La señorita Rodriguez es sencillamente deliciosa. Tiene un no sé qué me hace incapaz de apartar la mirada de ella. Es como si fuera una flor, y yo una abeja, imposible de resistirme al llamado de su néctar. Tiene una sensualidad especial que le sale de manera natural. Para mí, que he estado con un número incontable de mujeres, no pasa desapercibido: ella diferente al resto. El color rojo brillante de su vestido, en contraste con su piel de tono caramelo, la hace ver preciosa.
—Es un placer volver a verte otra vez — confieso sin apartar mis ojos de ella.
—¿Cómo que otra vez? — se defiende un tanto nerviosa — Si esta es la primera vez que le veo, señor Johnson.
Escucharla llamarme por mi apellido logra ganarme una erección que hasta a mí me sorprende. Mis dedos hormiguean por tocarla, mi boca seca por probar sus labios rosados.
—¡Auch! — finjo estar adolorido — ¿Tan pronto te has olvidado de mí?
No logro terminar la frase, porque el camarero nos interrumpe con la entrada y los menús.
—Buenas noches, señor, señorita — nos saluda con una sonrisa radiante — Mi nombre es Ryan y seré su camarero esta noche, me pueden avisar cuando estén listos para ordenar.
Yo asiento con la cabeza, y dejo que nos coloque la cesta de pan recién hecho y el menú frente a nosotros. Adriana se mueve incómoda en la silla y esquiva mi mirada ocupándose en leer las opciones que tiene frente a ella, como si fuera la cosa más interesante del planeta, obviamente tratando de dejar de lado el tema en cuestión. Tan pronto se marcha el camarero, me quedo viéndola a detalle. Es preciosa, sensual. Sus ojos son vivos y expresivos, color café oscuro. Está levemente maquillada, lo que deja ver la frescura de su piel. Además de eso, tiene una melena castaña justo como la recordaba, espesa y ondulada. Su nariz es un tanto respingona, pero a mis ojos es perfecta.
—Adriana… — la llamo para atraer su mirada, ahora se ha quedado callada, leyendo el menú, mientras se mordisquea el labio inferior, distraída.
—Hmm — contesta.
—¿Me vas a decir que no me recuerdas? — le desafío ansioso.
—Señor Johnson, creo que me está confundiendo — finalmente me mira a los ojos, pero es obvio que miente.
—Puedes llamarme Jeremiah, por favor. Y créeme que no me he equivocado, te vi esa noche bailando en ese antro y…
—Shhh — de pronto me ordena callar, furiosa — Lo que pasó en ese antro, no debió pasar.
Parece muy arrepentida y no logro descifrar porqué. Sin embargo, verla alterada me hace excitarme incluso mucho más. Además de que finalmente lo ha admitido.
—¿Por qué? — cuestiono con curiosidad.
—Porque soy una maestra, eso es todo lo que necesitas saber — raja tajantemente.
Ahora sí que estoy confundido. Esta mujer es una artista del baile, ni siquiera se desnudó y aún así fue capaz de encenderme como una fogata, sin embargo, ahora parece estar de lo más arrepentida. Está actuando totalmente diferente ala persona que vi en la pista de baile y eso me decepciona un poco. Quiero acostarme con ella, con la mujer sensual vestida de policia. No obstante, decido no presionarla más al respecto para no incomodarla. Si las cosas salen como yo espero, le voy a quitar la timidez. Quiero hacerla mía, ponerla a gritar mi nombre y...
—Disculpa, en verdad no he querido importunarte. Empecemos de cero, entonces. ¿Te parece? — le ofrezco con una sonrisa seductora, arma número uno para conquistar a las mujeres.
—De acuerdo — responde escuetamente — Estoy lista para ordenar.
—Yo también.
El camarero parece haber estado escuchando porque regresa y toma la nota: Adriana ordena langosta y yo un filete Rib Eye. Cuando se marcha, vuelvo a la carga, ansioso por conocer todo acerca de ella.
—¿Cómo conociste a Stacey? — pregunto con curiosidad para mantener la plática ligera.
—Estudiamos en preparatoria juntas. Nos separamos un tiempo, pero nos reencontramos al enterarme de que su hijo era mi estudiante — explica.
Su voz es dulce, firme, segura, sin embargo, no deja de tocarse el pelo como si fuera un tic, evidencia de que está muy nerviosa.
—Y tú, ¿cómo conociste a Andy? Tengo siglos sin verle — sonríe al mencionarlo.
—Fue una historia parecida, solo que fue en la universidad. Desde entonces hemos sido grandes amigos.
—¿Qué estudiaste? — inquiere terminando de comerse el pan.
—Administración de empresas.
—¿Te gusta?
—Este… Sí — sonrío — mi familia tiene negocios y bueno, algún día me encargaré de ellos.
