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*—Max:

Tenía una rutina clara los fines de semana, y una de las cosas que más odiaba era cuando su padre lo llamaba de improviso e irrumpía dichas actividades. Estas reuniones inesperadas eran impredecibles: a veces hablaban de negocios, otras compartían momentos familiares jugando ajedrez o charlando, y en el peor de los casos, lo arrastraba a un interminable juego de golf. Aunque Max entendía que su padre a veces se sentía solo, no podía evitar sentir frustración. Todos tenían responsabilidades, incluido él, y este fin de semana había planeado algo especial: pasar tiempo de calidad con Antonella, visitando el refugio y, después, llevándola a su apartamento para presentarle a sus “pequeños”, los que ansiaba que ella conociera, pero no se pudo dar.

Sin embargo, su padre había interrumpido sus planes con sus insistentes llamadas. Max tuvo que posponer todo y llamar a Antonella para explicarle que no podrían verse. Ella había entendido, como siempre, pero él seguía molesto. Tal vez, de
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