Celos irracionales.

Anderson observaba a su hermano fijamente mientras este daba la versión de los hechos sobre su atentado. Mientras escuchaba no podía dejar de pensar en lo ilógico que era todo lo que decía, como si cada palabra fuera una pieza mal encajada en un rompecabezas.

Las luces del hospital parecían intensificar cada gesto, cada parpadeo nervioso de su hermano, haciendo que las mentiras resultaran aún más evidentes para Anderson.

El silencio ocasional entre las palabras de su hermano solo servía para amplificar la sensación de falsedad que impregnaba toda la escena, como si hasta el aire mismo supiera que estaba siendo testigo de una elaborada farsa.

Anderson sabía que, desde siempre, su hermano menor estaba involucrado en bandas criminales, y era eso lo que lo había llevado a ser herido, una consecuencia de las decisiones que había tomado a lo largo de una vida dedicada a transitar por los márgenes de la legalidad.

No era la primera vez que Mario terminaba lastimado por sus actividades
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