LAURAAntes de que pudiera responder o procesar sus palabras, un golpe suave en la puerta interrumpió el momento. Nos separé rápidamente, intentando recomponerme, y me acerqué a la puerta, con el corazón aún acelerado por lo que acababa de ocurrir.Al abrirla, me encontré con Celina y Ramiro, quienes nos miraban con una expresión que no podía ignorar. Algo en sus ojos me decía que ya sabían más de lo que yo quería admitir. Martin no hizo ningún esfuerzo por ocultar su interés en mí, y eso estaba claro para ellos.Celina levantó una ceja, mientras Ramiro simplemente sonrió, aunque había algo sospechoso en su mirada.—¿Todo bien? —preguntó Celina, con un tono que parecía casual, pero su mirada no dejaba lugar a dudas de que estaban al tanto de lo que había sucedido.Martin, de pie detrás de mí, no se molestó en disimular su presencia. Sus ojos brillaban con esa intensidad que había mostrado antes, como si no le importara que los vieran.—Todo en orden —respondí, tratando de mantener la
LAURA¿Qué quería de mí? ¿Por qué me sentía tan perdida en su presencia?Martin me tomó de la mano, su tacto firme pero cálido, y me guió a través del bosque. Dijo que quería mostrarme un lugar especial. Aunque mi primera preocupación fue si los caballos se irían, él simplemente sonrió, asegurándome que no debía preocuparme. Había algo en su sonrisa, una mezcla de confianza y calma, que me hizo seguirlo sin cuestionarlo más. Su mano sosteniendo la mía me hacía sentir extraña, atrapada entre la incomodidad y la curiosidad.Después de caminar unos metros y atravesar unos arbustos, apareció ante mí un rincón del río que parecía sacado de un cuento de hadas. Era un espacio escondido, con agua cristalina que reflejaba la luz de manera hipnotizante, rodeado de árboles altos que proporcionaban la sombra perfecta. Todo era tan tranquilo que incluso los sonidos del bosque parecían más suaves. Me quedé sin palabras.Martin, sin decir nada más, comenzó a despojarse de su ropa. Primero se quitó l
MARTINHabía empezado todo mal. Lo sé. Mi impulsividad me traicionó y la lastimé de una forma que nunca me perdonaré. Fue un error terrible, una noche que jamás debió existir. La rabia me cegó y fui en contra de lo que me había prometido a mí mismo: ganarme su amor, no forzarlo. Pero aquí estoy, tratando de remediar lo irreparable.Verla ahora, sentada frente a mí, tan hermosa y vulnerable, me llena de un deseo ardiente y una tristeza profunda. Sus ojos no me mienten, por mucho que intente ocultarlo. Sé que le gusto, sé que sus labios me desean, y estoy seguro de que, tarde o temprano, lograré que su corazón también lo haga. Somos el uno para el otro. Lo sé en cada fibra de mi ser. Nacimos para estar juntos.—¿Piensas quedarte ahí observándome? —pregunto, con un tono risueño.—Sí. No me apetece entrar —responde, sin apartar la vista de mi.—¿Segura? —le lanzo un poco de agua juguetonamente, buscando relajar el ambiente.—Muy segura —responde, apenas esbozando una mueca en su rostro.S
LAURANo sé qué me sucede. De repente, estoy abrazada a Martín, perdida en un beso que parece consumir todo mi ser. Su lengua explora la mía con una intensidad que hace que mi cuerpo entero se tense, respondiendo al ritmo de sus manos que me sujetan con una firmeza casi posesiva.Quiero detenerme. Quiero apartarme, pero mi boca no me obedece. Es como si estuviera atrapada en un hechizo, en una tormenta de emociones que no puedo controlar.Entonces, escucho una risa.La risa inconfundible de Celina rompe el momento como un cristal que se hace añicos. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Me aparto de Martín de golpe y nado hacia la orilla con movimientos torpes, desesperados por salir del agua.Cuando finalmente alcanzo la orilla, el aire fresco golpea mi rostro, pero no alivia el calor que recorre mi cuerpo, ese calor que me quema de vergüenza, confusión y algo más que no quiero nombrar.—¡Laura! —grita Celina entre risas mientras se acerca con Ramiro, sus ojos brillando con diversi
