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2: Atentados prevenidos

Mi cuerpo se acopló en el carro y después el potente motor arrancó. El dolor seguía latente y tenía miedo de perder la vista.

— Ya hemos llegado — escuché cuando Selim se desabrochó el cinturón y lo hizo con el mío — espera un momento.

Nuevamente, me cargó y escuché el ruido tradicional del hospital junto con el olor al desinfectante que llegaba hasta mi nariz.

— Necesito ayuda, ella no puede abrir los ojos y la han golpeado. Por favor, se trata de la señorita Kenna Rizik.

Estas simples palabras fueron suficientes para que todo el personal se moviera de manera desenfrenada. Los doctores llegaron e intentaron hacer que Selim se fuera, pero lo dejaron, ya que yo no quería estar sola.

— ¿Qué le sucede, señorita Rizik? — un doctor me preguntó mientras escuchaba que se ponía los guantes — ¿Quién la agredió?

— Fue una persona que no conozco, ella me arrojó un vaso con agua helada y algunos pedazos de hielo entraron en mis ojos. Me duelen demasiado y no puedo abrirlos, por favor dígame que no los voy a perder.

— Tranquila, los voy a abrir poco a poco, así que trate de aguantar. Colocaré un poco de solución para deshacer cualquier fragmento de hielo que pueda tener ahí dentro.

Él hizo esto y sentí una gran molestia, pero dado que Selim sostenía mi mano fue aún más reconfortante. 

— Puede abrir los ojos, señorita Rizik — el doctor habló con calma —, confíe en mí. Puede ser que el aire le cause molestias, pero ya está todo bien.

Poco a poco fui abriendo los ojos, un enorme ardor se posesionó de mis ojos, pero todo fue mejorando paulatinamente. Lo primero que miré fue a Selim y le sonreí.

— Hola, Selim — sonreí y le di un abrazo — que gusto volver a verte después de todos estos años.

Pude sentir como el alivio llegó a su cuerpo, él se relajó bajo mis dedos y me abrazó aún más fuerte. 

— ¿Cómo se siente, señorita Rizik? — el doctor me habló y lo miré — muy bien, le enviaré unas cuantas gotas tibias para que baje el enrojecimiento. Vaya que ese hielo ha causado estragos en usted. Luego tendrá que venir para revisarla.

— Está bien, muchas gracias por su atención, doctor. Ahora le agradecería que me diera de alta, por favor. Creo que todo mundo sabe que detesto los hospitales.

— Lo sabemos, por suerte eso no aplica cuando va a hacer donaciones. Gracias a usted es que tenemos un departamento de oftalmología.

— Menos mal que se abrió, si no hubiera tenido que ir a la ciudad vecina y todo hubiese sido peor.

Me dieron la medicina y el alta. Al salir de la sala miré a Aramis junto con Zhara, ellos se veían totalmente angustiados por lo que me había sucedido.

— No se preocupen que ya todo está bien. Ahora vamos a comer porque muero de hambre y ya saben que no es conveniente verme enojada.

Nos fuimos del hospital y llegamos a un restaurante que se encontraba en el centro de la ciudad. Cuando las personas nos vieron, inmediatamente nos hicieron pasar a un salón privado y los meseros llegaron a atendernos.

— Vaya que manera de encontrarnos — miré a Selim — ¿Cómo has estado? ¿Te tratan bien en el trabajo? Espero que sí porque no me gustaría saber que mi hermano está abusando de su ingeniero en jefe.

— Sabes bien que eso no pasa en tu empresa — Selim me miró con una sonrisa en sus ojos — qué increíble, cómo has cambiado. Ya no queda rastro de aquella adolescente gordita.

— Fue el estirón de los 22 años y todo el estrés que me causó ser la heredera de mi abuelo, en fin, no hay mucho que decir. 

— Claro que hay mucho que decir, fueron diez años después que te fuiste y no creo que vivieras en una cueva durante todo ese tiempo.

— Pues no estás muy lejos de la realidad. Vivía trabajando y sumida en unas columnas de libros que parecían formar una cueva. Qué suerte tuvieron ustedes de estudiar una sola carrera, a mí me tocó aprender de todo un poco para poder hacerme cargo de las diversas inversiones que tiene mi familia.

— Ya dejen de hablar de trabajo — Aramis bebió una copa — mejor quiero hablar con ustedes. Hagamos algo el fin de semana para celebrar que te encuentras aquí.

— ¿Cómo qué? Pensaba ir a trabajar en los problemas que hay en la empresa de tu padre y lo sabes bien, quisiera irme a Dubai cuanto antes.

