*—Max:Lo que había pasado ese fin de semana en casa seguía atormentando a Max como una sombra que no lo dejaba en paz.La pelea con su padre había sido intensa, un intercambio feroz de palabras que terminó con Max colgando el teléfono en un ataque de furia. Su padre, en un movimiento audaz y completamente fuera de lugar, lo había comprometido con Shanna sin su consentimiento. Lo peor de todo fue darse cuenta, más tarde, de que él mismo había dado su aprobación mucho tiempo atrás, en una conversación que apenas recordaba, cuando ni siquiera tenía los ojos puestos en Antonella ni imaginaba que la vida lo llevaría hasta ella. Ahora, arrepentido y enamorado, no podía aceptar lo que su padre había hecho.«Me niego a comprometerme con Shanna», le había dicho Max con dureza antes de colgar. Desde entonces, su padre había intentado llamarlo varias veces, pero Max no contestaba. Estaba esperando a que su padre apareciera en su oficina para enfrentar el tema cara a cara, pero mientras tanto, l
*—Antonella:No entendía qué estaba pasando, pero algo en Max parecía diferente últimamente. Había una desconexión entre ellos que la inquietaba. Su relación era reservada, si, hacían todo en privado para que malos ojos no los vieran, pero eso no era a lo que se refería. Las veces que lograban estar juntos, Max la abrazaba con una intensidad que casi la hacía sentir atrapada, como si intentara compensar con contacto físico lo que no podía expresar con palabras y esto era extraño. Max era muy conversador, pero había un silencio algo incómodo desde hace días para acá.Antonella quería hablar con él, preguntarle qué sucedía, pero Max estaba más ocupado que nunca. Ahora trabajaba hasta tarde y apenas respondía sus mensajes cuando estaban fuera del horario laboral. Solo se veían en el trabajo y cuando lo hacían, su amado solo la abrazaba y ya. No entendía nada. Suspiró al bajarse del transporte público, algo a lo que no estaba acostumbrada. Durante semanas, Max había sido quien la llevab
*—Max:Las señales estaban ahí, claras e inconfundibles. Max no necesitaba confirmaciones verbales: las expresiones de Antonella, su tono distante y su fría formalidad lo decían todo. Su chica sabía del compromiso con Shanna y, posiblemente, del beso que él había permitido. Ese pensamiento lo golpeó como un martillo en el pecho.Max suspiró profundamente mientras recordaba la frialdad con la que ella lo había recibido esa misma mañana. Sí, él había estado distante últimamente, perdido entre las demandas del trabajo, las estrategias para intervenir en la mejoría de los problemas de los McKay sin levantar sospechas de Chris, y, por supuesto, el maldito compromiso, pero al verla esa mañana, tan hermosa como siempre, su corazón había latido con fuerza. Quiso abrazarla, besarla, perderse en ella como antes, pero Antonella lo había recibido con una barrera emocional que le dejó claro que ya no confiaba en él.Se pasó una mano por el cabello, frustrado. Sabía que debía hablar con ella, expli
*—Antonella:¿Cómo fue que todo terminó de esta manera?Antonella se quedó de pie, apoyada contra la puerta cerrada de la oficina de Max. Su mente daba vueltas, intentando procesar lo que acababa de suceder. La conversación que tanto había temido finalmente se dio, y aunque había imaginado múltiples escenarios, nada la había preparado para el vacío que ahora sentía en su pecho.Desde temprano, no pudo contener el desagrado, la tristeza y la pena que la habían carcomido durante la noche anterior. Esa mañana, se había prometido a sí misma enfrentar a Max, hablar del compromiso con Shanna y del beso que había descubierto, porque lo justo era poner las cartas sobre la mesa. Pero, al verlo, una punzada de dolor atravesó su corazón, y la frialdad con la que lo trató fue casi automática, un escudo para evitar que él notara lo devastada que estaba. Sin embargo, Antonella sabía que Max lo había notado; su mirada inquisitiva lo había delatado. Él siempre sabía cuándo algo la perturbaba.Había p
