CELINA—Claro que sí, amor. Sabes que me gustas muchísimo— respondo.—¿Me amas? —insiste, sus ojos buscando los míos, cargados de una intensidad que me desarma.—Te amo, Joshiel. Pero... es complicado. Martín...—Martín no tiene nada que ver con lo que siento por ti —me interrumpe con firmeza, aunque su tono sigue siendo calmado—. Esto es entre tú y yo, Celina. Lo que tenemos es real, y no quiero seguir ocultándolo.Sus palabras me atraviesan como un rayo. No puedo evitar pensar en todas las veces que he puesto excusas, en cómo el miedo me ha detenido. Pero también sé que lo que siento por él es tan real como el latido de mi corazón.—Martin no tiene nada que ver con lo que siento por ti —me interrumpe, con firmeza pero sin perder la calma—. Esto es entre tú y yo, Celina. Lo que tenemos es real, y no quiero seguir ocultándolo.—Joshiel, dame un poco más de tiempo, tengo hablar con mi familia.— Solo quiero que sepas que estoy aquí, que esto que siento por ti no va a desaparecer. Y cua
CELINALa tarde comienza a teñirse de tonos anaranjados cuando, al salir, me encuentro con Ramiro.—¿Qué sucede? ¿Por qué esa cara larga? —pregunta con curiosidad.—Joshiel me mandó al diablo.—¿Qué?—No quiero hablar de ello.Intento evitar el tema, pero apenas hemos avanzado unos metros cuando, de repente, Joshiel aparece frente a nosotros. Lleva una rosa en la mano, y aunque mi mirada se cruza con la suya por un segundo, paso de largo, casi arrastrando a Ramiro conmigo.Joshiel no se rinde. Me sigue y, al alcanzar mi mano, me detiene. Ramiro, captando rápidamente la situación, se aparta con discreción.—Te espero en la parada de buses, pero no tardes —dice antes de alejarse.—¿Por qué no viste mis mensajes? —pregunta Joshiel, su voz llena de desesperación.—No suelo mirar al pasado —respondo, aún enojada, sin intención de suavizar mis palabras.—Te amo, Celina. No quiero perderte.—Pues ya me perdiste. El segundo que dudaste de nuestro futuro, me decepcioné tanto que mi corazón se
MARTINLaura salió corriendo, y decidí darle espacio para pensar el resto del día. Me alejé de ella, evité buscarla, evité hablarle. Pero cuando cayó la noche, algo dentro de mí me empujó a actuar. Entré en su habitación sin anunciarme.Ella estaba cerca de la ventana, mirando el paisaje nocturno, con la luz tenue del exterior dibujando sombras en su rostro. Al verme, se sobresaltó, pero no se movió.—Laura... —mi voz era baja, apenas un susurro que buscaba no romper el frágil momento—. Déjame demostrarte que puedo ser mejor para ti.Sus ojos me buscaron, pero no respondió de inmediato. Había un destello de duda, tal vez incluso de resistencia, pero también algo más que no pude descifrar.—Sé que te hice daño —continué, con el peso de mis palabras aferrándose a mi garganta—. Lo sé, y no espero que olvides lo que pasó de la noche a la mañana. Pero te prometo que cada recuerdo que construyamos juntos será para borrar ese día.Di un paso hacia ella, cauteloso, cuidando no romper la dista
MARTINCojo un cubito de hielo y lo deslizo por su espalda, siguiendo el camino de su columna. Su respiración se agita, su piel se eriza, y yo disfruto cada segundo.—Estás hermosa cuando te rindes, Laura. Esta noche es para que recuerdes quién soy para ti.Con cuidado, desabrocho la mordaza y la retiro. Sus labios están hinchados, su respiración entrecortada. No le doy tiempo a recuperarse; capturo su boca en un beso profundo, demandante, como si pudiera marcarla con ese simple gesto.—Recuéstate, las manos sobre tu cabeza. No te muevas hasta que te lo diga.Ella obedece, y yo me tomo mi tiempo para explorarla. Cada caricia, cada beso, cada roce está calculado. Quiero que esta noche quede grabada en su mente, que sea un recuerdo que borre cualquier rastro de dolor o duda. Quiero que sepa que, desde este momento, es completamente mía.El calor entre nosotros se intensifica con cada movimiento, con cada palabra que susurro en su oído. Laura se rinde por completo, sus manos temblando ba
