Me miro al espejo y no puedo evitar pensar que me veo como una furcia. Ivette no solo se ríe de mí porque ha logrado que le acompañe, sino porque he terminado aceptando ponerme el vestido. Debo admitir que soy algo mojigata para estas cosas y es la razón por la que me cuesta salir de mi cascarón.
―Esto no me gusta.
―Ay, ya deja de quejarte, te ves preciosa y diría que matadora. Deberías ponerte vestiditos así más seguido.
Podría, mientras nada se me salga del escote.
―Es demasiado atrevido ―expongo.
―No exageres ―ella se burla de mí.
Por fortuna la parte de arriba se ajusta bien, pero sigue dando la sensación de que van a rebotar si medio doy un salto.
―Tonta.
―Bien, déjalo que no se van a salir.
―Me siento desnuda.
―Te ves radiante, ya pareces de veinticuatro y no una vieja amargada de sesenta.
―Ahora te odio más.
Iv no hace más que reírse de mí, ya que ella siempre está cómoda con lo que se pone.
―Bien, vamos, llegaremos en la mejor hora ―anuncia tomando su cartera.
Tomo mi bolso cruzado y el gabán que me cierro hasta arriba el último botón. Y desearía que fuera más largo, por lo menos hasta debajo de las rodillas y no encima de ellas. No me siento cómoda, pero ella tiene razón, me veo diferente porque no usaría algo así en mis cabales; sin embargo, ya tengo experiencia acompañándola y no la he pasado bien porque en serio me aburro mientras ella baila como un trompo hasta el sudor. Tiene bastante pega con los hombres y nunca le falta quien la invite. Eso sí, no se va a la cama con ninguno, tiene sus reglas, y al día siguiente amanece que no puede ni caminar de tanto bailar en tacones.
Y es que Ivette es tan abierta e independiente que, si no le acompaño yo, lo hace sola. Yo no sería capaz. No tengo esa personalidad tan arrolladora como la suya.
Salimos de la casa que compartimos en su auto de lujo porque sabe que no voy a beber, además que una de las dos debe mantenerse cuerda, y yo solo voy a observar. Al final me ha sonado eso de inspirarme y es que en las discos ves de todo. Aparte prefiero estar alerta por si algo pasa.
El lugar al que vamos se llama Night blues, es el club que más le gusta frecuentar porque dice que hay mayor variedad de especímenes y el ambiente es increíble. No puedo decir lo mismo, pero para ella es así. Es exclusivo y ella obtuvo su membresía. Eso la hizo la persona más feliz del mundo, por eso no duda en asistir, los viernes, la mayoría de las veces, aunque también lo hace jueves y sábados.
Al llegar ella estaciona en su aparcamiento exclusivo y de inmediato nos saltamos la cola de la entrada yendo directo a la vip. El hombretón en la entrada verifica su membresía y luego de su escrutinio sobre nosotras, levanta la cadena y dos deja entrar.
Ella entra a sus anchas, se adelanta, contoneándose y saludando a quien encuentra en el vestíbulo. Yo le sigo detrás rezagada hasta que llegamos a los casilleros donde podemos dejar nuestros abrigos.
Allí, me niego a quitarme el mío, tanto que ella tiene que arrancarme el gabán.
―¡Se me ven!
―Deja de ser tan modosa, te ves increíble y no se ve nada, solo lo sexi que eres.
―Bien, lo que digas. ―Como siempre se ríe de mí cuando ve que me echo el cabello hacia adelante para taparme lo más que puedo―, me quedo en la barra, vale ―advierto y ella abre sus ojos haciendo una mueca de desagrado.
―De acuerdo, y no olvides lo que viniste a hacer.
―La verdad es que ahora que estoy aquí, no le encuentro sentido a tu lógica.
―Solo diviértete y ya verás como fluye la musa ―farfulla. Ivette me hace reír a desgano. Después saca su teléfono y sin esperármelo toma una selfi―. Sonríe o saldrás fea ―me reclama y yo hago lo contrario, pongo cara de aburrida.
Me hace enfurruñar cuando la sube rápido a su red social. Finalmente, ella sale bien y yo con cara de ogro, después guarda su teléfono y toma mi mano arrastrándome hasta la barra que por fortuna tiene bancos libres. Ambas nos sentamos, aunque ella lo hará hasta que divise a su primera pareja para la pista.
Siempre me dice que le gusta porque hay más hombres disponibles, aunque me advierte que algunos se hacen pasar por solteros cuando están casados u otros terminan siendo gay y su competencia. Explicación que me resulta graciosa. Pedimos dos mimosas y una vez nos las sirven ella empieza a tomar la suya de una.
Yo me tomo mi tiempo con la mía y la tomo de a sorbitos, haciéndole caso, observando el lugar. Luce muy concurrido y sí que hay un equilibrio entre mujeres y hombres. Entonces me fijo en la razón por la que le gusta vestir así, y es que debes hacerlo. La mayoría parece competir en quién se exhibe más. Me miro al escote y sonrío porque por lo menos estoy acorde al lugar.
―¿De qué te ríes? ¿Ya tuviste tu epifanía?
―Muy graciosa.
Ella se alza de hombros y se calma cuando su mirada capta al hombre que se acerca a nosotras. Va elegante, se ve bien y ella parece conocerlo.
―¿Iv? ―pregunta él hacia ella y mi amiga sonríe.
