Inicio / Romance / Encrucijada de sentimientos / 3: El dragón del desierto
3: El dragón del desierto

Él sacó un pañuelo de su bolsillo y lo ató en mi cuello, luego de eso lanzó la servilleta justo donde la novia de Selim se encontraba.

— No te equivoques Princesa del Zoco, también hay otras personas que tienen dinero en esta ciudad. Quizás no tanto como tú, pero no dejamos de tenerlo.

— Espera un momento — él me miró — ¿Cómo te llamas? 

— Llámame el dragón del desierto — él me guiñó el ojo —, nah, mejor conóceme cómo lo hace el resto. El perro del desierto.

— Bueno, te agradezco lo que has hecho. 

— ¿Acaso no me vas a decir, perro del desierto? —Yo negué y él mostró cierto atisbo de sorpresa —. Vaya, eres interesante, como dicen. Adiós, Princesa del Zoco. Cuídate de esas locas y se más selectiva con tus amistades o, en este caso, las dementes que escogen como pareja.

Él le lanzó una mirada fugaz a Selim y después se marchó. Todos se acercaron al mismo tiempo y estaban preguntando por mí cuando mi agresora empezó a despertar.

— Creo que mejor me voy de aquí, no vaya a ser que tu novia venga a…

Un golpe en seco se volvió a escuchar y miré a Zhara con el mismo tazón que le habían dado inicialmente a esta mujer.

— Ella debe estar sedada, dado que no tenemos tranquilizantes modernos, pues tendré que ocupar los de la época medieval.

Al final Selim se llevó a su novia a cuestas. Decidí que ellos se adelantaran y hablé con el gerente del sitio que no dejaba de pedirme disculpas por lo sucedido.

— A forma de disculpa por favor lleve este postre — él colocó un empaque en mis manos — es de tres leches y la hizo el propio chef.

— No se preocupe y le agradezco por el postre, me gustaría que me dijera quién es el amable hombre que me ha salvado de la novia del ingeniero Selim.

— ¿Qué hombre? — el gerente miró al mesero que nos atendió — ¿Sabes quién es?

— Se trata del perro del desierto.

— Por favor no le digas así, creo que tiene un nombre y me gustaría saber cuál es.

— Claro, le ofrecemos mil disculpas — el gerente miró con reproche al mesero — su nombre es Zahid Iqbal. 

—No me suena ese apellido en absoluto, bueno, supongo que eso es lo de menos. Quiero pagar la cuenta de lo que él consuma, aquí tiene mi tarjeta —se la extendí y saqué dinero en efectivo entonces se lo entregué al mesero —te agradezco por la atención que me brindaste, sigue siendo así de amable.

Una vez que la cuenta estaba saldada, me fui del restaurante. Al entrar al carro de mi hermano me tranquilicé al ver que la novia de Selim no se encontraba con nosotros.

— Dile a Selim que lleve a su loca a mi casa — Aramis se sorprendió por lo que escuchó — obedece, si no quieres que me enoje contigo y vaya de vuelta a mi otra propiedad.

— En serio que eres terca — él lanzó un suspiro pesado y movió su cabeza de un lado al otro — en fin, te conozco lo suficiente para saber que no vas a desistir de esa idea absurda.

— Así es, quiero hablar con ella y poner las cosas en claro de una vez. Si no esa demente es capaz de perseguirme por toda la ciudad y matarme a punto de pedradas o con cualquier cosa que se le atraviese en el camino.

Aramis llamó a Selim y quedamos de encontrarnos en mi casa. Durante todo el camino pensaba en el hombre que me había salvado, acaricié el pañuelo en mi cuello y sonreí al recordar su amabilidad.

— Zhara — la miré por el espejo retrovisor — necesito que investigues a Zahid Iqbal, él es el hombre que me ha salvado en el restaurante y quiero agradecerle de una manera más formal.

— ¿Zahid Iqbal? ¡Claro, es él! Ya se me hacía conocido de algún lado.

— ¿Lo conoces? — ella asintió — dime quién es él y también habla de su familia en caso de que lo sepas.

— Zahid Iqbal es el hijo bastardo del señor Farís. Él hace un tiempo tuvo una aventura con la hija de un empresario bastante rico y producto de eso salió embarazada, no quiso reconocer a su hijo en absoluto y trató de borrar toda pista que lo pudiera culpar. Por suerte el padre de la señorita Iqbal la decidió amparar y con el tiempo se fueron de los Emiratos Árabes, ya sabe usted que allá no hay perdón para este tipo de cosas.

— ¿Acaso es una broma? — me sorprendí al escuchar eso — bueno, vaya que las apariencias engañan y lo tenía bien escondido el señor Farís. Esas costumbres tan retrógradas son lo que detesto de mi país, en fin, espero que eso algún día cambie totalmente.

