El gobierno nacional de Don Hipólito Yrigoyen no tiene una gran aceptación popular y sus funcionarios lo saben muy bien. La infiltración en el Ejército del joven Bartolomé Craviotto es la única esperanza que tiene el gobierno para poder frenar un golpe de estado anunciado.
Leer másEn primer lugar, agradezco al Licenciado Sebastián Máscolo por guiarme en la bibliografía útil para esta novela. Conductor del Canal de Youtube Historiaen10´, mi tutor y particularmente un gran amigo, fue de gran ayuda. Debo agradecer a la Licenciada Holm también, una excelente profesora que me brindó un panorama brillante acerca de los primeros gobiernos radicales y el golpe de 1930. Sin dudas, debo agradecer al Licenciado Nicolás González del Bary que en cada novela que escribí, me presentó todo su apoyo, brindándome su contacto en todo momento. También agradezco a personas como Gaby Guerrero que gentilmente buscó cartas de sus padres y abuelos para ayudarme a armar un glosario de la época. Sin dudas, no pueden faltar agradecimientos a todos mis familiares que me apoyaron en todos mis proyectos literarios, como el tío recutti, el tío macho y mi prima Lucia que siempre estuvo para sacarme dudas respecto a la ortografía y gramática.
Alerta spoiler. Esta novela intentó ser lo más realista posible. Para lograrlo, utilicé numerosas fuentes. El personaje Juan Domingo, que hacía referencia a Perón que en esa época era Capitán del Ejército, lo hice tomando a la fuente Tres Revoluciones Militares y la autobiografía escrita por Enrique Pavón Pereyra, que son exclusivos testimonios de él. Allí cuenta con detalle todo el proceso del golpe de 1930 o al menos de los que él participó. Luego, las noticias las saqué de diarios y periódicos de la época. Fueron fundamentales porque ayudaron a contextualizar aún más el momento que se estaba viviendo. Los ejemplares digitales de Caras y Caretas, presentes en la Biblioteca digital de España, ayudaron al contexto material. Si se acuerdan, puse precios, medicamentos, entre otros materiales. Todo eso fue gracias a las publicidades presentes en Caras y Caretas, las cuales me hubiesen servido mucho para mis otras dos novelas Amor, secretos y guerra, y
El Capitán Juan Domingo se encontraba en la Escuela Superior de Guerra, previo alistamiento de armas. Allí se encontró con el Mayor Laureano Anaya. Los oficiales alumnos de la Escuela, esperaban órdenes del Teniente Coronel Descalzo para salir. El Capitán Juan Domingo controlaba que así sea. Presente allí y habiendo controlado que se cumpliera lo dispuesto por el Coronel Descalzo, conversó con los oficiales del regimiento de Granaderos. Les advirtió del peligro de tirar contra las tropas que pasaran y estos lo entendieron: solo iban a disparar si eran atacados. -El Jefe de Granaderos ante nuestras gestiones mandó decir que "bajo su palabra de honor" las tropas no saldrían del cuartel y que solo se resistirían si eran atacadas –comunicaba Juan Domingo a un oficial. A pesar de la resistencia del regimiento de Granaderos, luego de gestiones, se nombró como jefe a otro Teniente Coronel y lograron que Granaderos se uniera a las columnas rev
“EL PRESIDENTE YRIGOYEN DELEGÓ EL MANDO” decía las tapas de los diarios y periódicos argentinos. “Aquejado de una gripe que lo obliga a permanecer en cama, el Presidente delegó el mando en el vice Enrique Martínez. Yrigoyen firmó el respectivo decreto en su casa de la calle Brasil, el 5 a las 17. Muy agitada jornada la de este día. A comienzos de la mañana Yrigoyen recibió al ministro de Justicia, Juan de la Campa, quien luego de someterle a la firma varios despachos –entre ellos el nombramiento del doctor José Figueroa Alcorta como presidente de la Corte Suprema- le expuso una situación política que, a su entender, tenía como única salida viable la renuncia presidencial” Bartolomé leía el diario. No tomó con tanta sorpresa la renuncia del Presidente de la Nación. Y en cierto aspecto, se lo venía a venir. Rodríguez le había comentado que Yrigoyen estaba con una fuerte gripe, y para alguien de setenta y ocho años, una enfermedad de esas podía ser más