Siempre y cuando tú aceptes la propuesta que ansío hacerte, pienso con una sonrisa enigmática.
—¡Vaya! ¿Qué clase de negocios? Eso suena a una gran responsabilidad.
—En realidad lo es, pero me siento preparado. Además — digo acercándome a ella hasta estar a un palmo de su rostro — me gustan los desafíos.
Su rostro se tiñe de un delicioso rubor y se aparta un poquito, avergonzada. Es evidente que yo también le gusto. Su lenguaje corporal lo dice a gritos: la manera en que me mira, con el brillo de la excitación en su mirada, como cruza las piernas una y otra vez, junto a esa manía que me parece encantadora y es la de tocarse el cuello constantemente.
—Pues te deseo suerte, Jeremiah. A veces los desafíos son demasiado arriesgados — se reclina hacia atrás y coloca las manos sobre su regazo.
Suelto una carcajada suave. ¡Dios, qué mujer tan atractiva! Ya te enseñaré yo a no desafiarme.
—Y tú, ¿siempre has vivido en Atlanta?
—No, como te dije, mis padres son mexicanos. Mi madre logró le aprobaran la residencia de vivir aquí para ser maestra cuando era joven. Así que nací en E.E.U.U., pero antes vivíamos en Florida, hasta que la vida nos trajo aquí. Llevo ya más de doce años viviendo en Georgia.
—¿Vives con tu madre? — la pregunta parece inofensiva, pero muero por saber si tiene a alguien en su vida.
Generalmente eso no sería un impedimento para llevarme a nadie a la cama, pero con ella tengo otros planes y no quisiera la presencia de un novio, porque eso sí complicaría las cosas. Además, de acuerdo a lo que me dijo Andy, era soltera y sin compromiso.
—Sí, solo somos mi mamá y yo.
—Comprendo.
El camarero regresa con los platos y lo coloca frente a nosotros. Tras darle las gracias, procedemos a comer. La cena está exquisita y se nota que ambos estábamos muy hambrientos porque comemos con ganas. La conversación se mantiene ligera.
—¿Te gustaría probar el filete? — le ofrezco.
Ella me mira dudosa, pero finalmente asiente. Corto un pedazo y se lo llevo a la boca. Ella lo toma y cierra los ojos al probarlo. La imagen es muy excitante. Estoy ardiendo de deseo y conteniendo las ganas de besarla aquí mismo.
—¿Qué te parece? — pregunto con voz ronca.
—Delicioso — me mira a los ojos y sonríe.
Yo respiro profundamente y le doy un sorbo al vino. No veo la hora de salir de aquí. Solo espero que ella no quiera salir huyendo de mí, aunque mi experiencia me dice que no será así.
Terminamos de comer y el camarero retira los platos.
—Me gustaría un poco de helado — pide ella con seguridad.
—¿Y usted, señor?
—No, nada para mí, gracias.
En realidad, mi intención es compartir con ella del que ha elegido. Ryan regresa en breve con un bol de helado. Parece ser de vainilla y tiene tres enormes bolas con un poco de mermelada de moras en la cima.
—Hmm, se ve delicioso — exclama.
Se lleva la cuchara llena de helado a la boca y vuelve a hacer eso mismo: cierra los ojos y saborea. Me remuevo incómodo en la silla. No sé si lo hace a propósito o solamente sabe degustar la comida, pero esta mujer me está torturando como ninguna otra.
—¿Me dejas probar? — le pregunto ciego del deseo.
Ella asiente con la cabeza y antes de darle chance a nada más, me acerco a ella y le robo el beso que he querido darle desde hace semanas. Su boca está fría y dulce por el helado, al principio se resiste un poco por la timidez y la sorpresa, pero logra reponerse con facilidad, porque luego ella misma profundiza, recorriendo con su lengua mis labios, devorándome por completo.
Me aparto un instante, consciente del lugar y el momento. Apoyo la frente en la suya y aspiro su aroma, ebrio por su presencia.
—Adriana… — su nombre es un rezo en mis labios.
—¿Sí, Jeremiah?
Sus ojos están en mi boca y se aparta un poco para recobrar la compostura.
—Sé mía esta noche.
Narra Adriana:
Mi cuerpo y mi mente tienen una lucha interna esta noche. La razón me dice que no me involucre con este enigmático caballero a quien conocí por primera vez en el antro y que ahora el destino me lo ha vuelto a poner en mi camino, pero las cosas que siento por él, me instan a arriesgarme por completo. Nunca me había sentido así con nadie más. El hecho de que él sepa de mi trabajo como bailarina y que conozco a Stacey no hace más que complicar todo, sin embargo aquí estoy, el cuerpo revuelto por ese beso tan intenso que me ha dejado con ganas de más.
