Inicio / Romance / Encrucijada de sentimientos / 7: Quiero estar a tu lado
7: Quiero estar a tu lado

Selim me miró bastante incómodo, él sabía muy bien que ese trabajo, a pesar de ser tan bueno, no era mucho en comparación con lo que llevaba de tiempo.

— Les voy a pedir que nos dejen a solas — miré a Aramis y al señor Delacroix — necesito hablar con Selim.

Ellos se fueron y nos dejaron a solas. Me levanté de la enorme mesa que había en la sala de juntas, entonces me acerqué a la ventana que dejaba entrar una cantidad inmensa de luz natural.

— Selim, sé bien que eres un excelente ingeniero civil. Me atrevería a decir que el mejor que esta empresa tiene — me di la vuelta y lo miré fijamente — es por eso que tu trabajo me deja demasiado decepcionada. Entre más días de retraso tengamos, es más dinero el que se pierde. Sabes bien que esto no me afecta totalmente a mí; sin embargo, si lo hace con las personas que dependen del trabajo que les da esta empresa, y entre esas personas se encuentra mi hermano junto con el señor Delacroix, que es como un padre para mí.

— Sé bien que el trabajo que te mostré es poco en comparación con el tiempo que me han dado, es solo que he tenido ciertos retrasos.

— Me puedes explicar qué tipo de retrasos. Te estoy hablando como tu jefa y como la hermana de tu mejor amigo — lo miré fijamente y me acerqué — vamos, sabes bien que no soy tan temible como muchos piensan, generalmente trato de entender las circunstancias.

— Es Anna — él habló y yo resoplé pesadamente —. Lo que sucede es que se enfada cuando trabajó hasta tarde o llevó ciertas cosas pendientes a la casa.

— Pero es algo usual en la empresa, incluso yo llevo trabajo a mi casa. Si tanto le molesta que trabajes, pues quédate en la empresa, aquí vas a estar seguro.

— Es que…

— También se enoja — terminé por él y miré cómo bajó la cabeza — escucha, Selim. Sinceramente, no quiero ponerme en una postura demasiado dura, ya que sé muy bien que has cumplido anteriormente en tiempo y forma; sin embargo, en este caso ya es demasiado toda la prórroga que se te ha dado. Debes terminar esos planos en un mes, es lo más que te puedo dar.

— Te lo agradezco, Kenna. Sé bien que te encuentras preocupada por los de la empresa y no puedes sacrificar a los demás solo por mi culpa.

— Tú también eres parte de la empresa y te juro que mis intenciones nunca han sido perjudicarte, puedo desear muchas cosas para ti, pero jamás algún mal, solo me gustaría que mantuvieras tu vida privada separada de la personal. Eres importante para mí, Selim, justo por eso es que la relación en la que te encuentras me tiene demasiado preocupada.

— Anna no es tan mala persona, digamos que es celosa y desconfiada porque en el pasado le fueron infiel. Pero una vez que la conoces, realmente es una buena persona.

— ¿Y dime cómo piensas que la voy a conocer si en cuanto me mira solamente sabe insultarme? — Selim se quedó callado — ¡Exacto! Es imposible acercarse a tu novia o a ti sin morir en el intento.

— ¿Y si hablo con ella? Estoy seguro de que explicándole las cosas debidamente es capaz de poder comprender la situación.

— Sinceramente, a mí no me interesa conocerla — me fui a sentar en mi silla —. No puedo tolerar a alguien que habla de una manera tan posesiva, a alguien que es tan querido para mí y menos que en cada frase me insulta con palabras tan vulgares.

— Lo entiendo, bueno, trataré de tener el trabajo durante el tiempo que me has dado y, si puedo hacerlo antes, pues lo haré.

— Si necesitas ayuda, puedes decirme. Una vez que resuelva la situación en la empresa, pienso irme a Dubai a ocuparme de otras cosas.

— Entonces voy a demorar más de un mes — él bromeó y yo sonreí — ¿Es tan imprescindible tu presencia en Dubai? Es que no te quiero dejar ir.

— ¿Y eso por qué es? — Lo miré con renovado interés — vamos, habla. Nunca se sabe cuando unas simples palabras son capaces de detener a una persona.

— Es solo que te ausentaste mucho tiempo y ahora que vuelves es que puedo ver a Aramis más feliz que de costumbre, él te extrañó demasiado y simplemente vienes por un mes para luego irte.

— ¿Solo Aramis fue el único que me extrañó o tú también lo hiciste?

— Claro que te extrañé, pero de los dos quién más lo hizo fue él — Selim respondió con naturalidad y al mirar mi cara de decepción se dio cuenta de lo que dijo — no, no, no. No es lo que piensas, Dios, qué tonto que soy… Es solo que…

— No te preocupes, espero que de aquí a un mes tengas los planos listos. Nuevamente, reitero mi ofrecimiento por si necesitas ayuda.

