CAPÍTULO 12

Me había dado otra ducha, tratando de lavarme no solo el sudor y la tensión del día, sino también la incertidumbre que me carcomía por dentro. El vapor se disipaba lentamente en el cuarto de baño, pero no lograba borrar el caos que reinaba en mi mente.

Tuve que utilizar nuevamente todas las pertenencias de Sebastiano. Un cepillo de dientes nuevo que él había dejado a un lado, su shampoo de aroma amaderado, su jabón que dejaba un rastro de él en mi piel, su crema... y ahora, otra vez, su ropa. La tela suave de su camiseta me resultaba ajena y a la vez envolvente, como si me recordara constantemente a quién pertenecía. La fragancia de Sebastiano estaba impregnada en todo, envolviéndome en su esencia y haciéndome sentir incómodamente cerca de él, incluso cuando no estaba presente.

¿Dónde estaba mi maleta?

No entendía qué había sucedido con la pequeña maleta que había traído conmigo. Desaparecida, como si nunca hubiera existido. Todo lo que me pertenecía parecía haberse desvanecido, y lo
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