—Mi niña... no entiendo qué está pasando. ¿Cómo conseguiste el dinero para internarme?El peso de su pregunta cayó sobre mí como una losa. Me acerqué lentamente, entrelazando nuestras manos, obligándome a mantener una sonrisa que se sentía rota, mientras mi corazón latía frenéticamente.Ese hombre, que aún no me había dicho su nombre, había pagado por una atención exclusiva en uno de los hospitales más caros de California. Mi madre estaría internada por un tiempo, recibiendo su diálisis y estabilizándose. Después, iría a un centro de recuperación, acompañada de una enfermera que se encargaría de ella mientras yo... cumplía con mi parte del trato.No podía creer todo lo que estaba ocurriendo. La rapidez con la que mi vida había cambiado me dejaba aturdida, pero no podía quejarme. No con mi madre aquí, rodeada de médicos competentes, sabiendo que su tratamiento al fin había comenzado. El precio de mi libertad... de nuestra salvación.—Tengo una propuesta de trabajo, mami —dije, esforzán
En el camino, el silencio dentro del auto era sofocante.El motor del auto rugía con un ritmo constante, pero mis pensamientos eran un caos. Ninguno de los dos había dicho una palabra desde que nos subimos. Sentía su mirada ocasional, analizando cada uno de mis movimientos, cada expresión en mi rostro. Sabía que tenía preguntas, podía verlo en la forma en que sus ojos oscuros brillaban con algo cercano a la curiosidad, pero por alguna razón, las callaba.Me humedecí los labios, tratando de aliviar la tensión en mi garganta. Finalmente, rompí el silencio, aunque mi voz salió más débil de lo que esperaba.—¿A dónde iremos?Dario no tardó en contestar.—A casa —dijo con una frialdad que me hizo estremecer—. Donde siempre debiste estar.Mi corazón dio un vuelco ante sus palabras. Me obligué a asentir, aunque por dentro las dudas me carcomían.El silencio volvió a envolvernos, pero esta vez fue él quien lo rompió.—Quisiera saber cómo se conocieron tú y Sebastiano.Su pregunta me dejó sin
Había estado sentada todo el día, sin apenas moverme, con la excepción de cuando me levantaba brevemente del mueble para recibir las condolencias de aquellos que llegaban a lamentar la muerte de mi "esposo". Manteniendo el rostro decaído, las lágrimas caían de vez en cuando por mis mejillas, como si mi dolor fuera inconsolable. Todos creían que lloraba por él, por Sebastiano, pero la realidad era mucho más oscura. Estaba aterrada, cada segundo que pasaba sentía que todo lo que había construido con mentiras estaba a punto de desmoronarse.Me había dado cuenta que su accidente fue tan brutal, que ni siquiera pudieron recuperar su cuerpo, así que no había nada…ni siquiera cenizas.Me daba lastima el destino que había tenido.Las miradas furtivas y los murmullos discretos entre los presentes no pasaban desapercibidos para mí. Sabían algo, todos ellos. Cada persona que me miraba lo hacía con una mezcla de incredulidad y sospecha. Ahora lo entendía. Todos sabían del compromiso de Sebastiano
Me levanté alrededor de las ocho o nueve de la mañana, no lo sabía con certeza, pero jamás me había despertado tan tarde. Lo atribuí al agotamiento mental del día anterior, a la presión constante de medir cada palabra que decía y cada gesto que hacía. Ser cautelosa todo el tiempo, era agotador en un nivel que jamás había experimentado. La tensión con Alessandra, las miradas asesinas de los hombres y el desprecio palpable de las mujeres, todo me había drenado.Después del encuentro con Alessandra, el hambre se me había ido por completo. Mi estómago estaba en un nudo y la última cosa que quería era comida. Pero ahora, mientras me estiraba en la cama, sentía que podría devorar un mercado entero. Ayer, cuando Dario me había dejado en esta habitación, no tuve tiempo de observarla. Lo único que quería era tumbarme en cualquier superficie y dormir. Pero ahora, con la luz del sol filtrándose suavemente por las enormes ventanas, podía ver todo con claridad. Sentí un escalofrío recorriéndome l