— Así es, por cierto, hablando de él, quiero decirle que quiere verla lo más pronto posible. Le dije que en estos momentos se encontraba ocupada y me dijo que es algo urgente, dice que quiere presentarle a alguien.

— Eso me suena a que quiere concretar un matrimonio con su hijo, me preguntó si es del mismo que estamos hablando o es otro. ¿Sabes si tiene otro hijo?

— Una hija, más bien — Zhara habló algo tímida y levanté las cejas — ¿Acaso cree que…?

— Felicidades, hermanita — Aramis habló en forma de burla —. Ahora te quieren volver lesbiana con tal de poner las manos en la fortuna de tu familia paterna.

— Te juro que eso es algo que no me sorprendería, estas personas hacen cualquier cosa con tal de concretar un matrimonio conmigo. Pero no creo que siendo tan reservados vengan a ofrecerme a su hija, quizás a lo mejor lo que desean es presentarme a su preciosa heredera para casarla contigo, dado que sigues soltero teniendo esa edad y también que los demás saben bien que eres mi hermano a pesar de que he mantenido esa información bien guardada para protegerte de toda la porquería que me rodea.

El rostro de Aramis se distorsionó al pensar en esa posibilidad y me reí al verlo. Decidí concretar una reunión con el señor Farís y después de eso ver si podía hablar con Zahid.

— Si la propuesta es para mí, diles que soy gay y que no acepto nada, que no mide unos 25 cm.

— ¿Y si lo consiguen? — El asco en el rostro de Aramis fue sublime — te fijas, todo por andar hablando al peso de la lengua.

Me reí y él se quedó en silencio. Al lado de Aramis podía ser yo, sin temor a ser juzgada o algo por el estilo. Por eso lo amaba tanto a pesar de que solo compartimos la mitad de nuestra sangre.

— Bueno, ya hemos llegado — Aramis estacionó el carro en nuestra casa — ¿Trajiste el agua bendita, el crucifijo, el incienso y todo lo necesario para hacer el exorcismo a esa chupacabras? Porque créeme que lo vas a necesitar. Incluso metería un poco de ajo, balas de plata y cualquier cosa que sea santa para que te proteja.

— Deja de ser tan exagerado. Es cierto que parece una demente, pero te aseguro que yo no soy una princesa delicada como todos piensan, es solo que no me gusta utilizar la fuerza si no lo considero necesario.

Entramos a la casa y Aramis lo hizo seguido de nosotros. Ella aún se encontraba inconsciente, así que la colocamos en la sala y esperamos pacientemente a que despertara.

— Aramis, necesito que llames a un doctor. Fueron dos porrazos lo que le dieron y no me quiero meter en un lío legal.

— Por favor, es más probable que metan preso al mismo alcalde antes que a ti. Pero bueno, vamos a hacer lo que la princesa dice.

El doctor llegó y la revisó, por suerte solo se encontraba inconsciente. Luego de varios minutos empezó a entrar en sí y Zhara se había armado con una sartén.

— Hola, bienvenida al mundo de nuevo — me crucé de piernas — ¿Podemos hablar civilizadamente o mi asistente personal va a tener que darte con la sartén que está sosteniendo? 

— No tengo nada que hablar con la golfa que se consiguió mi hombre, eres tú la que tiene que hablar conmigo y pedirme perdón.

— Por comenzar no te tengo que pedir perdón, segundo, no soy la amante de Selim. Me llamo Kenna Rizik y soy la hermana de Aramis, el mejor amigo de tu novio. También soy la propietaria de la casa en la que viven y de la cual no me llegó conocimiento de que habían metido a otra persona — miré a Selim — esperaba al menos eso de ti.

— Lo siento mucho, Kenna. Iba a decirte, pero es que todo fue muy rápido y también tomé en cuenta que vivías demasiado ocupada viajando por todos lados.

— Es cierto, pero eso no significa que no tenga tiempo para este tipo de cosas. Ya después vamos a hablar sobre este asunto.

— Tú no le tienes que estar dando explicaciones a esta tipa. Ella debería estar agradecida por el hecho que le hemos cuidado su casa de forma gratuita. Incluso la debería denunciar porque me agredió dos veces.

— Yo no te he agredido, lo hicieron dos personas diferentes. Si quieres levantar la denuncia, pues hazlo, pero ya te digo que eso no va a proceder y, en caso de que lo haga, sacaré a cualquiera de los que te detuvieron cuando intentaste agredirme.

— No quiero hablar con esta cínica con aires de gran señora que se viene a creer mucho solo porque tiene dinero. Te voy a denunciar por andar de lujuriosa con mi hombre…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo