Capítulo 1.

Desde que tengo memoria me he sabido mover, tengo la habilidad de escuchar cualquier melodía y saber exactamente qué movimiento hacer para bailar de la manera correcta esa melodía; es mi don y lo aprecio. Toda mi vida me alagaron por eso, me dijeron lo buena que era y que debía aprovechar ese talento así que de una u otra forma desde pequeña me impregnaron ese sueño, al principio cuando era muy niña era el sueño de mis padres, bueno, era una niña y quería hacer todo lo que a ellos les gustara, pero poco a poco se fue convirtiendo en mi sueño, en el mío, y de nadie más.

Así que pedía clases de baile, entré al grupo de danza de la escuela y siempre ganaba, y en cada competencia allí estaban mis padre con mi pequeña hermana, todos apoyándome, cualquier cosa que ameritaba bailar, yo era la numero uno así que, bueno, siempre supe que era la mejor, pero la vida no siempre te sonríe y a pesar de que te aferras a esos sueños, np siempre se pueden volver realidad por lo que no se convirtió en algo más, siempre fue solo eso, pensamientos en mi cabeza y la gota que derramó el vaso fue la muerte de mis padres.

Sí, eso me sacó a la realidad porque me dijeron que un conductor ebrio los arrolló cuando salían de una cafetería y se dio a la fuga; jamás lo encontraron y fue cuando desperté y me dije a mi misma “al carajo los sueños” ellos no harán que mis padres vuelvan, así que olvidé la escuela de baile, olvidé cualquier escuela y comencé a ser camarera porque al menos una mujer de mi familia, mi hermana, debía ser alguien. Me convertí en madre sin querer serlo y aunque adoro con toda mi alma a mi hermana, bueno, nunca pedí esto.

Al igual que nunca pedimos que enfermara, tiene problemas del corazón y necesita un trasplante, uno que no cubre el maldito seguro así que no pude seguir siendo camarera por lo que el destino me abofeteo por tercera vez; volví a bailar, volví a moverme tan bien cómo solía hacerlo, pero no de la forma en la que solía hacerlo. Me convertí en una bailarina nocturna, sí, aquellas de los clubes, porque paga mejor, porque así que podré pagar el trasplante, porque era eso o ver morir a mi hermana y yo haría cualquier cosa por no ver morir a mi hermana, incluso ver convertido mi sueño en un tubo de pole dance, pero una llamada convirtió ese objeto para bailar pole dance en algo peor; miedo

Hoy el día no empezó de la mejor manera, esa llamada lo jodió. Mi hermana jugaba tranquilamente en el patio de su escuela, ella sabe que por su condición no puede hacer algunas cosas que a los niños les gusta hacer y ella está bien con eso, así que lleva siempre consigo sus barbies y sus peluches para jugar sin hacer esfuerzos con sus amiguitas, pero eso fue lo extraño, ella no estaba haciendo esfuerzos, sintió una presión en el pecho y se desmayó, tuvieron que llevarla al hospital.

Ahora, espero pacientemente poder verla, espero afuera de la habitación del hospital, espero mientras me muerdo las uñas y muevo mi pie frenéticamente, ningún doctor o enfermera me ha dicho algo y estoy desesperada hasta que mi teléfono suena.

—¿Sí? —saludo a quien quiera que me esté llamando pues ni siquiera observé el nombre en la pantalla al contestar.

—Jennifer, cariño, fui a tu casa y me dijo la vecina que estabas en el hospital, ¿Lizzi se encuentra bien? —en cuanto escucho la voz de Amanda, el alma llega a mi cuerpo por alguna razón.

Amanda es la chica que administra el club, al principio solo teníamos una relación profesional, ella era mi jefa y yo su empleada, pero por extraño que suene comencé a abrirme con ella, y ella conmigo, se enteró de la enfermedad de mi hermana y se lo tomó personal, como si se tratara de familia. Siempre me ayuda, siempre está para mí y me respeta, respeta mis decisiones sobre lo que hago o no en el club y es la única que tengo ahora porque no tengo tiempo para nada más.