*—Max:¿Qué había estado pensando al invitar a Antonella a la gala benéfica?Max dejó escapar un suspiro mientras conducía hacia la casa de Antonella. Aunque la había invitado originalmente con la esperanza de mantener las apariencias, algo dentro de él había cambiado. Recordaba el incidente en la gala pasada, cuando ambos habían tenido un percance con Chris y, a pesar de todo, se habían reconciliado, dejando atrás el malestar. Pero ahora… la situación era completamente diferente. La ruptura, aunque inevitable, le había dejado un vacío que no sabía cómo llenar. Ambos se trataban con una cordialidad forzada, como si estuvieran caminando sobre cristales rotos, apenas tolerándose, y Max se sentía frustrado.Apretó el volante con fuerza, como si de esa manera pudiera deshacerse de la carga que sentía en su pecho. ¿Por qué la había invitado a la gala? La respuesta parecía tan obvia como dolorosa: la necesitaba a su lado. Había pensado en ella durante días, incluso mientras estaba con su pa
*—Max:Cuando llegaron al hotel, Max dejó su vehículo con el valet y ambos entraron al despampanante lugar. El hotel, que pertenecía a la segunda rama de los Bryant, tenía un aire majestuoso, como lo denotaba el apellido que llevaba, pero Max sabía que todo lo que brillaba no era oro. Ambos lados de la familia no se llevaban bien. Antes de que naciera, su abuelo había tenido una feroz disputa con su hermano menor, y desde entonces, ambos habían tomado caminos diferentes, distanciándose y haciendo que las dos ramas de la familia se llevaran mal. A pesar de los años, esos problemas aún no se habían resuelto. La segunda rama de los Bryant no compartía la forma en que la primera se manejaba, siendo más cercanos y familiares en su enfoque, mientras que la primera prefería mantener una distancia profesional.La gala era una invitación de la segunda rama, y aunque las diferencias entre las familias seguían siendo profundas, no podían ignorar la invitación. Ignorarla desataría rumores, y las
*—Max:Max estaba desesperado por marcharse, pero temía que al hacerlo la noche con Antonella llegará a su fin demasiado pronto. Habían pasado horas bailando juntos, con sus cuerpos tan cercanos que las barreras entre ellos parecían desvanecerse poco a poco. Sin embargo, cada vez que pensaba en abordar el tema de su relación, un temor lo asaltaba: ¿y si Antonella volvía a cerrarse y le daba la fría indiferencia una vez más?No podía quedarse quieto, pero tampoco sabía qué hacer. Algo debía hacer, pero ¿qué?Antonella pidió un descanso, y Max accedió sin protestar. La sensación de tenerla en sus brazos aún lo embriagaba, pero por el momento decidió complacerla. Juntos buscaron una mesa para sentarse. Mientras caminaban, un alegre gritito interrumpió sus pensamientos. Ambos se voltearon para encontrar a Camila, la mejor amiga de Antonella, acercándose a ellos con una sonrisa radiante.—¡Ellie! —exclamó Camila, llamando a Antonella por su apodo mientras se apresuraba hacia ella.—¡Camila
*—Antonella:Había sido un espectáculo ver a Max celoso, y Antonella no podía negarlo: disfrutó cada segundo de esa noche. Desde el inicio, todo parecía diseñado para probar los límites de la compostura de Max, y ella se permitió saborear cada expresión, cada cambio de humor que él exhibía.Todo comenzó cuando Max la vio descender las escaleras, vestida para la ocasión. Antonella había decidido ignorar por completo la tarjeta que él le había entregado para sus compras; la había sentido como una especie de caridad, y su orgullo no le permitió aceptarla. Así que todo, desde el vestido de gala que la envolvía como un sueño, hasta las joyas discretas, pero elegantes, las sandalias y el bolso, era producto de su propio esfuerzo.Al cruzar la mirada con Max, sus ojos la recorrieron de arriba abajo, y por un instante, él quedó estático. Antonella notó cómo se le escapaba una mirada que no dejaba dudas: estaba deslumbrado. En ese momento, se sintió invencible. La seguridad en su apariencia cr