MARTINHabía empezado todo mal. Lo sé. Mi impulsividad me traicionó y la lastimé de una forma que nunca me perdonaré. Fue un error terrible, una noche que jamás debió existir. La rabia me cegó y fui en contra de lo que me había prometido a mí mismo: ganarme su amor, no forzarlo. Pero aquí estoy, tratando de remediar lo irreparable.Verla ahora, sentada frente a mí, tan hermosa y vulnerable, me llena de un deseo ardiente y una tristeza profunda. Sus ojos no me mienten, por mucho que intente ocultarlo. Sé que le gusto, sé que sus labios me desean, y estoy seguro de que, tarde o temprano, lograré que su corazón también lo haga. Somos el uno para el otro. Lo sé en cada fibra de mi ser. Nacimos para estar juntos.—¿Piensas quedarte ahí observándome? —pregunto, con un tono risueño.—Sí. No me apetece entrar —responde, sin apartar la vista de mi.—¿Segura? —le lanzo un poco de agua juguetonamente, buscando relajar el ambiente.—Muy segura —responde, apenas esbozando una mueca en su rostro.S
LAURANo sé qué me sucede. De repente, estoy abrazada a Martín, perdida en un beso que parece consumir todo mi ser. Su lengua explora la mía con una intensidad que hace que mi cuerpo entero se tense, respondiendo al ritmo de sus manos que me sujetan con una firmeza casi posesiva.Quiero detenerme. Quiero apartarme, pero mi boca no me obedece. Es como si estuviera atrapada en un hechizo, en una tormenta de emociones que no puedo controlar.Entonces, escucho una risa.La risa inconfundible de Celina rompe el momento como un cristal que se hace añicos. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Me aparto de Martín de golpe y nado hacia la orilla con movimientos torpes, desesperados por salir del agua.Cuando finalmente alcanzo la orilla, el aire fresco golpea mi rostro, pero no alivia el calor que recorre mi cuerpo, ese calor que me quema de vergüenza, confusión y algo más que no quiero nombrar.—¡Laura! —grita Celina entre risas mientras se acerca con Ramiro, sus ojos brillando con diversi
LAURAEstoy perdida en mis pensamientos, intentando ignorar la incomodidad de la ropa húmeda pegada a mi piel. De repente, Martín se acerca y extiende su mano hacia mí, mostrando una pequeña flor silvestre. Su delicadeza me toma por sorpresa.—¿De dónde la sacaste? —pregunto, sin poder ocultar mi asombro.Él no responde de inmediato. En cambio, se inclina un poco hacia mí, lo suficiente para susurrar en mi oído:—Sabes que tu presencia provoca toda mi magia.El calor de su aliento y el tono bajo de su voz hacen que mi piel se erice. Me quedo inmóvil por un momento, sosteniendo la flor mientras él me observa con esa sonrisa que parece esconder algo más profundo.Cuando finalmente llegamos a la casa, Ramiro y Celina se adelantan para cambiarse de ropa. Martín y yo seguimos el mismo camino, aunque en silencio. Cada paso parece estar cargado de tensión, de algo que no se atreve a salir a la luz.Al llegar a mi habitación, no le dirijo la mirada. Entro rápidamente y cierro la puerta tras d
LAURAEl aire entre nosotros parecía cargado de electricidad, y cada roce de sus dedos encendía una chispa dentro de mí. Me acerqué un poco más, mis labios temblando por la cercanía, y sentí cómo su respiración se entrelazaba con la mía. Sin apartar la mirada, su mano recorrió suavemente mi cintura, deslizándose hacia mi espalda mientras yo me acercaba a él, como si algo invisible nos atraía.De repente, sus labios rozaron los míos con suavidad, primero con timidez, como si estuviera esperando una señal. La respuesta no tardó en llegar, y en un impulso, me dejé llevar, abrazando el calor de su cuerpo mientras el beso se profundizaba. Sus manos se movían con certeza, despojándome de las últimas barreras entre nosotros, y, sin que pudiera darme cuenta, ya estábamos en la cama.La suavidad de las sábanas me envolvió, pero lo que realmente me rodeaba era su presencia, su calor, su esencia. Los latidos de mi corazón se aceleraron, al ritmo de sus caricias, cada una más intensa que la anter
