Friebre alta.
Los dedos de Sebastián llegaron con suavidad a la abertura, la cual estaba húmeda y ardiente, se deslizaron hacia el núcleo mientras la miraba fijamente con ojos que expresaban un cariño que jamás había manifestado.

La habitación estaba sumida en una penumbra, interrumpida únicamente por los destellos de luz que se colaban por las cortinas abiertas, pues así le gustaba dormir a él. Cada vez que el relámpago alumbraba el cielo nocturno, iluminaba el dormitorio con su resplandor y los rostros de ellos momentáneamente, revelando expresiones que nunca habían compartido durante su matrimonio arreglado.

Marina continuó la respiración, sintiendo ese toque en su sensibilidad con intensidad, como si cada terminación nerviosa de su cuerpo hubiera despertado.

Su garganta se atragantaba con la propia saliva cada vez que los dedos de Sebastián se hundían en su núcleo, provocando sensaciones que jamás creyó posibles en su relación, cuando el único objetivo del mismo, era traer un heredero.
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