia el centro de la tarima, donde la sugerente barra de metal aguarda. La música ha cambiado, ahora los primeros versos de la canción Feeling Good en voz de Nina Simone se escuchan en todo el lugar. Sincronizada con la música, y desde atrás de bambalinas, aparece una chica que genera el vitoreo de varios caballeros que no puedo ver, pero sí escuchar, dado que las cabinas impiden ver a ambos lados.
La bailarina va vestida con un uniforme de policía de camisa azul claro y pantalón oscuro muy ajustado. No está mostrando ni un ápice de su cuerpo color canela, excepto los brazos que van descubiertos, lo que la distingue a las demás chicas que andan por el lugar enseñando demasiado, sin embargo, sus curvas voluptuosas se han robado mi mirada y mi aliento. Parece ser latina, pienso mientras mis ojos siguen cada uno de sus movimientos. Se mueve con sensualidad al compás de la canción. Sus manos se aferran con fuerza al tubo, mientras yo estudio cada curva de su cuerpo. A parte del tentador escote que insinúa un par de pechos turgentes que me llaman mucho la atención, no hago más que contemplarla. Con botas negras de tacón de aguja que calzan sus pies, me deleito en toda su imagen. Tiene el pelo cobrizo rizado, que cae en grandes ondas alrededor de su cara. Trae puesto una gorra oscura también de policía que oculta su rostro para mi pesar, aunque su cuerpo me ha hechizado. No es la típica modelo delgada con las que me suelo ver. Ella es curvilínea, una mujer voluptuosa, extremadamente sensual.
A medida que la canción va aumentando su intensidad, también lo hace ella. Es una artista, porque juega con la barra como una experta, sosteniéndose con sus manos y pies mientras se mueve por el lugar, columpiándose de ella como si fuera un mono. Para mi sorpresa, se baja de la barra y los vítores aumentan. La luz la sigue por todas partes, pero cuando se dirige a los escalones para bajar hacia las mesas, especialmente hasta la mía, mi respiración se agita.
Simone resuena en los altavoces, en el clímax de la canción, su voz tan exótica y fuerte eriza la piel, tanto o más como los movimientos de esta mujer. ¿Quién es esta mujer? Necesito conocerla. Mi cuerpo está alterado, mis dedos ruegan por tocarla. Mi pulso se vuelve más irregular cuando la veo acercarse a mí. En la penumbra de la cabina, siento que la temperatura sube unos cuantos grados. Ya el jean y suéter negro que traigo puesto me resultan demasiado asfixiantes. Está justo en frente de mí y mis ojos la miran con asombro. Ahora que está cerca, puedo contemplarla un poco mejor, aunque en la penumbra, apenas alcanzo a contemplar su boca. Tiene unos labios carnosos, pintados de rojo. Su aroma es delicioso y su cuerpo, que de por sí era llamativo, ahora que está cerca se percibe muchísimo mejor.
—Dime tu nombre — le ruego mientras ella se da la vuelta para regresar al escenario, tras brindarme un mini baile privado, en el cierre de la canción.
En el hechizo me pongo de pie, hipnotizado por sus encantos. Ella se gira al pie de los escalones y me brinda una sonrisa que me eriza hasta las cejas. Me guilla un ojo y se marcha cuando la canción llega a su fin y yo me quedo flechado por ella.
—Te dije que te iba a gustar el lugar — escucho la voz de Andy, que se burla de mí.
Me giro bruscamente, ya sin el más mínimo interés en la otra chica que ha empezado a bailar, decidido a una sola cosa: conseguir el nombre de esa enigmática mujer y hacerla mía.
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Un sonido molesto me arranca de mis sueños y me espanto, levantándome de la cama a toda prisa. Todo está oscuro y es imposible decir la hora. Busco entre las almohadas mi teléfono para callar el sonido molesto que me está torturando, sin éxito. El ruido continúa cada vez más fuerte y yo busco desesperado el origen del mismo. Me bajo de mi enorme cama con sábanas grises de seda y sigo buscando con frenesí, sin encender la luz.
