CAPÍTULO 9

—Vamos, Mia. No te pongas tan nerviosa —continuó, su tono burlón nunca desapareciendo—. ¿No te parece algo absurdo, siendo mi esposa, que no puedas ayudarme a ponerme una simple camisa?

Mis manos temblaban mientras trataba de procesar lo que me estaba pidiendo. Estaba atrapada en una situación surrealista, incapaz de apartar los ojos de su cuerpo… de la tensión en su mandíbula, de la forma en que sus músculos se tensaban con cada movimiento. Todo lo que tenía en mi mente era que estaba en una pesadilla. Una de la cual no sabía si podría despertar.

Se inclinó hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su piel, y susurró en mi oído:

—Te prometo que no morderé… a menos que me lo pidas.

El pánico y la confusión explotaron en mi pecho, mientras intentaba mantener la compostura, pero sabía que había perdido completamente el control de la situación. Estaba atrapada.

Mis manos temblaban mientras intentaba controlar mi respiración. Sebastiano me estaba mirando con una expectativa peligro
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