Los dedos de Sebastián llegaron con suavidad a la abertura, la cual estaba húmeda y ardiente, se deslizaron hacia el núcleo mientras la miraba fijamente con ojos que expresaban un cariño que jamás había manifestado. La habitación estaba sumida en una penumbra, interrumpida únicamente por los destellos de luz que se colaban por las cortinas abiertas, pues así le gustaba dormir a él. Cada vez que el relámpago alumbraba el cielo nocturno, iluminaba el dormitorio con su resplandor y los rostros de ellos momentáneamente, revelando expresiones que nunca habían compartido durante su matrimonio arreglado. Marina continuó la respiración, sintiendo ese toque en su sensibilidad con intensidad, como si cada terminación nerviosa de su cuerpo hubiera despertado. Su garganta se atragantaba con la propia saliva cada vez que los dedos de Sebastián se hundían en su núcleo, provocando sensaciones que jamás creyó posibles en su relación, cuando el único objetivo del mismo, era traer un heredero.
Sebastián, que ya se había despertado minutos, decidió levantarse cuando escuchó esa caída de trastes que resonó por toda la mansión. Aunque la habitación donde descansaba estaba retirada de la cocina que se encontraba en la planta baja del ala oeste.Sin pensarlo dos veces, decidió salir a averiguar qué estaba ocurriendo en los dominios inferiores de su hogar, donde el personal debería estar trabajando en silencioso.Descalzo, con una mano sosteniéndose del pasamanos y la otra mano presionando su abdomen vendado, salió con pasos cautelosos de la habitación para dirigirse a las gradas que quedaban en el ala este de la mansión, precisamente de donde había provenido el estruendoso desastre que había interrumpido la usual matutina.El suelo de madera pulida se sentía frío bajo sus pies descalzos, intensificando la sensación de urgencia que le empujaba a investigar, a pesar de que el médico le había recomendado reposo absoluto durante al menos dos semanas más.Cuando estaba por terminar d
Sebastián observó a la mujer frente a él desesperada, mientras en su interior crecía la incertidumbre e ira. Incertidumbre por lo que estaba diciendo sobre una perdida, e ira por cómo estaba reaccionando. En el poco tiempo que había compartido con ella, nunca la había notado de esa forma Siempre pensó que era una mujer pasiva, sin ningún nivel de toxicidad como la estaba viendo en ese instante. —¿De qué estás hablando? —su mirada fría con un glaciar, atravesó a Mariana, quien con lágrimas en sus ojos y labios temblorosos detuvo el llanto, mientras pensaba en las siguientes palabras que diría. Si bien hace dos años estuvo embarazada y tuvo un aborto espontáneo, el hijo no era de él, porque ella nunca había estado con Sebastián, pero lo haría sentir culpable de esa desgracia. —Sebastián, hace dos años íbamos a ser padres, pero perdí a nuestro hijo luego de que te casaste con esa mujer —señaló a Marina como la principal responsable de su desdicha. —Me fui de tu lado,
Sebastián cerró los ojos, dejó caer la cabeza hacia atrás y respiró profundo tratando de ordenar sus pensamientos y sentimientos.Si bien le había hecho una promesa a Mariana hace dos años cuando le salvó la vida, sentía que no podía cumplirla.No solo porque su abuelo le había puesto algunas trabas, si no, que algo de entro de él, no le animaba a cumplirla, por muy palabra valor que tuviera su palabra, nomas no podía cumplirla.Esperaba que ella pudiera perdonarlo, y olvidar todo aquello.Pensó en el hijo que había perdido, en todo el cambio que habría dado su vida, si ella se hubiese quedado, quizás ahora tendrían una familia.Estaba completamente seguro de que su abuelo no permitiría que desamparara a ese niño. Y de no permitirlo, él renunciaría a todo por ellos.Lamentablemente Mariana decidió no decirle sobre su embarazo.No la juzgaba ni la culpaba, porque estaba convencido que su abuelo la forzó a alejarse.Ella debió sentir miedo. Terror de hablarle. Además, que ya estaba casa