LAURAEstoy perdida en mis pensamientos, intentando ignorar la incomodidad de la ropa húmeda pegada a mi piel. De repente, Martín se acerca y extiende su mano hacia mí, mostrando una pequeña flor silvestre. Su delicadeza me toma por sorpresa.—¿De dónde la sacaste? —pregunto, sin poder ocultar mi asombro.Él no responde de inmediato. En cambio, se inclina un poco hacia mí, lo suficiente para susurrar en mi oído:—Sabes que tu presencia provoca toda mi magia.El calor de su aliento y el tono bajo de su voz hacen que mi piel se erice. Me quedo inmóvil por un momento, sosteniendo la flor mientras él me observa con esa sonrisa que parece esconder algo más profundo.Cuando finalmente llegamos a la casa, Ramiro y Celina se adelantan para cambiarse de ropa. Martín y yo seguimos el mismo camino, aunque en silencio. Cada paso parece estar cargado de tensión, de algo que no se atreve a salir a la luz.Al llegar a mi habitación, no le dirijo la mirada. Entro rápidamente y cierro la puerta tras d
LAURAEl aire entre nosotros parecía cargado de electricidad, y cada roce de sus dedos encendía una chispa dentro de mí. Me acerqué un poco más, mis labios temblando por la cercanía, y sentí cómo su respiración se entrelazaba con la mía. Sin apartar la mirada, su mano recorrió suavemente mi cintura, deslizándose hacia mi espalda mientras yo me acercaba a él, como si algo invisible nos atraía.De repente, sus labios rozaron los míos con suavidad, primero con timidez, como si estuviera esperando una señal. La respuesta no tardó en llegar, y en un impulso, me dejé llevar, abrazando el calor de su cuerpo mientras el beso se profundizaba. Sus manos se movían con certeza, despojándome de las últimas barreras entre nosotros, y, sin que pudiera darme cuenta, ya estábamos en la cama.La suavidad de las sábanas me envolvió, pero lo que realmente me rodeaba era su presencia, su calor, su esencia. Los latidos de mi corazón se aceleraron, al ritmo de sus caricias, cada una más intensa que la anter
LAURAEn ese instante, cuando nuestros labios casi se encontraban, un grito repentino rompió el silencio.—¡Chicos! —gritó Ramiro desde la puerta, su voz firme pero con un tono animado que contrastaba con el torbellino de emociones que sentía dentro. Nos apartamos bruscamente, como si el grito hubiera sido un golpe físico.Mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos, mientras Martín daba un paso atrás, su mano soltando la mía con una mezcla de torpeza y arrepentimiento. Por un segundo, me pareció que buscaba mis ojos, pero yo los aparté rápidamente, temerosa de lo que podría encontrar en su mirada.—Vamos a desayunar —continuó Ramiro, acercándose con una sonrisa relajada, completamente ajeno a la tensión palpable en el aire. El momento se había roto, y el silencio que dejó en su lugar era ensordecedor.Martín asintió, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Pasó una mano por su cabello, como si intentara recomponerse, mientras yo intentaba hacer lo mismo. Mi mente esta
LAURALo observé interactuar con los encargados de iluminación, ajustando los ángulos para captar mejor el paisaje. Su entusiasmo era evidente, pero también lo era su atención al detalle. Se aseguraba de que cada elemento estuviera en su lugar, de que todo funcionara como debía. Era impresionante verlo en su elemento, como si todo a su alrededor estuviera diseñado para encajar con él.Me apoyé contra un árbol cercano, intentando procesar lo que sentía al verlo así. Había algo profundamente atractivo en esa combinación de carisma y profesionalismo. Por un momento, casi olvidé todo lo que había pasado entre nosotros la noche anterior. Aquí, en este entorno, Martín parecía una persona completamente distinta: un hombre hecho para liderar, para brillar.Pero entonces, él levantó la vista y me vio. Su mirada se encontró con la mía, y por un instante, el mundo pareció detenerse. No fue solo que me mirara, sino cómo lo hizo, como si supiera exactamente lo que estaba pensando, como si pudiera