— Está bien — Selim sonrió al ver que era inútil hablar — me daré prisa para así no seguir haciendo que la empresa pierda más dinero.

Él se fue y yo me recosté en la silla; me sentía demasiado cansada. Creo que se podría decir que en estos momentos era como una cebolla, poco a poco me iba pelando, pero dejaba una parte de mí en cada paso que daba.

— Zhara — salí de la sala de juntas —. Iré a dar una vuelta, quiero ir sola, así que no quieras venir conmigo. Si se necesita algo de mí, me llamas, pero que sea una urgencia.

— Está bien, señorita Rizik.

Me fui de ahí, pensé en un lugar seguro e increíblemente terminé llegando a la tumba de mis padres, esta se encontraba en una especie de colina y alejada del bullicio de la ciudad.

— Hola, mamá, hola, papá — me senté en el medio —. Aquí me encuentro, de nuevo, en esta ciudad, en que juré no volver a pisar. Con el corazón agrietado, pero sorprendentemente no roto, pensando en Selim y si realmente vale la pena seguir luchando por algo que ni siquiera le he confesado.

Les conté a mis padres lo último que había pasado, era algo tonto, ya que no podía recibir respuesta alguna de lo que había dicho.

— Vaya, eso sí que fue doloroso — una voz familiar me sorprendió —. Quién diría que la princesa del Zoco iba a ser rechazada por un hombre, qué locura.

Zahid salió detrás del árbol que cubría las tumbas de mi padre, él mordía una manzana y sonreía socarronamente. Al recordar lo que había hablado, me puse roja fuera de la vergüenza o de la rabia.

— ¿Qué se supone que estás haciendo aquí? ¡No puedo creer que has espiado la conversación con mis padres! Debiste haber hablado o hecho algún ruido.

— ¿Y perderme de las tragedias de la princesa del Zoco? Nah, eso es digno de ver en primera fila y con palomitas en mano, pero dado que no tenemos esto, pues me toca conformarme con una manzana.

— ¡Eres un idiota! Mejor me largo de aquí, ya ni siquiera puedo venir a ver con tranquilidad a mis padres — sequé mis lágrimas, pero estas siguieron saliendo —. ¡Maldición!

— Vaya, así que la princesa del Zoco tiene el corazón partido — él se acercó a mí y me sujetó de la cintura — ¿Qué se siente? Supongo que es un dolor peor que la muerte misma, tu corazón está latente y en cada palpitar sangra gota a gota.

En el momento que se iba a acercar a mí y vi que me miraba los labios, me cubrí la boca con mi mano. Él sonrió de lado y quedó a escasos centímetros de mí.

— No te equivoques, princesita. Una vez te besé y era porque te debía algo, ahora ya no te debo nada. Incluso creo que me has traído demasiados problemas encima y todo por andar de buena samaritana.

La punta de su lengua se deslizó por mis mejillas y abrí mis ojos con asombro, él parecía disfrutar lo salado de mis lágrimas, ¿Acaso se había vuelto loco? ¿Qué clase de persona cuerda disfrutaba esto?

— Sí, estoy loco — él habló para mi sorpresa —. Además, tengo que reconocer que tus lágrimas son dulces, no podía esperar menos de ti, princesita.

— ¡Ya deja de decirme así! — Intenté empujarlo, pero él me retuvo con fuerza — ¡Suéltame! ¿No te cansas de ser un idiota?

— No, porque me gusta verte enojada. Muestras un lado más humano, además que me fascina fastidiar a las lindas princesitas como tú.

La punta de su lengua se volvió a pasear en el borde de mis labios, parecía igual de afilada que una espada y sentí el mismo escalofrío de siempre.

— Déjame, por favor. Hazlo mientras estoy siendo amable.

— ¿Y si no lo hago, qué me vas a hacer, princesita? — Su aliento rozó con el mío — ¿Me lanzarás una maldición? ¡Ah es cierto! Eso lo hacen las brujas, no las princesas de los cuentos de hadas.

— ¡Que me sueltes y no me digas así! — Lo empujé fuerte y le di una cachetada — no soy ninguna princesa, puedo llegar a ensuciarme las manos sin problemas y en especial si se trata de ubicar a tipos como tú. ¡Pareces un perrito lamiendo toda mi cara!

— Vaya, qué salvaje, querida — una gota de sangre se deslizó de su labio y él la lamió —. Recuerda que estás tratando con el perro del desierto.

— ¡Yo te dije, perrito! No pienso llamarte nunca de esa forma, es demasiado despectiva. Además, lo he dicho con una intención totalmente opuesta a la que las personas tienen hacia ti.

— Nunca digas nunca, princesa del Zoco. Te recomiendo que no te juntes conmigo, si los demás te ven a mi lado empezarán a decir que te alejes como si fuera un leproso.

— ¡Pero si eres tú el que se me aparece a cada rato! Además, aunque los demás hablen, si quiero estar a tu lado, lo haré sin importar lo que dirán…

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP