Capítulo 40

LAURA

Estoy perdida en mis pensamientos, intentando ignorar la incomodidad de la ropa húmeda pegada a mi piel. De repente, Martín se acerca y extiende su mano hacia mí, mostrando una pequeña flor silvestre. Su delicadeza me toma por sorpresa.

—¿De dónde la sacaste? —pregunto, sin poder ocultar mi asombro.

Él no responde de inmediato. En cambio, se inclina un poco hacia mí, lo suficiente para susurrar en mi oído:

—Sabes que tu presencia provoca toda mi magia.

El calor de su aliento y el tono bajo de su voz hacen que mi piel se erice. Me quedo inmóvil por un momento, sosteniendo la flor mientras él me observa con esa sonrisa que parece esconder algo más profundo.

Cuando finalmente llegamos a la casa, Ramiro y Celina se adelantan para cambiarse de ropa. Martín y yo seguimos el mismo camino, aunque en silencio. Cada paso parece estar cargado de tensión, de algo que no se atreve a salir a la luz.

Al llegar a mi habitación, no le dirijo la mirada. Entro rápidamente y cierro la puerta tras d
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