—Hola Amanda, lo siento, verás, no podré ir hoy o si llego será tarde. Lizzi tuvo una recaída al parecer, está bien o eso me dijeron, yo no la he visto, pero sé que... sé que esto es grave y estoy asustada —no puedo evitar ese nudo en la garganta y que la voz se me quiebre.

—No te preocupes, en serio, puedes faltar no solo hoy, los días que necesites. Yo solo quiero que la niña y tú estén bien, si necesitas algo solo llámame.

—Lo haré —respondo observando cómo una enfermera sale de la habitación y me hace señas para entrar—, gracias por todo, yo te llamo luego.

—Okey, cuídense —sin más cuelgo.

—Ya puede pasar señorita, la niña está lista para verla —me dice la enfermera a lo que mi corazón salta de felicidad al saber que está consciente, pero al entrar por esa puerta, todo cambia.

Encuentro a mi hermana, pálida, muy pálida, con ojeras casi tan profundas como las de una persona muy mayor, pero al verme sonríe y eso me parte el alma porque a pesar de todo, siempre sonríe. Lizzi es muy parecida a mí físicamente, tiene el cabello rubio en unas bonitas ondas hasta sus hombros, al igual que yo, pero el mío es largo hasta la parte baja de mi espalda, sus ojos son azules como los míos y su piel es blanca incluso más blanca que la mía, pero lo que la hace ver preciosa son sus hermosas pecas y cómo están tan bien distribuidas en su rostro; las heredó de mi madre, pero todo eso es casi nada en comparación a su enorme corazón, porque aunque el suyo no le permite hacer todo lo que ella quisiera, siempre lo tiene abierto para todos, siempre está feliz, siempre es mi niña feliz.

—¿Cómo te sientes, cariño? —le pregunto acercándome a ella y tocándole suavemente la mejilla.

—Cansada —susurra—, y preocupada, tengo exámenes mañana —yo rio al escucharla.

—El colegio sabe que estás aquí, te harán los exámenes después —ella simplemente hace un puchero—. Pero, hay algo más, ¿no? —ella asiente con ojos tristes.

—Es el cumpleaños de Priscila —su mejor amiga.

—No te preocupes, cariño, la mamá de Priscila llamó, me dijo que te guardará un pedazo de pastel enorme, tan enorme que no podrás comértelo sola y tendrás que darle a tu hermana —ella ríe—. Te prometo que le llevaremos juntas el regalo.

—¿Lo prometes? —susurra con voz dulce.

—Lo prometo —respondo—. ¿Cómo está? —esta vez le pregunto al doctor que se había mantenido callado todo este tiempo.

—Estable —contesta, pero luego su rostro se torna serio—, aun así, me gustaría hablar contigo a sola —yo asiento.

—Vuelvo en un minuto, cariño —Lizzi asiente.

—Necesito que sepas la gravedad de la situación —comienza a hablar en cuanto cerramos la puerta tras nosotros—, es un milagro que hayamos conseguido un donante, compatible, es casi que extraño, ella necesita ese corazón, su cuerpo se lo exige.

—¡Lo sé, claro que lo sé! Pero no tengo el dinero aun, trabajo como mula, tengo dos trabajos, pero no me alcanza aun y el banco no quiere prestarme.

—Yo lamento mucho tu situación, la de ambas, pero quiero que sepas algo; Lizzi no va a aguantar un desmayo más, sería el ultimo, ¿me entiendes? Y el corazón… bueno, hay más niños que lo necesitan.

—Y que tienen para pagarlo, ¿cierto? —termino por él.

—Yo lo he retrasado lo más que puedo, pero no puedo hacer más nada.

