La tarde pasó sin que volviera a ver a Sebastiano, y la noche también. No escuché sus pasos en el pasillo hasta que la madrugada irrumpió en el silencio de la habitación. La puerta se abrió suavemente y él entró con un aire agotado y ausente. Apreté los ojos, intentando no pensar en ello, en volver a dormir, pero, de repente, una serie de maldiciones ahogadas y gruñidos provinieron del baño.Rodé los ojos y suspiré, preguntándome qué tanto drama podría causar. Al final, no pude evitar levantarme para ver qué ocurría.—¿Por qué tanto ruido? —pregunté.Al abrir la puerta del baño, lo encontré peleando torpemente con los botones de su camisa, visiblemente frustrado. Su brazo herido no le permitiría moverse con facilidad; estaba pagando las consecuencias de no haber usado el cabestrillo durante el día, especialmente después de cargarme.Él levantó la vista, sus ojos tensos suavizándose un poco al verme.—Lo siento por despertarte, no era mi intención —respondió entre dientes, tratando de
Una semana despuésHabía pasado una semana desde esa conversación nocturna con Sebastiano. Durante esos días, nuestra interacción fue mínima, y él se ausentaba la mayor parte del tiempo. No supe si debía sentirme aliviada o frustrada por su repentina distancia. Quizás estaba tratando de darme espacio, o simplemente tenía asuntos que atender en su mundo.Me dediqué a la rutina, recorriendo los largos pasillos de la mansión y procurando no pensar en nuestra conversación ni en el hecho de que, en algún punto, todo esto tendría que terminar. Sin embargo, esa tranquilidad aparente no duraría mucho.Una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Sebastiano regresó a la mansión sin previo aviso. Apenas entró, su mirada buscó la mía con una intensidad que me hizo tensarme de inmediato. Algo en su expresión, en la rigidez de su postura, advertía que no estaba de humor para sutilezas.—Necesito hablar contigo, Mia —anunció con voz fría y cortante, omitiendo cualquier saludo o gesto amistoso.A
Horas más tarde, estaba a punto de quedarme dormida cuando sentí el peso de Sebastiano hundiendo la cama junto a mí. Rápidamente, cerré los ojos y fingí seguir durmiendo, tratando de mantener mi respiración acompasada y serena. Los segundos pasaron en un tenso silencio, y por un momento, pensé que solo se acomodaría y se dormiría también, pero no. Sentí su mano deslizándose suavemente hacia mi cintura, su toque firme y decidido, como si estuviera reclamando algo que, en su mente, le pertenecía.Me obligué a relajarme, a no dejar que mi cuerpo reaccionara. No quería que Sebastiano supiera que estaba despierta, ni estaba segura de cómo enfrentarlo después de lo antes; mi único plan, si es que podía llamarlo así, era seguir fingiendo, ser la esposa que esperaba que fuera, para proteger la vida de mi madre y la mía. Pero hacerlo era una prueba que cada vez se volvía más difícil de superar.Su mano aferró mi cintura con más firmeza, atrayéndome contra su pecho. Su calor y la fuerza de su c
Cuando su mano comenzó a descender lentamente, explorando con una determinación que dejaba claro lo que buscaba, mi mente me gritaba que debía detenerlo, que debía romper ese beso antes de cruzar esa línea de la que sabía que ya no habría retorno. Pero la excitación que me consumía, la presión creciente que había estado acumulándose en cada segundo, me impidió siquiera intentarlo. Lo único que quería era liberarme en esa sensación, perderme en el placer que sus caricias prometían.Su mano se deslizó bajo mis bragas, y cuando sus dedos encontraron mi punto de placer, un estremecimiento recorrió cada rincón de mi cuerpo. Un gemido escapó de mis labios, involuntario, alto y vulnerable. Avergonzada por el sonido, me sonrojé, pero él no pareció dudar ni un segundo; ese pequeño suspiro solo pareció incitarlo a ir más allá, a explorarme sin reservas. Sus dedos se movían con destreza, encontrando el ritmo perfecto que hacía que mi respiración se entrecortara, llevándome al borde de un abismo
POV SEBASTIANOEsa mañana, cuando abrí los ojos y sentí una respiración cálida en mi cuello, me sorprendí por varias cosas. Primero, nunca antes había dormido con nadie; ni siquiera con Alessandra. La facilidad con la que había, no diría “acostumbrado”, pero sí aceptado a Mia en mi cama era algo que aún no comprendía del todo. Tenerla encima, su cuerpo prácticamente enredado en el mío, no me resultaba desagradable. Y eso me molestaba.Mientras mi mente repasaba la noche anterior, sentí una punzada de irritación y deseo. Había empezado probándola, buscando el límite hasta donde ella seguiría, y eso había terminado con mis manos masturbándola y ella chupando mi pene.Mierda.Tenía muchas dudas respecto a Mia, pero la palabra "ángel" había quedado clavada en mi memoria. Sabía que esa palabra significaba algo para mí, aun cuando no lograra recordar exactamente qué. Últimamente, mis recuerdos del último mes antes del accidente eran borrosos, fragmentados en piezas dispersas, y aún trataba
Me observé en el espejo de cuerpo entero, ajustando los últimos detalles de mi vestido. Había elegido un vestido largo de seda negra que abrazaba mi figura de manera elegante y provocativa, con un escote en la espalda que dejaba al descubierto mi piel de forma sutil. Los tirantes finos se deslizaban sobre mis hombros como una caricia, y el corte alto de la falda revelaba una pierna cuando me movía, dándole un toque de audacia a mi apariencia. Mis labios, pintados de un rojo profundo, contrastaban con mi piel, mientras que mis ojos, maquillados con un delineado felino y sombras doradas, brillaban con un toque de desafío.Coloqué los pendientes de diamantes que Sebastiano me había regalado y alisé mi cabello, recién ondulado, sintiendo una punzada de ansiedad que amenazaba con asfixiarme. Sabía que esta noche estaría bajo la mirada de esas personas que había visto en su “velorio”, el peso de la expectativa me aplastaba. Respiré hondo y me obligué a enderezar los hombros. Necesitaba pare
El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.Dejé
POV VALENTINA MORELLILa expectativa y el temor se mezclaban en mi mente mientras aguardaba la llegada del guardaespaldas que mi padre había decidido asignarme. La sola mención de su apodo, "la bestia", había encendido una chispa de aprensión que ardió en lo más profundo de mis pensamientos.Cada sonido fuera de la puerta aumentaba mi ansiedad. Saber que este hombre, conocido por su ferocidad en peleas y aparentemente desprovisto de emociones, se convertiría en mi sombra protectora, me sumergía en una inquietud incontrolable. ¿Cómo podía confiar mi seguridad a alguien tan imponente y aparentemente despiadado?Las historias sobre él se propagaban como sombras susurrantes, creando una imagen de un individuo sin tacto, un ser cuya presencia resonaba más como una amenaza que como una protección. La sola idea de compartir mi espacio con alguien tan distante y enigmático me hacía cuestionar las decisiones de mi padre.—Hija, buenos días —giré para encontrarme con la figura de mi padre, emer