LAURAMartin ha transformado mi vida en unos pocos días. Me ha convertido en su marioneta, en alguien que ya no reconozco. No sé qué pensar. Todo esto es extraño, confuso, y me da miedo. Miedo de acostumbrarme a esta nueva persona que soy cuando estoy con él. Quizás siempre he sido así, pero… ya ni sé qué creer. Él dice que me ama, que me desea, pero también me ha lastimado y aunque una parte de mí se ha rendido a su cariño, a su dominación, a su supuesto amor, otra parte lucha desesperadamente por encontrar el camino lejos de él. Hoy se termina el trato. Hoy se cumplen los tres días, y el video se borrará para siempre. No más ataduras, no más obediencia, no más esclavitud. Adiós, Martin dulce y tierno. Seré libre para amar a Bryan. —Te ves muy pensativa esta noche —dice Martin, sentándose a mi lado en el pasto, en la misma colina, donde la noche anterior, Celina y Ramiro nos acompañaron. —Solo pensaba en el fin de este trato absurdo —respondo, evitando su mirada. —¿Así que piensa
LAURARecostada sobre la hierba suave que acaricia mi espalda. Él se arrodilla a mi lado, y sus manos comienzan a recorrer mi cuerpo, desde mis hombros hasta mis caderas, como si estuviera memorizando cada centímetro de mí. —Nunca he querido a alguien como te quiero a ti —susurra, y sus palabras me tocan en un lugar que no sabía que existía. Sus labios encuentran los míos de nuevo, pero esta vez no se detienen allí. Bajan por mi cuello, mi clavícula, hasta llegar a mis pechos. Juega con mis pezones, primero con su lengua, luego con sus dientes, y cada contacto me hace gemir de placer. —Martin —susurro, y mi voz tiembla. Él no responde con palabras, sino con acciones. Sus manos bajan por mi vientre, explorando cada curva, hasta llegar a mi entrepierna. Sus dedos me tocan con suavidad, y un gemido escapa de mis labios. —Relájate —me dice, y su voz es como un bálsamo para mis nervios. Cierro los ojos y me dejo llevar por las sensaciones. Sus dedos se mueven con destreza, explorando
LAURADesperté con el corazón acelerado y una sensación de vacío en el pecho. La luz del amanecer se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación con un tono dorado que, en cualquier otro momento, me habría parecido hermoso. Pero hoy solo me recordaba lo que había sucedido la noche anterior.Me senté en la cama, abrazando mis piernas contra el pecho, y traté de ordenar mis pensamientos. Tenía que pensar en Bryan. Pero el nombre de Martin resonó en mi mente como un eco, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo había permitido que esto sucediera? Me levanté de la cama, sintiendo cómo el peso de la culpa me aplastaba, y me vestí rápidamente, como si pudiera esconder mis errores bajo la ropa. Al llegar al comedor, lo vi allí, sentado a la mesa, esperándome. Su presencia era tan abrumadora como siempre, y por un momento, quise dar media vuelta y huir. Pero no lo hice. En lugar de eso, me acerqué a la mesa y me senté frente a él, evitando su mirada. —B
—¡Esto no tiene gracia! —le espeté en un susurro, sintiendo cómo el rubor me quemaba la cara.Él me miró con esa expresión suya, mezcla de diversión y deseo, y antes de que pudiera alejarme más, me tomó suavemente del mentón y me besó. Fue un beso lento, tranquilo, como si quisiera absorber toda mi tensión con sus labios.—Relájate —murmuró contra mi boca, acariciándome la mejilla con el pulgar—. De todas formas, en esta casa ya saben que eres mía.Me aparté de un empujón, fulminándolo con la mirada.—Eres un idiota —susurré, pero mi voz carecía de convicción.Él solo sonrió con esa maldita seguridad suya y, como si nada hubiera pasado, se levantó con total calma y tomó su plato y su taza, acercándolos al lado de mi asiento.—Es un largo camino, y no hay un buen restaurante en la zona hasta llegar a casa —dijo con naturalidad, sirviéndose café como si lo de hace un minuto no hubiera sucedido—. Así que comamos antes de partir.Yo lo miré, incrédula.¿Cómo podía estar tan tranquilo desp