—Escúcheme, ese corazón es mi hermana, es de ella. Voy a conseguir el dinero, se lo traeré, ya verá.

—Eso espero, de corazón, eso espero. Lizzi deberá quedarse con nosotros al menos una semana, tiene que estar monitoreada, mientras, consiga ese dinero —yo asiento—. Que tenga buen día.

En cuanto el hombre se aleja no puedo evitar sentirme derrotada, triste, enojada, tantas emociones que las lágrimas solo fluyen. No puedo dejar que mi hermana muera, no ella, no con tanto por vivir. Ella será la chica más feliz y sana del mundo, me lo juré a mí misma y no pienso romper ese juramento. Me seco las lágrimas fuertemente y entro de nuevo a la habitación.

—¿Sabes algo, Jenn? —comienza a hablar diciendo mi apodo, ese que suele decirme—, me gustaba más la habitación de la última vez, tenía más dibujos.

—Será la última habitación, te lo juro.

—Sé que es la última —susurra con una sonrisa triste y sé por qué lo dice.

—No digas eso, Lizzi, es la última porque no tendrás que quedarte más en este hospital, correrás, saltarás y harás todo lo que los demás niños hace, te lo juro —me acerco a ella, le doy un beso en la frente y en sus mejillas—. Volveré en cuanto pueda, ¿okey? —ella asiente y yo salgo de la habitación.

En cuanto llego al club, Amanda corre hacia mí con rostro preocupado.

—¡Por Dios, dime que la niña está bien! —exclama totalmente aterrada.

—Lo está —respondo y sin más la abrazo.

Cuando entré a trabajar aquí jamás pensé que ella se convertiría en mi madre prácticamente y ahora estoy segura de que lo es. Es la mujer que me cuida tanto como puede, a pesar de nuestros trabajos, porque muchos pensaran, “que estúpida, esa mujer no es su madre, esa mujer prostituye mujeres” pero no es así, ella es mi madre por encima de todo y es la única que tengo.

—Entonces ¿por qué estás aquí? —pregunta en cuanto nos separamos—, te die que podías faltar los días que quisieras.

—Porque necesito tu ayuda. Lizzi morirá si no me ayudas.

En cuanto escucha la desesperación en mi voz toma mi mano y juntas nos encaminamos hacia la parte trasera del club, donde están los primeros, por donde entran los hombres importantes y por donde está su oficina. En cuanto entramos a ella, Amanda cierra la puerta con seguro.

—Cuéntame —es lo que dice en cuanto ambas tomamos asientos.

—Sé que cuando entré a trabajar te dije que solo bailaría, que es lo que sé hacer, pero a pesar de tener dos trabajos, de hacer mi mayor esfuerzo al bailar, no es suficiente, Lizzi va a morir si no consigo el dinero de la operación y será mi culpa, será toda mi culpa por ser tan egoísta… Yo debo sacrificarme por ella —Amanda une sus cejas.

—¿Me estás diciendo que…? —yo asiento antes de que ella pueda pronunciarlo—, pero Jenn… Jennifer, ¿estás segura?

—Necesito dinero Amanda, ella no puede esperar más, se me muere, se me muere en mis propios ojos —en ese momento las lágrimas no pueden contenerse, yo no puedo contenerme y Amanda me abraza y como quisiera que fuera mi madre.

—Está bien, tengo algo en mente —comienza a hablar de nuevo en cuantos nos separamos—. Hay un hombre, muy rico, le gustan las cosas excéntricas, sobre todo, le gustan las mujeres jóvenes y guapas como tú, siempre escoge a rubias. Él pagará lo que quieras.

—¿Por mí? —ella asiente—, y ¿rubias como quién? ¿Qué clase de mujeres les gusta?

—Rubias como Angelic, la escoge casi siempre —en cuanto lo escucho, me desanimo.

—¿Has visto a Angelic y me has visto a mí? Somos muy diferentes.