LAURAEn ese instante, cuando nuestros labios casi se encontraban, un grito repentino rompió el silencio.—¡Chicos! —gritó Ramiro desde la puerta, su voz firme pero con un tono animado que contrastaba con el torbellino de emociones que sentía dentro. Nos apartamos bruscamente, como si el grito hubiera sido un golpe físico.Mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos, mientras Martín daba un paso atrás, su mano soltando la mía con una mezcla de torpeza y arrepentimiento. Por un segundo, me pareció que buscaba mis ojos, pero yo los aparté rápidamente, temerosa de lo que podría encontrar en su mirada.—Vamos a desayunar —continuó Ramiro, acercándose con una sonrisa relajada, completamente ajeno a la tensión palpable en el aire. El momento se había roto, y el silencio que dejó en su lugar era ensordecedor.Martín asintió, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Pasó una mano por su cabello, como si intentara recomponerse, mientras yo intentaba hacer lo mismo. Mi mente esta
LAURALo observé interactuar con los encargados de iluminación, ajustando los ángulos para captar mejor el paisaje. Su entusiasmo era evidente, pero también lo era su atención al detalle. Se aseguraba de que cada elemento estuviera en su lugar, de que todo funcionara como debía. Era impresionante verlo en su elemento, como si todo a su alrededor estuviera diseñado para encajar con él.Me apoyé contra un árbol cercano, intentando procesar lo que sentía al verlo así. Había algo profundamente atractivo en esa combinación de carisma y profesionalismo. Por un momento, casi olvidé todo lo que había pasado entre nosotros la noche anterior. Aquí, en este entorno, Martín parecía una persona completamente distinta: un hombre hecho para liderar, para brillar.Pero entonces, él levantó la vista y me vio. Su mirada se encontró con la mía, y por un instante, el mundo pareció detenerse. No fue solo que me mirara, sino cómo lo hizo, como si supiera exactamente lo que estaba pensando, como si pudiera
CELINAEl auto avanzaba con suavidad por el camino serpenteante que llevaba de la hacienda a casa. Ramiro estaba sentado a mi lado, mirando por la ventana con una expresión pensativa. El chofer, un hombre mayor y siempre discreto, se concentraba en la carretera, dejándonos hablar con libertad.—¿Te diste cuenta de cómo estaba Martin hoy? —preguntó Ramiro de repente, rompiendo el silencio.Giré la cabeza hacia él, intrigada.—¿A qué te refieres?—Parecía... feliz. No como suele estar, ya sabes, tan serio y reservado. Hoy estaba de buen humor, incluso relajado —dijo, cruzando los brazos mientras se acomodaba en el asiento.—Sí, lo noté —admití, recordando cómo Martin había bromeado durante el desayuno, algo que no era habitual en él—. Fue agradable verlo así, aunque no sé qué lo habrá puesto de tan buen humor.Ramiro soltó una pequeña risa, aunque había un toque de ironía en ella.—¿Y Laura? —preguntó, mirándome de reojo—. Parecía nerviosa todo el tiempo, especialmente cuando se hablaba
CELINA—Claro que sí, amor. Sabes que me gustas muchísimo— respondo.—¿Me amas? —insiste, sus ojos buscando los míos, cargados de una intensidad que me desarma.—Te amo, Joshiel. Pero... es complicado. Martín...—Martín no tiene nada que ver con lo que siento por ti —me interrumpe con firmeza, aunque su tono sigue siendo calmado—. Esto es entre tú y yo, Celina. Lo que tenemos es real, y no quiero seguir ocultándolo.Sus palabras me atraviesan como un rayo. No puedo evitar pensar en todas las veces que he puesto excusas, en cómo el miedo me ha detenido. Pero también sé que lo que siento por él es tan real como el latido de mi corazón.—Martin no tiene nada que ver con lo que siento por ti —me interrumpe, con firmeza pero sin perder la calma—. Esto es entre tú y yo, Celina. Lo que tenemos es real, y no quiero seguir ocultándolo.—Joshiel, dame un poco más de tiempo, tengo hablar con mi familia.— Solo quiero que sepas que estoy aquí, que esto que siento por ti no va a desaparecer. Y cua