*—Antonella:La semana transcurrió sin sobresaltos. Max y Antonella habían trabajado en armonía, y la tensión que antes marcaba sus interacciones parecía haberse desvanecido. Ambos lo sabían: la mejora en su relación laboral no era casualidad, sino resultado de los momentos secretos que compartían, donde la adrenalina y el deseo les robaban el aliento.Cada mañana, al llegar Max a la oficina, él encontraba la manera de invitarla a su despacho. Apenas cruzaban la puerta, Max la tomaba entre sus brazos, como si no pudiera esperar un segundo más para tenerla cerca. Su oficina, libre de cámaras, era el único refugio donde podían ser ellos mismos, y Max lo aprovechaba al máximo. La besaba con intensidad, sus manos recorriendo su cuerpo sin reparos. No era raro que, en esos instantes de pasión, él dejara escapar sus deseos más íntimos: “No sabes cuánto quiero hacerte mía, Antonella”, le susurraba al oído mientras acariciaba su rostro.Antonella disfrutaba esos momentos, aunque una parte de
*—Antonella:—¿Es así como tratas a mi acompañante? —dijo Max cuando se detuvo frente a ellos, viendo a Chris con una expresión de ira, pero este, solo levantó una ceja, sin mostrar arrepentimiento alguno.—Solo estaba ayudándola a entender que este no es su lugar —respondió con una sonrisa que pretendía ser inocente, pero que destilaba veneno.Max no necesitó más. En un movimiento rápido, cruzó el espacio que lo separaba de ellos y le arrancó los billetes de la mano a Antonella. Sin dudarlo, se los lanzó a Chris con una fuerza que lo tomó por sorpresa.—La única persona fuera de lugar aquí eres tú —espetó Max, su voz cargada de autoridad y desprecio—. Si no tienes nada mejor que hacer que comportarte como un idiota, te sugiero que te largues antes de que pierda la paciencia.Chris frunció el ceño, claramente molesto, pero no agregó nada más. Con un bufido de desdén, pisoteó los billetes que yacían en el suelo y se dio la vuelta con brusquedad, alejándose sin mirar atrás.Max esperó e
*—Max:Tenía una rutina clara los fines de semana, y una de las cosas que más odiaba era cuando su padre lo llamaba de improviso e irrumpía dichas actividades. Estas reuniones inesperadas eran impredecibles: a veces hablaban de negocios, otras compartían momentos familiares jugando ajedrez o charlando, y en el peor de los casos, lo arrastraba a un interminable juego de golf. Aunque Max entendía que su padre a veces se sentía solo, no podía evitar sentir frustración. Todos tenían responsabilidades, incluido él, y este fin de semana había planeado algo especial: pasar tiempo de calidad con Antonella, visitando el refugio y, después, llevándola a su apartamento para presentarle a sus “pequeños”, los que ansiaba que ella conociera, pero no se pudo dar. Sin embargo, su padre había interrumpido sus planes con sus insistentes llamadas. Max tuvo que posponer todo y llamar a Antonella para explicarle que no podrían verse. Ella había entendido, como siempre, pero él seguía molesto. Tal vez, de
*—Max:Lo que había pasado ese fin de semana en casa seguía atormentando a Max como una sombra que no lo dejaba en paz.La pelea con su padre había sido intensa, un intercambio feroz de palabras que terminó con Max colgando el teléfono en un ataque de furia. Su padre, en un movimiento audaz y completamente fuera de lugar, lo había comprometido con Shanna sin su consentimiento. Lo peor de todo fue darse cuenta, más tarde, de que él mismo había dado su aprobación mucho tiempo atrás, en una conversación que apenas recordaba, cuando ni siquiera tenía los ojos puestos en Antonella ni imaginaba que la vida lo llevaría hasta ella. Ahora, arrepentido y enamorado, no podía aceptar lo que su padre había hecho.«Me niego a comprometerme con Shanna», le había dicho Max con dureza antes de colgar. Desde entonces, su padre había intentado llamarlo varias veces, pero Max no contestaba. Estaba esperando a que su padre apareciera en su oficina para enfrentar el tema cara a cara, pero mientras tanto, l