—Hmm… ¿Qué hora es? — escucho preguntar a la chica que yace del lado derecho de mi cama.
Me espanto un poco al escuchar la voz de mujer ronca que proviene de la cama, porque ni siquiera sabía que estaba acompañado, aún turbado por el sueño. Los recuerdos de anoche comienzan a llegar, aunque no estoy seguro de cuál se el nombre de esta chica y la resaca que tengo es mayúscula, cosa que logra ponerme de malhumor al instante.
—No lo sé — digo distraído, todavía sin dar con mi celular.
Bingo. Lo encuentro entre mis pantalones que quedaron anoche enredados en el piso y presiono el botón de detener para acallar el sonido. En la pantalla veo que son las siete y treinta y dos de la mañana. Es sábado y se supone que no tengo que trabajar, pero me gusta levantarme temprano para hacer ejercicio. Me giro para ver a la chica de rasgos asiáticos que se ha incorporado ahora y me mira con coquetería, invitándome a la cama con ella otra vez. La imagen es tentadora, pero niego con la cabeza.
—Son las siete. Creo que debes irte ya — la despacho con los ojos otra vez en la pantalla de mi celular, mientras leo algunas novedades que me han enviado al correo.
—¿Perdón? — pregunta con gesto dolido, mientras se cubre con la sábana para tapar su desnudez.
Eso es suficiente para que vuelva a lanzarle una mirada, preparado ya para la reacción que veía venir.
—Tengo cosas que hacer y creo que es mejor que te vayas — le explico como si fuera una cría de cinco años, porque en verdad esta es la peor parte de mis encuentros con las mujeres.
Es una chica muy guapa. Anoche nos conocimos en un bar y la invité a pasar la noche conmigo.
—¿Me estás echando sin ni siquiera brindarme un café, sin ni siquiera pedirme mi número de teléfono? — se nota que está hecha una furia, lo sé por la manera en que se levanta de la cama y comienza a vestirse a toda prisa.
Tiene un cuerpo de infarto. Su larga melena oscura le cae por la espalda mientras se enfunda molesta un par de pantalones y sus pechos grandes ahora agarrados con el sostén de encaje negro que traía anoche.
—Si mal no recuerdo, anoche te dije que me gustaba mantener las cosas a la ligera y tu dijiste que estabas de acuerdo — me defiendo con descaro cruzándome de brazos, sin importarme ni un poquito mi desnudez.
—¡Eres un cerdo! — grita ofendida mientras termina de recoger sus pertenencias.
—¿Por qué lo soy? — grito molesto también — Anoche estabas más que de acuerdo con venir a pasar la noche conmigo. ¡No me culpes por no ser el príncipe azul con el que estás idealizada! — le respondo ya harto de tener que lidiar con este tipo de actitudes.
Se marcha indignada sin decir nada más, estampando la puerta de mi habitación de golpe.
Me encojo de hombros y voy en dirección al baño. Suspiro sin ganas mientras abro la llave de la ducha para que el agua se caliente. Soy un hombre de veintinueve años soltero y sin compromiso. Vivo solo en un apartamento de lujo en el centro de la ciudad Atlanta y trabajo en la cadena de supermercados de mi abuelo George. Me gusta mi vida y no quiero complicarla con reclamos de una mujer. Hasta ahora no he conocido a ninguna que me haga cambiar de opinión, excepto la misteriosa mujer del bar al que me llevó Andy, que no he podido volver a encontrar nunca más.
Pienso en ella y sonrío con un pesar. Hace ya más de seis semanas de eso y no he tenido la suerte de volverla a ver y no me ha valido los intentos de sobornos que he hecho en el bar, no me han revelado su identidad. Sin embargo, no me rindo. Estoy seguro que volveré a dar con ella.
Me meto al baño y mi cuerpo agradece el agua caliente contra el frío clima de otoño. Cierro los ojos y pienso en ella mientras dejo que mis manos recorran mi cuerpo, imaginando que es ella está aquí. Casi puedo verla aquí conmigo, siento su olor inolvidable. Me acaricio y cuando mi mano se posa sobre entre mis muslos, mi teléfono vuelve a sonar.