Cuando sus ojos oscuros se clavaron en mí, por un instante, el mundo pareció detenerse. No había calor en esa mirada, solo una frialdad que me atravesó como una daga.No podía apartar la vista de él, aunque mi instinto me gritaba que lo hiciera. Había algo en él que me aterraba, pero al mismo tiempo me atraía de una forma primitiva, como si el peligro que representaba fuera imposible de ignorar. Su expresión, dura como el mármol, dejaba claro que yo no era bienvenida allí.—Te pregunté quién eres —repitió, su tono helado y más firme, arrancándome del estado de shock en el que me encontraba.Abrí la boca para responder, pero las palabras se negaban a salir. Mi garganta se cerró, seca de golpe. ¿Qué podía decirle? ¿Quién era yo realmente en este lugar? ¿Una esposa impostora? ¿Una mentirosa atrapada en una farsa? ¿Una intrusa en la vida de un hombre que estaba muerto? ¿Y quién era él? Mi mente se aceleró. ¿Podría ser él... Sebastiano? No. No podía ser. Sebastiano estaba muerto. Entonce
POV SEBASTIANODespués de que se desmayara en mis brazos la había traído a mi habitación. A mi jodida habitación, donde absolutamente nadie entraba. ¿Por qué mierda la había traído aquí? ¿Tal vez algo en mi sabía que era mi esposa? No, jodida mierda que no. Miré a la mujer tendida en mi cama, su cuerpo pequeño y frágil contrastaba con la opulencia de mi habitación. Cada minuto que pasaba observándola me llenaba de más preguntas que respuestas. ¿Cómo demonios había terminado aquí, vestida con mi ropa, comiendo mi comida, y diciendo que era mi esposa? No tenía sentido.Sabía que Dario no mentía, pero eso no significaba que la situación fuera real. El peso de mi pasado y mis decisiones siempre había sido calculado, y jamás dejaba un cabo suelto. ¿Casado? Imposible. Mi compromiso con Alessandra era parte de un plan más grande, una alianza meditada con los Conti, un paso clave para expandir mis negocios en Miami. Ella no era el amor de mi vida, pero era útil. Y si algo había aprendido
POV SEBASTIANOPara cuando Dario volvió, la frustración me estaba carcomiendo. Sentía la tensión subir por mi cuello, irradiando dolor hasta mi brazo en cabestrillo. Mi paciencia estaba al borde del colapso.—No vas a solucionar nada ahora, no hasta que puedas recordarla y… —comenzó Dario, pero lo corté en seco.—No —dije con firmeza, apretando la mandíbula—. Admito que al principio no recordaba algunas cosas, ni siquiera mi puto nombre cuando desperté en ese maldito hospital. Pero ya he empezado a recordar. Mi vida, mis decisiones... todo está regresando. Y sé que, si me hubiese casado con ella, lo recordaría. ¿Por qué carajos no recordaría algo tan importante?Se encogió de hombros, bajando la voz en un murmullo.—No lo sé...Mi frustración se intensificó, las piezas del rompecabezas no encajaban, y eso solo me hacía más jodidamente furioso.—¿Y por qué no te lo habría dicho a ti? —continué, levantándome de mi asiento y caminando con pasos tensos—. Eres mi mejor amigo, mi consiglier
—Vamos, Mia. No te pongas tan nerviosa —continuó, su tono burlón nunca desapareciendo—. ¿No te parece algo absurdo, siendo mi esposa, que no puedas ayudarme a ponerme una simple camisa?Mis manos temblaban mientras trataba de procesar lo que me estaba pidiendo. Estaba atrapada en una situación surrealista, incapaz de apartar los ojos de su cuerpo… de la tensión en su mandíbula, de la forma en que sus músculos se tensaban con cada movimiento. Todo lo que tenía en mi mente era que estaba en una pesadilla. Una de la cual no sabía si podría despertar.Se inclinó hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su piel, y susurró en mi oído:—Te prometo que no morderé… a menos que me lo pidas.El pánico y la confusión explotaron en mi pecho, mientras intentaba mantener la compostura, pero sabía que había perdido completamente el control de la situación. Estaba atrapada.Mis manos temblaban mientras intentaba controlar mi respiración. Sebastiano me estaba mirando con una expectativa peligro