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*—Antonella:

Había sido un espectáculo ver a Max celoso, y Antonella no podía negarlo: disfrutó cada segundo de esa noche. Desde el inicio, todo parecía diseñado para probar los límites de la compostura de Max, y ella se permitió saborear cada expresión, cada cambio de humor que él exhibía.

Todo comenzó cuando Max la vio descender las escaleras, vestida para la ocasión. Antonella había decidido ignorar por completo la tarjeta que él le había entregado para sus compras; la había sentido como una especie de caridad, y su orgullo no le permitió aceptarla. Así que todo, desde el vestido de gala que la envolvía como un sueño, hasta las joyas discretas, pero elegantes, las sandalias y el bolso, era producto de su propio esfuerzo.

Al cruzar la mirada con Max, sus ojos la recorrieron de arriba abajo, y por un instante, él quedó estático. Antonella notó cómo se le escapaba una mirada que no dejaba dudas: estaba deslumbrado. En ese momento, se sintió invencible. La seguridad en su apariencia cr
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