Como era costumbre, Bartolomé estaba llegando a la casa de Filomeno en su auto. Lo estacionó en la vereda. Filomeno lo recibió con un saludo poco gustoso y lo hizo pasar a su casa. Bartolomé creía que iban a haber más personas, pero no, estaban únicamente ellos dos, completamente solos. -La situación se puso difícil –dijo Bartolomé. -Así es… -respondía Filomeno. Bartolomé podía notar la frialdad de Filomeno. Sabía que estaba inquieto, pero no podría descifrar qué le ocurría. -Te estarás preguntando por qué te cité acá –dijo Filomeno interrumpiendo los pensamientos de Bartolomé. -Eso creo. Filomeno miraba con recelo a Bartolomé. -¿Sabías que renunció el Ministro de Guerra no? –preguntó Filomeno. -Si, lo sabía, lo leí en el diario. -¿Sabés qué significa su renuncia? Bartolomé quedó en silencio. Esperaba a que Filomeno le respondiese, pero ya sabía la respue
Los diarios y periódicos se vendían en un mayor ritmo en comparación a cualquier otro día normal. La gente leía el diario en la calle. Nélida compró el suyo para informarse y dejárselo a su prometido. Bartolomé y Arturo se habían ido. Pero Nélida se había quedado, ordenando la casa, cocinando y leyendo el diario. Le asombraba una noticia cuyo título mas resaltante decía: “Renunció el Ministro de Guerra”. Era un hecho. El ministro de Guerra Dellepiane, había renunciado de su cargo. Los rumores finalmente dejaron de ser rumores.“En desacuerdo con la pasividad presidencial frente al motín que se avecina, el General Luis Dellepiane renunció a su cargo el día 2. Cubre la vacante, provisoriamente, el ministro del Interior, Elpidio GonzálezA fines del mes pasado, Dellepiane denunció a Yrigoyen la trama revolucionaria y el nombre de sus responsables, aconsejando la inmediata disposición de medidas preventivas, implantando el estado de sitio y deteniendo a
Bartolomé tenía una cara de pocos amigos. Fue hacia la puerta, la cerró con mucha fuerza demostrando su enojo, y volvió a la silla que estaba frente a la cama de Rodríguez.La mirada entre ambos marcaba la tensión existente. A Rodríguez lo habían baleado por culpa de Bartolomé y este último lo sabía muy bien.-¿Qué diablos quiere, Sr. Craviotto? –preguntó Rodríguez queriendo empezar la conversación.-Su ayuda.Bartolomé reía en sarcasmo.-¿Usted quiere mi ayuda me está diciendo? Debe estar jodiéndome.-No lo estoy jodiendo, Sr. Rodríguez, necesito su ayuda.Rodríguez golpeó la cama con todas sus fuerzas.-¡Pues olvídese! –Gritó- no se la voy a dar. Y en cuanto siga mucho tiempo más acá, lo van a sacar por la fuerza. ¿O qué se cree? ¿qué podía venir a mi casa y hacer de cuenta que está en la suya sin tener consecuencias? ¡Soy un agente del gobierno nacional! ¡Tengo mi propia seguridad!Bartolomé apretó sus puños demostrando una vez más su enojo. Entendía el resentimiento de Rodríguez p
Arturo atendía a Bartolomé como si fuese una visita extraordinaria en su hogar. Se sentaron en las sillas que estaban alrededor de la mesa y ambos esperaban a que el otro rompiera el hielo para poder hablar. Bartolomé sentía que era difícil expresar lo que quería. Por su lado, Arturo entendía que Bartolomé era muy especial y no sabría con qué podría encontrarse. Podía ser algo bueno, pero también algo malo. -¿Y qué os trae por aquí? –preguntó Arturo, siendo el que rompió el hielo. Bartolomé seguía en silencio, pensando en cómo iba a contestarle a su vecino en su propia casa. -Digo, has mencionado que tienes una decisión tomada –recordó Arturo. Bartolomé asentía con la cabeza. -¿Seriáis tan amable de deciros cuál es la decisión que tomasteis? Bartolomé, que estaba mirando a un punto fijo, levantó la cabeza directamente hacia su vecino. Creía que si estaba allí presente, en medio de la noche, debería ten
Bartolomé fue a buscar algo de beber para él y su invitada, y buscó algo que tenía guardado. Creía que era momento de mostrárselo. Nélida esperaba impacientada. Miraba para todos lados. También estaba tan nerviosa como Bartolomé. De pronto, luego de unos minutos que parecieron años para Nélida, volvió a la sala. -Acá estoy. -Como le dije, soy toda oídos. Si algo le costaba a Bartolomé era comenzar, no tenía dudas. Se sentó al lado de ella, suspiró de los nervios y cansancio que sentía, y comenzó a hablar. -Desde aquel día de 1928 noté un cambio en mí –decía Bartolomé, notándose los nervios que sentía. -¿Qué tipo de cambio? -El modo de ver mi vida… Nélida no sabía a qué se refería porque lo conoció en el Conventillo cuando había sido contratada por Arturo. -Antes, mi vida solo se enfocaba en trabajar, conseguir dinero, dárselo a mi papá para que lo administrara y perd