—Mierda — mascullo un improperio porque el momento se ha roto.
Salgo de la ducha mojado, frustrado conmigo mismo y con el mundo por no dejarme estar con ella ni siquiera en mis alucinaciones. Salgo en busca del teléfono y lo encuentro sonando intensamente, con varias llamadas perdidas ya. Es la asistente de mi abuelo, así que no dudo en contestar ni un instante. Debe ser importante para que ella me esté molestando en mi día libre.
—Teresa, buenos días — digo con voz dura, mientras regreso al baño por una toalla.
—Jemmy, disculpa que te interrumpa un sábado tan temprano — utiliza el apodo familiar porque me conoce de toda la vida.
—No, no, dime qué pasa — leo en su voz que es algo serio.
—Es tu abuelo… Ha tenido un infarto.
El abuelo George, Gogo, como le digo, ha sido mi padre, mi amigo y mi mentor. Por eso mi corazón ha estado en un hilo tan pronto escuché la noticia de boca de su asistente Teresa. Tras veinte minutos de camino, llego al hospital Saint Bartolomé. Es uno de los mejores centros del estado y eso me da paz, porque sé que será bien atendido. Me estaciono en un lugar cercano a la puerta y entro por el área de emergencias a la estación de enfermería.—Buenos días — saludo a la enfermera de piel morena que se encuentra llenando una plantilla detrás del mostrador.Me escanea de arriba abajo y hay aprobación en su mirada. No la puedo culpar, no puedo decir que soy un tipo desagradable a los ojos. Incluso hoy que tomé lo primero de mi armario: un suéter rojo de lana un tanto holgado y un pantalón negro jean con botas oscuras, sé que no me veo tan mal. Mido un
Luego de varios tragos, mi estado de ánimo ha cambiado bastante, ahora me siento menos molesto, aunque sí más triste. No pensé nunca que mi Gogo fuera capaz de hacerme algo así. Es como si me estuviera coaccionando a casarme sin querer, bueno, técnicamente es lo que está haciendo y me ha tomado con la guardia baja. Nunca antes habíamos hablado al respecto, y que ahora, en el ocaso de su vida me salga con semejante condición, me ha decepcionado demasiado.Le hago una seña al chico que está sirviendo bebidas detrás de la barra y se me acerca con la botella. No me dice nada más, porque luego de ladrarle que se metiera en sus asuntos tras querer recomendarme que dejara de beber, no se ha atrevido a hablarme. Pena debería de darme, se ve que el joven no es más que un chico de algunos veintipico, que seguro le pagan una miseria y su ingreso mayor es de las propinas. Sin embargo
El restaurante en el que la hermana de Andrés ha concordado la cita queda al otro extremo de la ciudad, por lo que he tenido que salir una hora antes de las siete. Luego de una hora y media de tránsito insoportable, llego solo cinco minutos después de las ocho. No está tan mal. Salgo del auto apresurado, porque si lo pienso mucho, terminaré arrepintiéndome de toda esta farsa y regresaré a mi casa. En cualquier otro escenario, no me habría importado en lo más mínimo involucrarme en una noche de aventura con una desconocida, es más: esa es mi naturaleza. Sin embargo, desde que he recibido la tremenda noticia de mi abuelo, tengo que andar con paso fino, porque tengo poco tiempo como para estar tonteando con cualquiera. Necesito a alguien dispuesta a hacer negocios conmigo. Por otro lado, está el hecho de que la maestra es amiga de la hermana de mi amigo… En conclusión, es complicado, porqu