*—Antonella:No entendía qué estaba pasando, pero algo en Max parecía diferente últimamente. Había una desconexión entre ellos que la inquietaba. Su relación era reservada, si, hacían todo en privado para que malos ojos no los vieran, pero eso no era a lo que se refería. Las veces que lograban estar juntos, Max la abrazaba con una intensidad que casi la hacía sentir atrapada, como si intentara compensar con contacto físico lo que no podía expresar con palabras y esto era extraño. Max era muy conversador, pero había un silencio algo incómodo desde hace días para acá.Antonella quería hablar con él, preguntarle qué sucedía, pero Max estaba más ocupado que nunca. Ahora trabajaba hasta tarde y apenas respondía sus mensajes cuando estaban fuera del horario laboral. Solo se veían en el trabajo y cuando lo hacían, su amado solo la abrazaba y ya. No entendía nada. Suspiró al bajarse del transporte público, algo a lo que no estaba acostumbrada. Durante semanas, Max había sido quien la llevab
*—Max:Las señales estaban ahí, claras e inconfundibles. Max no necesitaba confirmaciones verbales: las expresiones de Antonella, su tono distante y su fría formalidad lo decían todo. Su chica sabía del compromiso con Shanna y, posiblemente, del beso que él había permitido. Ese pensamiento lo golpeó como un martillo en el pecho.Max suspiró profundamente mientras recordaba la frialdad con la que ella lo había recibido esa misma mañana. Sí, él había estado distante últimamente, perdido entre las demandas del trabajo, las estrategias para intervenir en la mejoría de los problemas de los McKay sin levantar sospechas de Chris, y, por supuesto, el maldito compromiso, pero al verla esa mañana, tan hermosa como siempre, su corazón había latido con fuerza. Quiso abrazarla, besarla, perderse en ella como antes, pero Antonella lo había recibido con una barrera emocional que le dejó claro que ya no confiaba en él.Se pasó una mano por el cabello, frustrado. Sabía que debía hablar con ella, expli
*—Antonella:¿Cómo fue que todo terminó de esta manera?Antonella se quedó de pie, apoyada contra la puerta cerrada de la oficina de Max. Su mente daba vueltas, intentando procesar lo que acababa de suceder. La conversación que tanto había temido finalmente se dio, y aunque había imaginado múltiples escenarios, nada la había preparado para el vacío que ahora sentía en su pecho.Desde temprano, no pudo contener el desagrado, la tristeza y la pena que la habían carcomido durante la noche anterior. Esa mañana, se había prometido a sí misma enfrentar a Max, hablar del compromiso con Shanna y del beso que había descubierto, porque lo justo era poner las cartas sobre la mesa. Pero, al verlo, una punzada de dolor atravesó su corazón, y la frialdad con la que lo trató fue casi automática, un escudo para evitar que él notara lo devastada que estaba. Sin embargo, Antonella sabía que Max lo había notado; su mirada inquisitiva lo había delatado. Él siempre sabía cuándo algo la perturbaba.Había p
*—Max:¿Qué había estado pensando al invitar a Antonella a la gala benéfica?Max dejó escapar un suspiro mientras conducía hacia la casa de Antonella. Aunque la había invitado originalmente con la esperanza de mantener las apariencias, algo dentro de él había cambiado. Recordaba el incidente en la gala pasada, cuando ambos habían tenido un percance con Chris y, a pesar de todo, se habían reconciliado, dejando atrás el malestar. Pero ahora… la situación era completamente diferente. La ruptura, aunque inevitable, le había dejado un vacío que no sabía cómo llenar. Ambos se trataban con una cordialidad forzada, como si estuvieran caminando sobre cristales rotos, apenas tolerándose, y Max se sentía frustrado.Apretó el volante con fuerza, como si de esa manera pudiera deshacerse de la carga que sentía en su pecho. ¿Por qué la había invitado a la gala? La respuesta parecía tan obvia como dolorosa: la necesitaba a su lado. Había pensado en ella durante días, incluso mientras estaba con su pa