Me muerdo el labio, dudosa, insegura de si aceptar o no su oferta. En la vida nunca nadie había causado el efecto que me ha dejado él y para mí, que todo lo que hago se resume a trabajar día y noche como una burra, para mantenernos a mi madre y a mí, la idea es totalmente desquiciada. No sé lo que es divertirse, y mucho menos soy de las que pasan la noche con cualquier desconocido.
—Jeremiah… No puedo, no te conozco y no creo que sea una buena idea. Creo que lo mejor es que me vaya — dejo la servilleta sobre la mesa y me pongo de pie, lista para huir.
Todo esto ha sido un error, la razón me dice que no debería estar aquí y mucho más sabiendo que él conoce mi doble vida. Durante años he tratado de mantener en secreto mi segundo empleo, ya que, si alguien en la escuela se entera a lo que me dedico, toda mi carrera podría irse por la borda.
—¡No te vayas, por favor! — me ruega tomándome de la mano.Su voz es grave, seductora, cálida como los rayos del sol en una mañana fría. El roce de sus dedos contra mi piel me la deja erizada y siento un extraño calor en mi bajo vientre que protesta ante la idea de marcharme.
—Ha sido un placer conocerte, Jeremiah, pero debo irme ya. Lo que me pides es… — me ruborizo solo de imaginarlo.
Me doy la vuelta para marcharme sin mirar atrás, huyendo de él, de la tentación de caer en sus garras. Lo mejor que puedo hacer es alejarme, porque estoy segura de que puedo enamorarme fácilmente de él y se nota de que él no es de los que se enamoran, si no que toma lo que quiere cuando quiere. Mi vida es demasiado complicada ya como para sumarle más cosas.
Llego a mi viejo auto y me subo en él a toda prisa, rogando al cielo de que no me falle justo ahora. Para mi suerte, el motor arranca a la primera. Pongo la reversa y decido salir del estacionamiento, cuando unos nudillos chocan contra la ventana.
—¿En verdad te vas a marchar así? — un Jeremiah molesto y dolido está junto a la ventana, ante mi desaire de dejarle en el restaurante.
—Lo siento, pero lo nuestro no puede ser — respondo sin dejarle chance a hablar.
Pongo la marcha y me dirijo a mi casa, segura de que he tomado la mejor decisión.
Narra Adriana: Llego a casa con la mente y el cuerpo hechos un caos, resultado de las emociones provocadas por el señor Jeremiah Johnson, pero tratando de disimular mi exaltación para no alarmar a mi madre. Mis manos tiemblan y mi siento alterada por ese beso y su solicitud tan atrevida. Seguro que estará acostumbrado a mujeres que se le brinden a la primera, pero ese no es mi caso, mi vida es tremenda anarquía como para sumarle una aventura con un hombre como él. Suspiro cansada y me quito el abrigo y los zapatos, dejándolos en el perchero junto a la puerta. El apartamento está a oscuras, y estoy segura de que mi mamá debe de estar dormida. Echo un vistazo y el lugar está un desastre, así que comienzo a recoger el desorden: hay vasos y tazas por doquier, botes de medicinas abiertas y un par de platos con restos de comida en la mesita frente al sofá. De pronto, escucho que
Narra Jeremiah: Los acordes de la canción Titanium, de Sia, resuenan en los audífonos que traigo puestos mientras corro a toda prisa en la caminadora del gimnasio que suelo frecuentar. Me encanta la rudeza de la voz de la cantante, por lo que se ha vuelto una de mis favoritas para ejercitarme. Efectivamente las letras me definen: soy de titanio y eso lo demuestro poniendo mi cuerpo al límite en el entrenamiento. Solo cuando siento que mis pulmones van a estallar y mis músculos están ardiendo por el esfuerzo, decido detenerme, pulsando el botón de pare de la máquina. Me bajo de un salto y trato de recuperar el aliento.—¡Vaya, vaya! Cuánto ánimo tenemos esta mañana. ¿Tan bien te fue anoche?La voz de Andy se escucha por encima de la música y una sonrisa de tonto se dibuja en su rostro.—¡Ja, ja, ja! — replico
Narra Adriana: Me atraganto con el sorbo de café frío que le he ordenado al chico de la cafetería y la impresión que siento es tan grande, que el café me sale por la nariz y empiezo a toser.—¿Estás bien? — escucho a Jeremiah preguntarme preocupado, haciendo ademán de levantarse para socorrer.—No… no — logro articular entre la tos y la vergüenza, mientras me cubro la boca con una servilleta.Sin embargo, él no me hace caso y se levanta para buscar una botella de agua en el interior del negocio. Aprovecho el momento a solas para recomponerme y cuando regresa, estoy ya secándome las lágrimas, sintiéndome mucho mejor.—Aquí tienes un poco de agua.—Gracias — digo antes de darme un sorbo.Lo observo tomar asiento frente a mí con una sonrisa pícara, seguro
