Capitulo 52

—¡Esto no tiene gracia! —le espeté en un susurro, sintiendo cómo el rubor me quemaba la cara.

Él me miró con esa expresión suya, mezcla de diversión y deseo, y antes de que pudiera alejarme más, me tomó suavemente del mentón y me besó. Fue un beso lento, tranquilo, como si quisiera absorber toda mi tensión con sus labios.

—Relájate —murmuró contra mi boca, acariciándome la mejilla con el pulgar—. De todas formas, en esta casa ya saben que eres mía.

Me aparté de un empujón, fulminándolo con la mirada.

—Eres un idiota —susurré, pero mi voz carecía de convicción.

Él solo sonrió con esa maldita seguridad suya y, como si nada hubiera pasado, se levantó con total calma y tomó su plato y su taza, acercándolos al lado de mi asiento.

—Es un largo camino, y no hay un buen restaurante en la zona hasta llegar a casa —dijo con naturalidad, sirviéndose café como si lo de hace un minuto no hubiera sucedido—. Así que comamos antes de partir.

Yo lo miré, incrédula.

¿Cómo podía estar tan tranquilo desp
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