La señorita Rodriguez es sencillamente deliciosa. Tiene un no sé qué me hace incapaz de apartar la mirada de ella. Es como si fuera una flor, y yo una abeja, imposible de resistirme al llamado de su néctar. Tiene una sensualidad especial que le sale de manera natural. Para mí, que he estado con un número incontable de mujeres, no pasa desapercibido: ella diferente al resto. El color rojo brillante de su vestido, en contraste con su piel de tono caramelo, la hace ver preciosa.—Es un placer volver a verte otra vez — confieso sin apartar mis ojos de ella.—¿Cómo que otra vez? — se defiende un tanto nerviosa — Si esta es la primera vez que le veo, señor Johnson.Escucharla llamarme por mi apellido logra ganarme una erección que hasta a mí me sorprende. Mis dedos hormiguean por tocarla, mi boca seca por probar sus labios rosados.—¡Auch! &mda
Narra Adriana: Llego a casa con la mente y el cuerpo hechos un caos, resultado de las emociones provocadas por el señor Jeremiah Johnson, pero tratando de disimular mi exaltación para no alarmar a mi madre. Mis manos tiemblan y mi siento alterada por ese beso y su solicitud tan atrevida. Seguro que estará acostumbrado a mujeres que se le brinden a la primera, pero ese no es mi caso, mi vida es tremenda anarquía como para sumarle una aventura con un hombre como él. Suspiro cansada y me quito el abrigo y los zapatos, dejándolos en el perchero junto a la puerta. El apartamento está a oscuras, y estoy segura de que mi mamá debe de estar dormida. Echo un vistazo y el lugar está un desastre, así que comienzo a recoger el desorden: hay vasos y tazas por doquier, botes de medicinas abiertas y un par de platos con restos de comida en la mesita frente al sofá. De pronto, escucho que
Narra Jeremiah: Los acordes de la canción Titanium, de Sia, resuenan en los audífonos que traigo puestos mientras corro a toda prisa en la caminadora del gimnasio que suelo frecuentar. Me encanta la rudeza de la voz de la cantante, por lo que se ha vuelto una de mis favoritas para ejercitarme. Efectivamente las letras me definen: soy de titanio y eso lo demuestro poniendo mi cuerpo al límite en el entrenamiento. Solo cuando siento que mis pulmones van a estallar y mis músculos están ardiendo por el esfuerzo, decido detenerme, pulsando el botón de pare de la máquina. Me bajo de un salto y trato de recuperar el aliento.—¡Vaya, vaya! Cuánto ánimo tenemos esta mañana. ¿Tan bien te fue anoche?La voz de Andy se escucha por encima de la música y una sonrisa de tonto se dibuja en su rostro.—¡Ja, ja, ja! — replico
Narra Adriana: Me atraganto con el sorbo de café frío que le he ordenado al chico de la cafetería y la impresión que siento es tan grande, que el café me sale por la nariz y empiezo a toser.—¿Estás bien? — escucho a Jeremiah preguntarme preocupado, haciendo ademán de levantarse para socorrer.—No… no — logro articular entre la tos y la vergüenza, mientras me cubro la boca con una servilleta.Sin embargo, él no me hace caso y se levanta para buscar una botella de agua en el interior del negocio. Aprovecho el momento a solas para recomponerme y cuando regresa, estoy ya secándome las lágrimas, sintiéndome mucho mejor.—Aquí tienes un poco de agua.—Gracias — digo antes de darme un sorbo.Lo observo tomar asiento frente a mí con una sonrisa pícara, seguro
El sol cae detrás de mí mientras conduzco mi auto por la autopista ochenta y dos, de regreso a casa, repasando los eventos del día de hoy. En la radio suena la canción Can’t stop the feeling y efectivamente así me siento, no puedo controlar la emoción. Que Adriana haya aceptado la oferta ha sido la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo y todo gracias a mi amigo Andrés. Me conoce demasiado bien, ya que ha sido mi mejor amigo desde que nos conocimos en la universidad. Nuestro encuentro no fue el más prometedor de todos: el primer día de clases nos peleamos porque a ambos nos ubicaron en la misma habitación. Yo había llegado primero y tenía marcado mi territorio, pero él quería la cama que ya había escogido para mí. Al principio nos dijimos un par de insultos, y llegamos al punto de iniciar una pelea, propio de las hormonas e inmadurez de la edad,