El sol cae detrás de mí mientras conduzco mi auto por la autopista ochenta y dos, de regreso a casa, repasando los eventos del día de hoy. En la radio suena la canción Can’t stop the feeling y efectivamente así me siento, no puedo controlar la emoción. Que Adriana haya aceptado la oferta ha sido la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo y todo gracias a mi amigo Andrés. Me conoce demasiado bien, ya que ha sido mi mejor amigo desde que nos conocimos en la universidad. Nuestro encuentro no fue el más prometedor de todos: el primer día de clases nos peleamos porque a ambos nos ubicaron en la misma habitación. Yo había llegado primero y tenía marcado mi territorio, pero él quería la cama que ya había escogido para mí. Al principio nos dijimos un par de insultos, y llegamos al punto de iniciar una pelea, propio de las hormonas e inmadurez de la edad,
Narra Adriana: Luego de una jornada escolar dura, donde no tuve más que media hora de receso en todo el día, he llegado a casa a continuar trabajando. Por suerte, esta noche me han cancelado el show que tenía agendado y aunque, haré menos dinero, me complace saber que por lo menos no tendré que estar bailando hasta las tantas. Mi madre por suerte ha mejorado luego de su episodio de ayer y ahora está descansando en su habitación, dado que las pastillas la han ayudado mucho. Cierro la puerta de su habitación con cuidado de no despertarla. Me cambio la ropa de trabajo por una vieja camiseta de la universidad con unos shorts que parecen más ropa interior, me recojo el pelo en un moño desordenado y con mis audífonos puestos, empiezo la tarde de limpieza. En mi lista de reproducción hay de todo así que las canciones van desde las más viejitas y lentas, hasta las más movidas y modernas. En vista de mi apretada agenda, generalmente limpio dos o tres
Narra Jeremiah: Me anudo la corbata roja frente al espejo de cuerpo completo de mi habitación para ver qué tal me queda con el traje gris que he escogido para esta noche, pero el resultado no me gusta el y decido dejarla sin importar que no cumpla la regla de la formalidad. Miro mi aspecto y asiento con aprobación, me veo bien. Mi cabello está húmedo y alborotado tras secarlo con la toalla, pero me gusta cómo se ve, así que, tras peinarme la barba con las manos salgo de mi habitación en dirección al estacionamiento de mi edificio. He quedado con Adriana de que la recogería a las siete en punto y como vive al otro lado de la ciudad, debo salir una hora antes de casa para que lleguemos a tiempo a la cena. Esta noche es el inicio de lo que podría ser toda una aventura, porque, aunque no me gusta la idea del matrimonio, estoy seguro de que este acuerdo puede tener sus beneficios placenteros, como la oportunidad de meterla en mi cama. No es que
Narra Jeremiah: —Daniela, ¿Qué haces aquí? — pregunto sorprendido porque después de nuestra aventura hace más de un año, no nos vemos más que una que otra vez en las oficinas. —Buenas noches, Jemmy — me sonríe y no me pasa desapercibido el escaneo visual que me hace — ¿Por qué tan arisco? He venido a traerle unos documentos a tu abuelo. ¿Está por aquí? —Perdona, es que no creo que sea buen momento, estamos algo ocupados. —¿Por qué no? Prometo que seré breve, pero como no ha estado en la oficina estos días y tú te fuiste temprano ayer y hoy, he tenido que pasar por aquí para poder recibir la aprobación del presupuesto de nómina. Suspiro y me aparto para dejarla pasar, en parte porque es mi culpa y sé que faltan dos días para la fecha de pago, si algo es serio en nuestra empresa, son los empleados. Entramos y sus tacones repican en el suelo mientras ella me sigue con gracia. No me hace falta verla para saber qu
Narra Adriana:Nunca se me ha dado bien ocultar mis emociones, de hecho, desde pequeña mi madre podía leer a través de mis ojos cómo me sentía, cuándo esta triste o asustada, sin necesidad de abrir la boca y eso no cambió con el tiempo. Por eso, al tener a Jeremiah de rodillas frente a mí, con un semejante pedrusco entre las manos y una pedida de mano que parece sacada de una novela empalagosa, no puedo fingir el asombro. Con los ojos abiertos de par en par, me quedo viéndole, pasmada.Sí, habíamos hablado de que nos casaríamos, sí, habíamos hablado de que de ahora en adelante nos tendríamos que dejarnos ver en público y sí, digamos que esta “al tanto” de lo que iba a suceder, pero una cosa es con violín y otra con guitarra. Todo ha ocurrido tan deprisa entre nosotros dos que a penas he tenido tiempo para di