— Calma Princesa del Zoco — Aramis arrugó su nariz y movió su cabeza de un lado al otro — rara vez te tengo aquí y quiero aprovecharte.

— Es cierto que rara vez estoy aquí, pero tú puedes viajar a Dubai. Bien sabes que mi abuelo te quiere como si fueras su nieto y siempre eres bienvenido sea en su mansión o en mi Penthouse.

— Veremos si viajamos para las festividades de Navidad. Sé bien que tú haces una recepción increíble para tus socios extranjeros.

— Así es — miré a Selim — la invitación también está para ti y para los que quieras invitar. Por el vuelo no se preocupen que tienen a la disposición el jet de mi familia.

— Gracias. Oye, Kenna — miré a Selim algo nervioso — respecto a lo que pasó con…

— No quiero hablar del tema — corté de forma tajante — luego hablaremos de eso, mientras tanto tratemos de disfrutar el delicioso almuerzo que nos ofrecen en este maravilloso restaurante.

Mientras estábamos comiendo pude escuchar un enorme escándalo que venía desde fuera. Suspiré pesadamente y traté de mantener la compostura.

— Disculpé — llamé a uno de los meseros — me puede decir que está pasando allá afuera.

— No tengo idea, señorita Rizik. Lamentamos mucho los inconvenientes. Iré a averiguar en estos momentos el asunto que la perturba.

Antes de que el mesero abriera la puerta, alguien vino a tumbarla por completo. La misma mujer que me había agredido se encontraba ahí mismo, vuelta una furia.

— ¡Eres un cínico, Selim! ¡Cómo se te ocurre cargar a tu amante delante de mí e irte de esa manera!

— Yo no soy la amante de Selim. Si tan solo dejaras de gritar como si fueras una demente, todo se podría resolver hablando como dos personas civilizadas que se supone que somos.

— ¡Tú no te metas en esto, m*****a zorra!

— Ay, Dios mío, yo no puedo con esta loca — mis ojos vieron a Selim —. Hazte cargo de ella, yo me voy a ir, tengo muchos papeles que ver y también quiero descansar de mi vuelo.

En el momento que me iba a ir, ella tomó un cubierto y lo puso cerca de mi cuello. Todos se tensaron y vi que los dos hombres junto con Zhara querían intervenir.

— No se acerquen — ellos se detuvieron — ella no está bien y tengo miedo que los lastimé.

— Yo no estoy loca — ella apretó el cuchillo en contra de mi yugular — eres tú la que ha venido a arruinar mi relación con Selim.

— ¿Realmente crees que una persona en sus cinco sentidos haría algo así? Si piensas que es así, te digo que te encuentras más loca de lo que pienso. Te has hecho una telenovela en tu mente y ni siquiera te has dado la oportunidad de escuchar quién soy.

— No hace falta, es más que obvio que Selim te quiere mucho. Eres una golfa que se quiere meter en el medio para arruinar la hermosa relación que tenemos.

— De todo lo que dijiste hay algo cierto y es el hecho de que Selim me quiere mucho, pero no es de la manera que piensas.

— ¡Cómo se te ocurre decir eso! 

Justo en el momento que gritó, ella sostuvo con más fuerza el cuchillo y sentí una humedad descendiendo lentamente por mi cuello. 

Pensé que me iba a matar ahí mismo, pero de repente un golpe en seco fue lo siguiente que escuché y la presión que se ejercía en mi cuello desapareció casi al instante.

— Demonios, antes aquí era un buen sitio para comer — una voz ronca y gruesa habló — ahora dejan entrar a unas locas para venir a pegar cuatro gritos.

El tazón de metal resonó en el salón. Fue ahí donde lo miré, un hombre de cabello negro y largo, tez pálida, sus ojos eran totalmente oscuros.

— Vaya qué escándalo, la próxima vez dejen a la loca amarrada en casa o, por último, denle drogas para que se quede tranquila. Dado que no se puede sacrificar, pues hagan eso al menos y así dejan al resto en completa paz para consumir la comida de acá y que de paso no es nada barata.

— Lamentamos mucho los inconvenientes, a modo de disculpa permítame pagar su cuenta y la de sus acompañantes.

Él me miró y vio mi cuello. Un largo suspiro se escapó de sus labios y luego tomó una servilleta para limpiar esa zona. 

— ¿Realmente piensas que no tengo dinero para pagar una comida aquí? — él habló mientras estaba cerca de mí y me puse nerviosa — calma, que no muerdo, bueno, si lo hago, pero no muy duro…

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