Unos suaves labios.

Sebastián cerró los ojos, dejó caer la cabeza hacia atrás y respiró profundo tratando de ordenar sus pensamientos y sentimientos.

Si bien le había hecho una promesa a Mariana hace dos años cuando le salvó la vida, sentía que no podía cumplirla.

No solo porque su abuelo le había puesto algunas trabas, si no, que algo de entro de él, no le animaba a cumplirla, por muy palabra valor que tuviera su palabra, nomas no podía cumplirla.

Esperaba que ella pudiera perdonarlo, y olvidar todo aquello.

Pensó en el hijo que había perdido, en todo el cambio que habría dado su vida, si ella se hubiese quedado, quizás ahora tendrían una familia.

Estaba completamente seguro de que su abuelo no permitiría que desamparara a ese niño. Y de no permitirlo, él renunciaría a todo por ellos.

Lamentablemente Mariana decidió no decirle sobre su embarazo.

No la juzgaba ni la culpaba, porque estaba convencido que su abuelo la forzó a alejarse.

Ella debió sentir miedo. Terror de hablarle. Además, que ya estaba casa
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