Cuando sus ojos oscuros se clavaron en mí, por un instante, el mundo pareció detenerse. No había calor en esa mirada, solo una frialdad que me atravesó como una daga.No podía apartar la vista de él, aunque mi instinto me gritaba que lo hiciera. Había algo en él que me aterraba, pero al mismo tiempo me atraía de una forma primitiva, como si el peligro que representaba fuera imposible de ignorar. Su expresión, dura como el mármol, dejaba claro que yo no era bienvenida allí.—Te pregunté quién eres —repitió, su tono helado y más firme, arrancándome del estado de shock en el que me encontraba.Abrí la boca para responder, pero las palabras se negaban a salir. Mi garganta se cerró, seca de golpe. ¿Qué podía decirle? ¿Quién era yo realmente en este lugar? ¿Una esposa impostora? ¿Una mentirosa atrapada en una farsa? ¿Una intrusa en la vida de un hombre que estaba muerto? ¿Y quién era él? Mi mente se aceleró. ¿Podría ser él... Sebastiano? No. No podía ser. Sebastiano estaba muerto. Entonce
POV SEBASTIANODespués de que se desmayara en mis brazos la había traído a mi habitación. A mi jodida habitación, donde absolutamente nadie entraba. ¿Por qué mierda la había traído aquí? ¿Tal vez algo en mi sabía que era mi esposa? No, jodida mierda que no. Miré a la mujer tendida en mi cama, su cuerpo pequeño y frágil contrastaba con la opulencia de mi habitación. Cada minuto que pasaba observándola me llenaba de más preguntas que respuestas. ¿Cómo demonios había terminado aquí, vestida con mi ropa, comiendo mi comida, y diciendo que era mi esposa? No tenía sentido.Sabía que Dario no mentía, pero eso no significaba que la situación fuera real. El peso de mi pasado y mis decisiones siempre había sido calculado, y jamás dejaba un cabo suelto. ¿Casado? Imposible. Mi compromiso con Alessandra era parte de un plan más grande, una alianza meditada con los Conti, un paso clave para expandir mis negocios en Miami. Ella no era el amor de mi vida, pero era útil. Y si algo había aprendido
POV SEBASTIANOPara cuando Dario volvió, la frustración me estaba carcomiendo. Sentía la tensión subir por mi cuello, irradiando dolor hasta mi brazo en cabestrillo. Mi paciencia estaba al borde del colapso.—No vas a solucionar nada ahora, no hasta que puedas recordarla y… —comenzó Dario, pero lo corté en seco.—No —dije con firmeza, apretando la mandíbula—. Admito que al principio no recordaba algunas cosas, ni siquiera mi puto nombre cuando desperté en ese maldito hospital. Pero ya he empezado a recordar. Mi vida, mis decisiones... todo está regresando. Y sé que, si me hubiese casado con ella, lo recordaría. ¿Por qué carajos no recordaría algo tan importante?Se encogió de hombros, bajando la voz en un murmullo.—No lo sé...Mi frustración se intensificó, las piezas del rompecabezas no encajaban, y eso solo me hacía más jodidamente furioso.—¿Y por qué no te lo habría dicho a ti? —continué, levantándome de mi asiento y caminando con pasos tensos—. Eres mi mejor amigo, mi consiglier
—Vamos, Mia. No te pongas tan nerviosa —continuó, su tono burlón nunca desapareciendo—. ¿No te parece algo absurdo, siendo mi esposa, que no puedas ayudarme a ponerme una simple camisa?Mis manos temblaban mientras trataba de procesar lo que me estaba pidiendo. Estaba atrapada en una situación surrealista, incapaz de apartar los ojos de su cuerpo… de la tensión en su mandíbula, de la forma en que sus músculos se tensaban con cada movimiento. Todo lo que tenía en mi mente era que estaba en una pesadilla. Una de la cual no sabía si podría despertar.Se inclinó hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su piel, y susurró en mi oído:—Te prometo que no morderé… a menos que me lo pidas.El pánico y la confusión explotaron en mi pecho, mientras intentaba mantener la compostura, pero sabía que había perdido completamente el control de la situación. Estaba atrapada.Mis manos temblaban mientras intentaba controlar mi respiración. Sebastiano me estaba mirando con una expectativa peligro