Anderson salió del quirófano sudando, con la tensión acumulada en cada músculo de su cuerpo. El agotamiento físico y mental se manifestaba en cada gota que resbalaba por su frente mientras se dirigía apresuradamente hacia su espacio personal.Apenas había logrado cruzar el umbral de la puerta cuando sintió la presencia de su compañero, quien ingresó después de él.—Como se te ocurre agregarla a la cirugía, sabiendo perfectamente los problemas que tenemos —espetó Anderson, con la voz cargada de un reproche.—Ya te lo dije, no había más asistente de emergencia disponible en todo el hospital. Buscamos en todos los departamentos, llamamos a los médicos de guardia, pero nadie podía acudir con la rapidez que requería la situación —respondió su compañero, manteniendo la calma a pesar de la evidente hostilidad que emanaba de Anderson.—¿Me quieres ver la cara de estúpido? —le fulminó con la mirada, sus ojos inyectados en sangre por el cansancio y la furia—. Sabes perfectamente que no podemos
Sebastián apartó a Mariana, experimentando una sensación de incomodidad que le recorría el cuerpo entero, convencido de que no era honorable tocar la mujer de otro, porque Mariana no formaba parte de su vida. Además, reconocía que no sentía por ella ni la más mínima fracción del deseo que experimentaba por su esposa.Al alejarse, Sebastián giró sobre sus talones, manteniendo su espalda erguida como un muro entre ambos, y pronunció con voz grave que no dejaba lugar a réplicas.—Por favor, vístete —las palabras salieron como una orden educada, a la vez cargada de una autoridad.—Sebastián —ella, sin rendirse ante la evidente negativa, se aproximó nuevamente, intentando persuadirlo con técnicas que había empleado exitosamente con otos, convencida de que él, al igual que tantos otros hombres con los que había compartido relaciones íntimas a lo largo de su vida, sucumbiría a sus encantos físicos por ser débil y carecer del control necesario sobre sus impulsos hormonales; no obstante,
Anderson observaba a su hermano fijamente mientras este daba la versión de los hechos sobre su atentado. Mientras escuchaba no podía dejar de pensar en lo ilógico que era todo lo que decía, como si cada palabra fuera una pieza mal encajada en un rompecabezas. Las luces del hospital parecían intensificar cada gesto, cada parpadeo nervioso de su hermano, haciendo que las mentiras resultaran aún más evidentes para Anderson.El silencio ocasional entre las palabras de su hermano solo servía para amplificar la sensación de falsedad que impregnaba toda la escena, como si hasta el aire mismo supiera que estaba siendo testigo de una elaborada farsa.Anderson sabía que, desde siempre, su hermano menor estaba involucrado en bandas criminales, y era eso lo que lo había llevado a ser herido, una consecuencia de las decisiones que había tomado a lo largo de una vida dedicada a transitar por los márgenes de la legalidad. No era la primera vez que Mario terminaba lastimado por sus actividades
Marina abrió los ojos de golpe al sentir esa sensación extraña en su parte inferior, un cosquilleo inexplicable que la sacó abruptamente del profundo sueño en el que estaba sumergida. Con un movimiento rápido levantó las cobijas de algodón que cubrían su cuerpo, encontrándose con la mirada penetrante e intensa de Sebastián, quien permanecía allí contemplándola con una expresión de cariño. Él le sonrió curvando apenas un lado de sus comisuras, creando ese hoyuelo que aparecía en su mejilla derecha cuando estaba complacido, y con un movimiento la acercó más a su rostro, arrastrándola bruscamente desde los muslos con sus manos firmes sobre la tela del pijama.Marina casi se sienta por la sensación inesperada que experimentó, un estremecimiento que recorrió su columna vertebral como una corriente eléctrica. Su corazón comenzó a latir aceleradamente mientras trataba de orientarse en la habitación iluminada por los rayos matutinos que se filtraban a través de las cortinas.Segundos