Angelic es una chica rusa, tiene unos senos enormes, un trasero gigante y de solo verla, cualquier hombre querría estar con ella, cualquier hombre sabe que no será una noche de la que se arrepentirá. Yo jamás podría competir con alguien así.

—Jennifer, no seas así, yo te aseguro que él te dirá que sí, ¿te has visto en un espejo? Eres hermosa. Vine todos días, te aseguro que mañana el dinero de la operación estará listo.

—Está bien, me arreglaré —digo levantándome, pues el club abrirá en pocas horas.

—Colócate algo blanco —escucho a Amanda antes de abrir la puerta.

—¿Quieres que me vea como una virgen?

—Solo hazlo —responde y yo asiento saliendo de la oficina.

Mientras me arreglo en los camerinos, no puedo evitar pensar en mis padres y en lo que pensarían de mí de solo verme aquí, mandando mi sueño por un acantilado, mandando por la m****a todo lo que soy y lo que me enseñaron, pero sé que al menos no lo hago por gusto, lo hago por ella, por mi Lizzi y porque prefiero morir antes que ella lo haga; morir espiritualmente.

Termino de arreglarme al tiempo que escucho cómo la música del club es cada vez más alta, me levanto del tocador y me observo en el espejo de cuerpo completo; le hice caso a Amanda y me coloqué un vestuario que utilicé hace unos días, solo que le agregué un poco más de brillos y ligas de color blanco, como si fuera para mi puta luna de miel. Respiro profundo e intento hacer que mis manos dejen de temblar.

No soy virgen, he estado con algunos hombres, pero hace tiempo no lo hago y nunca lo he hecho por dinero, nunca he estado con alguien que no sé cómo luce o cómo es, nunca he estado con alguien que olvidaré a la noche siguiente, no es mi tipo de cariño.

En cuanto salgo de la habitación, me encuentro de frente con Amanda.

—Te ves perfecta. Vamos, es hora de esperarlo.

—¿Esperarlo dónde?

—Tú solo sígueme —contesta.

Amanda me toma de la mano y me encamina de nuevo hacia la parte trasera del club, nos adentramos en el pasillo hasta llegar a lo que parece un ascensor. La verdad nunca había estado tan atrás en el club, pues no lo necesitaba. A los segundos aparece Angelic, como un traje rojo donde a duras penas puede meter sus enormes pechos; en este momento solo quiero echarme para atrás, no sé qué hago aquí, es obvio que la elegirá a ella. Angelic ni siquiera me mira, es como si no estuviera aquí.

—Okey, me confirman que acaba de llegar, suerte a ambas —dice Amanda luego de guardar su teléfono. Me da una mirada de apoyo y se aleja.

Comienzo a sentirme nerviosa, transpirando y con las piernas a punto de flaquear mientras veo a mi acompañante segura de sí misma, emocionada, como si fuera un bebé y estuvieran a punto de darle su comida favorita. El elevador comienza a subir hacia nosotros, y mis piernas tiemblan aun más, tomo una bocanada fuerte de aire y trato de relajarme; “esto es por ella” me repito en la mente para no flaquear. El elevador se abre y juro por Dios que mi corazón se detiene.

Nuestras miradas se cruzan de inmediato cuando el sale de entre aquellas puertas, ni siquiera mira cómo voy vestida, ni siquiera mira mi cuerpo, solo mantiene firme su vista sobre mis ojos. El pulso se me acelera, el corazón se saldrá de mi pecho hasta que no puedo más, no puedo verlo más y agacho la mirada. Es guapo, lleva un traje que vale más que todo lo que tengo, lleva anillos y un hermoso reloj, al mirar hacia abajo veo sus bonitos zapatos tan lustrados que puedo verme en ellos, hasta que me armo de valor y vuelvo a poner mi vista en él.

—Angelic —pronuncia con su voz gruesa y juro por Dios que me desmayaré.

La eligió a ella.

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