8: A su rescate

Podía ver cierta sorpresa en los ojos de Zahid, aunque casi no se veía, pues noté cierto cambio en su mirada.

— Nunca me han importado las habladurías de los demás y sé bien que en el fondo eres una buena persona, pero esta sociedad te ha hecho pasar por alguien malo, todo por culpa de la forma como te concibieron. Ya sé bien lo que Farís le hizo a tu madre y lamento mucho que las cosas se dieran así.

— Interesante, quién diría que la princesa llorona tiene el valor de tocar un tema que es un tabú en el medio por el que te mueves. Pensé que solo eras una llorona que se lamentaba porque un idiota no la ama de la forma que ella lo ama.

— En definitiva, contigo no se puede hablar con cortesía, en fin. Es cierto que me duele el hecho de que Selim no me quiere de la manera que yo lo quiero; sin embargo, no ando llorando y, aunque así fuera, no creo que tenga algo de malo. Todos en cierto punto necesitamos llorar y tú no eres la excepción. Si acaso algún día necesitas un hombro para llorar, cuenta conmigo.

— ¿Yo? ¿Llorar? Por favor princesita, las lloronas son ustedes y no nosotros. Así que deja de decir absurdos porque nunca voy a derramar una sola lágrima por nadie, menos por una mujer.

— Nunca digas nunca, tú mismo lo has dicho. Si tienes glándulas lagrimales puedes llorar, lo que pasa que la sociedad dice que los hombres no lloran y considero eso algo absurdo.

Me fui de donde estaban mis padres después de despedirme de ellos. Conforme avanzaba podía sentir la mirada de Zahid en mi espalda, no entendía por qué se obstinaba tanto en hacerme perder la paciencia que tenía.

Subí al carro y, mientras iba a medio camino, empezó a llover. Aún faltaba un buen trecho para llegar a la carretera, me di prisa en manejar, ya que aquí se ponía el camino impasable. Al final corrí con la mala suerte de que mi coche se quedó estancado en el lodo.

— ¡Maldición! — Golpee el volante — ¡No puedo creerlo!

Escuché que venía alguien, así que bajé la ventana y saqué la cabeza. Una moto se detuvo a mi lado. El conductor iba vestido todo de negro y su casco no era la excepción.

— Disculpe, quería saber si me podía ayudar. Como puede ver me encuentro…

No terminé la frase, ya que él se quitó el casco, por un demonio. ¡Qué tonta que fui al pensar que era otra persona si aquí no venía nadie!

— ¿Necesitas ayuda, princesita? — Zahid habló con burla — vamos, solo dilo. Querido Zahid, necesito de tu maravillosa ayuda porque fui una torpe en meter un carro a este camino en una temporada de lluvias y no tiene las llantas necesarias.

— Olvídalo y vete — respondí resoplando —. Prefiero quedarme aquí, a subir en esa moto contigo. Hasta el momento solo lo he hecho con Selim, ya que es sumamente cuidadoso. No sé si a ti se te va a meter el chamuco y vas a acelerar solo para asustarme.

— Muy bien, entonces llama a tu querido Selim — él se puso el casco y se levantó el vidrio —. Eso sí, vamos a ver si la loca esa lo suelta. Te recomiendo que salgas aquí antes de que oscurezca. Nunca se sabe qué clase de animales salvajes puede traer la lluvia y al ver tu piel tan tierna, van a ver carne fresca. Ya te imagino en primera plana y en todos los titulares, Princesa del Zoco perece en los colmillos de un tigre, de un leopardo, de un león, de una hiena. En fin, tanta fauna que puede servirse de una presa tan suave.

Zahid se fue con una sonrisa burlona en su rostro, al mirar mi celular vi que no tenía casi pila y con la mala suerte que no tenía ningún cable para cargarlo con el coche. Al final no tuve más opción que sacar la cabeza y buscar a ese tonto que solo había hecho que me asustara.

— ¡Demonios, ya se fue! ¡Eres una genio, Kenna! Solo a ti se te ocurre correrlo cuando estás en medio de la nada y…

— ¿Acaso buscabas a alguien, princesa? 

Di un grito fuerte y miré que en la otra ventana se encontraba Zahid, él sonrió ladinamente mientras quería matarlo con mis propias manos.

— No es conveniente que me mates aquí mismo, no tendrías a alguien que te lleve a la civilización de la que viniste huyendo.

— Puedo robar tu moto y llegar a la ciudad.

— ¡Huy, quién diría que la princesita se iba a querer ensuciar las manos con sangre! ¿Acaso piensas matarme? ¿No tienes miedo del qué dirán? Recuerda que tienes una reputación que mantener.

— ¡Déjate de boberías y ayúdame! Por favor — dije esto último en tono suplicante — tengo una salud frágil aunque no aparente y mi cuerpo sufre con las temperaturas extremas.