―Sí, hola de nuevo Gary. Pensé que no te vería hoy.
―Ya ves, he venido a probar la suerte de encontrarte y ha sucedido ―dice el hombre algo galante―, ¿bailas?
―Eso no se pregunta ―mi amiga no se hace de rogar, y debe conocerle muy bien para aceptar de buenas a primeras―. Este es nuestro punto de referencia, no aceptes bebidas ni aceptes nada de desconocidos y no te pierdas ―me advierte antes de marcharse a la pista como si yo fuera una niña inexperta.
Aunque lo segundo lo soy en ciertas actividades que no van conmigo, como ir a divertirme a clubes nocturnos.
―Vale ―digo para que se vaya tranquila, y me agrada que no se despreocupe de mí.
Ella no lo hace esperar más y se van conversando, y entre lo que hablan le escucho que él pregunta sobre mí, y espero que no le diga que soy la amiga aburrida a la que sacó a bailar. Me vuelvo a mi trago y bebo despacio. Está rica y helada. Así que me entretengo con ella y me vuelvo en el banco giratorio hacia donde está la diversión, preguntándome que podría inspirarme.
Largo un suspiro y decido hacerle caso. Doy un rodeo por el lugar para volver allí mismo, y así cuando regrese ella ya ha terminado de bailar. Los tacones son un poco más altos de lo que suelo usar, así que voy con cuidado.
Hay una segunda planta y decido ir allí. Se ve menos concurrida. El lugar es bastante grande y llama mucho la atención. Al subir me topo con diferentes grupos o parejas, hablando y bebiendo. Sigo caminando hasta que me encuentro con una zona de pasillos con puertas cerradas, desierto, y entonces pienso que debo devolverme por donde entré. En esas estoy cuando al darme la vuelta para volver sobre el camino me tropiezo con una dura musculatura.
―Disculpe ―digo apenada y luego la pena crece cuando me doy cuenta con quién me he tropezado.
No es nada parecido al chico que invitó a bailar a Ivette. Es bastante alto, razón por la que me topé con su pecho y no le vi el rostro. Me hace tragar grueso el solo verlo y sentir alguna especie de rara angustia. He visto hombres, muchos, sin embargo, no como él. Intimidante.
Lo retrata su forma de mirarme directo al escote. Me hace sentir que se escapó algo quedándome desnuda sin saberlo. No es nada que haya experimentado antes. Eso me asusta.
―Disculpada ―dice y su voz de tono grave parece que acariciara la palabra.
Eso me hace reaccionar.
―Lo siento ―digo abrumada e intento irme de allí, pero me corta el paso―. ¿Me dejas pasar?
―No ―responde y eso me hace resoplar.
―¿Por qué no?
―Porque no te dejo pasar, es más, vas a venir conmigo a tomarte una copa.
―No gracias. No bebo con desconocidos.
―Entonces eso quiere decir que me vas a conocer ―arguye y no sé cómo reaccionar a su osadía.
―Dije que no.
―Ninguna hasta ahora me ha dicho que no.
―Tal vez soy la primera, así que disculpe.
―Bueno, nunca hay una primera ―arguye y lo siguiente que hace es echarme sobre su hombro haciéndome lanzar un eufórico gritito.
―¿¡Qué le pasa!? ¡Bájeme maldito! ―chillo pataleando y golpeando con mis puños su espalda dura como una roca, pero no se detiene.Sigue caminando conmigo a cuestas pese a mi queja. No oye. No entiende, como si pusiera en claro su posición de: no acepto un no por respuesta.Estoy tan espantada e indignada con la arbitrariedad de ese hombre que apenas he visto, que me quedo bloqueada. Mi reacción es lenta porque estoy tratando de discernir lo que está haciendo, es algo que nunca en mi vida me ha pasado.Sigo pataleando cuando veo que nos mete a ambos en una habitación que está a oscuras. Solo cuando estamos dentro me baja y cierra la puerta antes de que corra hacia ella, dejando fuera toda posibilidad de luz.―¿Qué cree que hace? Déjeme salir ―grito tratando de ubicarme, la oscuridad es profunda, no veo nada, ni siquiera donde está él, que de seguro se está burlando de mí, porque esto debe ser una broma bastante pesada.Sigo tratando de ubicarme a ti
―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.¡Qué cuernos!―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.―Muy graciosa, no creo que lo necesite.―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la c
«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.¡Cualquiera!Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.―¿Claire?Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h
―¿No te excita todo esto? ―pregunta mientras me lleva en brazos.―¡Vete al cuerno! ―respondo a su provocación, observando sus ojos de acero, fijos en los míos, tras la máscara elaborada que tiene puesta en la cara.Mentiría si dijera que no, pero lo estoy desde que he visto todo esto, cosas que solo he imaginado cuando he hecho estudios sobre fiestas paganas, era como una fantasía de libro con el que te diviertes leyendo y hasta sueñas, pero que jamás vas a experimentar. No obstante, ahora y para mi gran sorpresa estoy viendo de primera mano lo que parece una orgía.Una parte, de verdad, que quiere salir corriendo, y la otra, está bastante cómoda en los brazos de este odioso ser, que no me puedo explicar cómo ha terminado envolviéndome en todo esto.―Eres extraña Claire, pretendiendo demostrar que no te gusta nada de esto, presiento que es todo lo contrario ―prosigue rompiendo el hilo de mis pensamientos.―Eso no es cierto ―murmuro apretando los di