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​​​​​​​*—Antonella:

Max no había aparecido en una semana, y Antonella no necesitaba más señales para entender lo que estaba ocurriendo. Su ausencia era su manera de decirle que tenía que irse, que recogiera sus cosas y no volviera.

Soltó un largo suspiro y miró hacia la puerta cerrada de la oficina de Max. El acceso a aquel lugar había sido un misterio desde hacía días, pues no se había abierto ni una sola vez. Incluso ella, como su asistente, no se atrevía a entrar ni a dejarle mensajes, porque nadie llamaba para preguntar por él. Todas las reuniones que habían estado programas habían sido canceladas, y las que se colocaban, Max las cancelaba al instante. Nadie decía nada. Parecía que todos en la empresa sabían algo que ella no.

¿Qué estaba haciendo Max? ¿Por qué desapareció de la oficina sin una explicación? La pregunta ardía en su mente como una brasa, cada vez más insoportable.

La gala benéfica. Esa noche...

El pensamiento le erizó la piel. ¿Acaso lo que pasó entre ellos lo habí
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