Dio otro paso más hacia mí, hasta que el borde de su cuerpo rozaba el mío. El calor que emanaba de su piel, apenas cubierto por la camisa que acababa de abotonar, me envolvía. Su mano se levantó lentamente, y por un segundo pensé que iba a tocarme.Me tensé, mi pulso acelerado. Pero su mano se detuvo a centímetros de mi mejilla, y él ladeó la cabeza, como si estuviera contemplando algo profundamente.—Seguramente eres tan poca agraciada como para que yo solo te haya follado una vez, Mia.La frase me golpeó como una bofetada invisible, y me quedé quieta, mi mente aturdida mientras intentaba procesar lo que acababa de decir.¿Cómo podía ser tan cruel?La frustración y la incomodidad se mezclaban con una rabia creciente. No sabía qué responder. Nunca había estado en una situación así.Fruncí el ceño, tratando de mantener mi dignidad a pesar de las circunstancias.—¿Qué? —murmuré, casi sin voz, sintiendo cómo mi pulso martilleaba en mis oídos.Me observó de arriba abajo, sus ojos recorrie
No dejaba de caminar por toda la habitación, moviéndome de un lado a otro como una marioneta rota, impulsada por la desesperación. Mi mente era un caos absoluto, una maraña de pensamientos que no lograba desenredar. Todo había cambiado tan bruscamente, como si mi vida hubiera dado un giro de 180 grados en cuestión de horas. El suelo se sentía inestable bajo mis pies, y no podía encontrar la manera de sostenerme.¿Cómo había llegado hasta aquí?Nunca debí haber aceptado esta locura. Pero en ese momento, la desesperación por salvar a mi madre me había nublado el juicio. Lo había hecho por ella, por darle una oportunidad de vivir. Sin embargo, ahora me enfrentaba a algo mucho más oscuro de lo que había imaginado.No podía arrepentirme, no cuando la vida de mi madre dependía de ello, pero la magnitud de lo que había hecho me asfixiaba. No podía seguir así, mintiendo, viviendo una vida que no era la mía. Engañar a Sebastiano era como caminar sobre un campo minado. Aunque tuviera lagunas me
Me había dado otra ducha, tratando de lavarme no solo el sudor y la tensión del día, sino también la incertidumbre que me carcomía por dentro. El vapor se disipaba lentamente en el cuarto de baño, pero no lograba borrar el caos que reinaba en mi mente.Tuve que utilizar nuevamente todas las pertenencias de Sebastiano. Un cepillo de dientes nuevo que él había dejado a un lado, su shampoo de aroma amaderado, su jabón que dejaba un rastro de él en mi piel, su crema... y ahora, otra vez, su ropa. La tela suave de su camiseta me resultaba ajena y a la vez envolvente, como si me recordara constantemente a quién pertenecía. La fragancia de Sebastiano estaba impregnada en todo, envolviéndome en su esencia y haciéndome sentir incómodamente cerca de él, incluso cuando no estaba presente.¿Dónde estaba mi maleta?No entendía qué había sucedido con la pequeña maleta que había traído conmigo. Desaparecida, como si nunca hubiera existido. Todo lo que me pertenecía parecía haberse desvanecido, y lo
Mi cuerpo se tensó al escuchar sus palabras, sintiendo como si las paredes de la habitación se cerraran sobre mí. La presión que ejercía su mano sobre mi rostro, aunque suave, era suficiente para recordarme el poder que tenía sobre mí, sobre todo lo que me rodeaba. No tenía escapatoria.Su mirada oscura seguía clavada en la mía, y no había duda alguna en sus ojos. Sebastiano estaba acostumbrado a obtener lo que quería, y ahora… yo era parte de ese "todo".—No te perteneces, Mia. —Su tono amenazante hizo que el nudo en mi estómago se apretara aún más—. Esta cama, esta casa, y tu cuerpo... todo es mío.El temor se deslizó por mi columna como una corriente helada, pero no podía permitirle que lo viera, que entendiera el alcance de su poder sobre mí. Tenía que mantenerme firme, aunque por dentro todo se estuviera desmoronando.—No soy un objeto, Sebastiano. —Mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, pero sabía que no sería suficiente para enfrentarlo—. No puedes simplemente… reclamarme