Zahid arrancó en su moto y por un microsegundo pensé que me había dejado ahí, pero sabía que no era capaz de hacer eso. Él solo dio la vuelta y dejó la moto a cierta distancia.

— Ven aquí — abrió la puerta de mi coche y miré sus botas llenas de lodo —. No tengo una alfombra roja, pero mis brazos son fuertes para sostenerla, princesita.

Lo miré con reproche, pero no dije nada. En el momento en que mis pies iban a tocar el lodo, él me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo.

— ¿Qué clase de perro sería si permitiera que la princesa toque con sus delicados pies el inmundo lodo? 

Intenté reclamar, pero no lo hice, al final estaba siendo considerado a su manera. 

Él me colocó en su espalda y sin ninguna dificultad me subió en su moto.

— Ten — Zahid me pasó un casco — no tengo otro extra, así que toma el mío.

— Muchas gracias — lo tomé y antes de ponérmelo miré a Zahid —. ¿A qué se debe tanta amabilidad?

— Si quieres que sea un bestia, pues solo dilo — él habló burlonamente mientras me veía hacia atrás con el rabillo de su ojo — anda, ponte el casco que no quiero que me vean contigo, solo problemas me vas a traer.

Zahid arrancó una vez que me puse el casco y le di mi dirección, a duras penas pude sostenerme de su chaqueta y sentí como el aire se cortaba en mi piel. 

Las curvas me pusieron los pelos de punta y me tuve que sostener más fuerte de su chaqueta, cerré los ojos con todas mis fuerzas y los abrí cuando sentí que la moto se detuvo.

— Estás servida, princesa — él dijo en tono burlón y abrí mis ojos — ¿Qué esperas para bajar de mi moto? Si crees que te voy a bajar estás equivocada.

— No necesito hacerlo, al parecer te haces el ciego cuando te demuestro que soy capaz de hacer muchas cosas sin necesidad de ayuda.

— Eso no parecía cuando estabas allá en tu coche. Incluso estabas asustada pensando que ibas a ser la cena de algún animal salvaje, no te preocupes, princesa, por estos lados no hay en libertad esa clase de bichos por aquí, todos están en el zoológico que tú financiaste.

Me bajé sin ayuda de la moto y él me quedó mirando de pies a cabeza cuando le entregué el casco, su sonrisa ladina me enojó demasiado así que decidí confrontarlo.

— ¿Qué tanto me miras? Ya vete que te di tu casco.

— Ten — él se quitó su chaqueta y me la dio —. No creo que quieras que alguien dentro de la casa vea tu sostén y por ende tus pechos. Por cierto, vaya que usas lencería atrevida.

Cuando él dijo eso fue que me di cuenta de que la blusa estaba mojada y pegada a mi cuerpo. Rápidamente, me puse la chaqueta y miré a Zahid con reproche.

— ¡¿Por qué no has dicho nada antes y ahora sí?! 

— Porque ya vi lo que me interesaba y no quiero que nadie más miré lo redondos que son tus pechos.

No me dio oportunidad de reclamarle, él arrancó y el viento ahogó la risa sarcástica que salió de esa m*****a boca.

— No puedo creerlo, juro que ningún hombre me había vuelto tan loca como él. En fin, al menos ya estoy en casa y lo mejor es ir a cambiarme antes que me resfríe.

Entré a casa y no había nadie. En cuanto llegué a mi cuarto, puse mi celular a cargar. Luego de darme un baño con agua caliente, fui a la cama y encendí mi teléfono. Tenía varias llamadas perdidas, pensé que eran de Selim, pero de él solo tenía una llamada pérdida, el resto eran de Aramis y de Zhara.

— Hermanito, me encuentro en casa — le regresé la llamada — ¿Puedes venir ya? Sabes que no me gusta la lluvia.

“Voy en camino, ya iba a hacer un reporte de la princesa desaparecida — él rio y yo también — ¿Todo está bien?”

— Sí, fui a ver a mamá y a papá. Necesito que envíes una grúa, ya que el carro se quedó estancado.

“¿En serio? ¿Y cómo has llegado a casa? El camino se pone intransitable y dudo mucho que vinieras caminando desde allá.”

— Digamos que tuve cierta ayuda, solo date prisa, que no quiero estar sola.

Colgué y miré la chaqueta de cuero de Zahid, ¿Por qué se empeñaba en dar esa imagen de chico malo? No era así. Sinceramente, mejor dejo de querer entenderlo porque solo voy a complicarme la vida, además a mí qué me importa si da una mala imagen, al final es muy su asunto.

— Hola, Selim — decidí llamarlo para distraer la mente — ¿Qué sucede?

“Hola, Kenna. Es para decirte que quiero celebrar tu regreso, es en la casa de la playa, ¿Puedes o no?”

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