*—Antonella:Ya que estaban hablando de que tenían que comenzar de nuevo en los negocios, Antonella también quería que su familia se concientizara sobre los gastos. Quizás su padre no tenia de donde tirar, pero también la familia podía ir dejando cosas que no eran importantes.Antonella desvió su atención hacia su madre, que seguía sentada frente a ellos, en silencio.—Mientras tanto, podríamos empezar a reducir costos —sugirió Antonella, enderezándose en su silla—. Mudarnos a un lugar más pequeño, sin personal. Cancelar algunas tarjetas de crédito, vender cosas que no necesitemos… Lo que sea para recortar gastos innecesarios.Alice, su madre, la escuchaba con atención, asintiendo lentamente mientras Antonella continuaba.—Las chicas pueden estudiar en la universidad local y buscar trabajos de medio tiempo. Cassie podría cambiarse a un colegio más económico —sugirió Antonella en cómo ayudar a la economía de la familia, eran cosas que ya había pensado y este era el momento para
*—Max:Lo había arruinado todo con Antonella esa noche de la gala, cuando la tomó en sus brazos y asumió que ella tenía experiencia, lastimándola y luego actuando de mala manera al percatarse de lo que ocultó. Fue un error imperdonable. Su torpeza y movimientos bruscos la habían lastimado, provocando que ella se sintiera humillada. Ahora, Max estaba decidido a enmendar las cosas. No más secretos, no más obstáculos. Quería a Antonella como su mujer, y estaba dispuesto a luchar contra lo que fuera necesario para lograrlo.Sin embargo, el primer paso hacia su objetivo era la honestidad, y eso significaba comenzar con la persona que estaba en el centro de todo este caos.Se detuvo frente a la habitación de sus padres y levantó la mano para tocar la puerta. Era domingo por la tarde, el único día en que Bradley Bryant se tomaba un respiro de las reuniones de trabajo y eventos sociales. Max sabía que su padre estaba en casa; los autos seguían en la entrada, y tanto él como su madre
*—Max:Después de haber lanzado sus puntos y haber mostrado de que lado estaba en esta pelea innecesaria. El silencio que siguió fue tan denso como el aire antes de una tormenta. Sin embargo, de la nada, la risa de Bradley resonó otra vez, profunda y burlona.—Recuerda esto, Maximilian —dijo, su voz grave resonando en la habitación—. En esta familia, la lealtad lo es todo. Si eliges otro camino, asegúrate de estar preparado para lo que viene.—No te tengo miedo, ni a Chris ni a ti tampoco —le lanzo Max, con su postura irrompible—. —Estoy preparado, y no volveré a mirar atrás.Las cejas negras de su padre se arquearon.—¿Y crees que Chris te dejará?—Chris no es nadie —replicó Max, su voz cargada de determinación—. Apenas está construyendo un nombre. Ahora mismo, soy yo quien manda, y evitaré una desgracia.Bradley dejó escapar un largo suspiro antes de levantarse de su asiento. Se acercó a las amplias ventanas de cristal del estudio, apartando las cortinas blancas para observar
*—Antonella:Max no había aparecido en una semana, y Antonella no necesitaba más señales para entender lo que estaba ocurriendo. Su ausencia era su manera de decirle que tenía que irse, que recogiera sus cosas y no volviera. Soltó un largo suspiro y miró hacia la puerta cerrada de la oficina de Max. El acceso a aquel lugar había sido un misterio desde hacía días, pues no se había abierto ni una sola vez. Incluso ella, como su asistente, no se atrevía a entrar ni a dejarle mensajes, porque nadie llamaba para preguntar por él. Todas las reuniones que habían estado programas habían sido canceladas, y las que se colocaban, Max las cancelaba al instante. Nadie decía nada. Parecía que todos en la empresa sabían algo que ella no. ¿Qué estaba haciendo Max? ¿Por qué desapareció de la oficina sin una explicación? La pregunta ardía en su mente como una brasa, cada vez más insoportable.La gala benéfica. Esa noche...El pensamiento le erizó la piel. ¿Acaso lo que pasó entre ellos lo habí
*—Antonella:Estaba sorprendida de ver a Max allí después de desaparecer por varios días y antes de que pudiera reaccionar, Max acortó la distancia entre ellos con pasos rápidos. Su rostro se endureció al verla, y sin previo aviso, sus manos firmes se posaron en sus mejillas, sosteniéndola como si temiera que se desvaneciera.—Ellie… —murmuró su nombre como un suspiro, pero su voz cambió al instante, teñida de preocupación y enfado—. ¿Dónde diablos estabas?Antonella se quedó paralizada, atrapada entre el calor de sus manos y el peso de sus palabras. Durante un breve instante, su mirada se perdió en la de él, pero los recuerdos de los días pasados la golpearon como un balde de agua fría. ¿Qué derecho tenía él de exigir explicaciones?Con un movimiento brusco, apartó su mano de su rostro y retrocedió un paso.—¿Yo? ¿Dónde estaba usted, señor Bryant? —preguntó con tono afilado, manteniendo las formalidades para no mostrar lo mucho que le dolía su actitud.Max parpadeó, sorprendid
*—Antonella:«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.Antonella le dedicó una sonrisa.—Sí, tengo una cita con el señ
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p
*—Antonella:El día había sido bastante entretenido.Antonella había pasado un maravilloso día con la señora Miles, cuyo nombre era Florence. Ella insistió en que la llamara por su nombre y se encargó de enseñarle cada rincón del edificio donde Antonella trabajaría de ahora en adelante. Florence también le dio algunos consejos, que Antonella anotó cuidadosamente, queriendo absorber cada detalle para desempeñar bien su nuevo rol.Al mediodía, ambas almorzaron juntas, aprovechando la ocasión para conocerse mejor, ya que trabajarían codo a codo durante los próximos 15 días. Después, Florence la condujo hasta la oficina donde ambas desempeñarían sus funciones como asistentes tanto del presidente como del vicepresidente del grupo, mostrándole con paciencia cada detalle necesario para su trabajo. Antonella memorizó cada indicación, decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.Un detalle importante que Florence mencionó fue que el señor Robert Bryant, el actual presidente del grupo tras