Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.
¡Qué carajos!
Me sacudo el estupor de encima.
―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.
Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.
¡Qué le pasa!
―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.
―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.
―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.
―No tengo nada que hablar con usted.
―Yo creo que sí, bonita.
―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Claire.
Todo lo digo apretando los dientes porque, aunque quiero gritar, tiene razón en que estamos en una biblioteca, el único lugar donde se respeta el silencio y donde se viene solo a estudiar.
―Claire Bonnet, un nombre de ñoña que te va perfecto.
Sus palabras me hacen resoplar. Ese hombre sí que me ofusca, así que me quedo mirándole inmóvil, mostrándole que no haré nada de lo que diga y se dé por vencido, aunque algo me dice que eso no va a ocurrir. Me quedo allí hasta veo que es él quien toma mi pila de libros y se adentra en mi pequeño espacio de estudio e investigación.
Maldigo por dentro, porque quiero y no hacer lo que dice. Tal vez solo debería dejarle allí y marcharme; él es quien está invadiendo mi espacio, además, tiene mi cartera y lo más sensato es que deba reclamársela. No me queda más remedio que mirar a todos lados por si alguien ha visto este espectáculo que jamás creí hacer en una biblioteca, además que no sería extraño si alguien viene a supervisar si algo inusitado me ocurre. Él no es alguien que parezca visitar a menudo estos lugares, reservado en su mayoría para estudiosos e intelectuales. En el fondo, deseo que suceda, y tampoco no, porque, ¿Cómo explicaría esta situación?
Entro y cierro y aislado de sonido para hacer el estudio más inmersivo. Es privado, pero, la puerta es transparente y eso me da tranquilidad. Sin embargo, mi única compañía de estudios ocasional es Gustav, y él no tiene nada parecido a mi compañero, que es reservado y muy tranquilo.
―Si sabe mi nombre es porque ha mirado mi cartera, y es tan amable que vino a devolvérmela después de robarla, ¿verdad? ―expongo con mucha seriedad, apoyando mis manos en la mesa, encarándolo.
―Parece que te gustó el pequeño jueguito que tuvimos.
¿Qué?
―No me gustó nada ―murmuro enojada, cayendo en cuenta de lo que habla.
Él apoya el codo sobre la mesa y el mentón en su mano, inclinándose hacia adelante. Me retraigo un poco.
―Yo creo que sí.
―Yo creo que se está haciendo ideas bastante erradas.
―¿Quieres saber algo?
―No quiero saber nada ni de usted ni de nadie, así que devuélvame mi cartera.
―Te lo diré de todos modos, así como escucharás cada cosa que diga de ahora en adelante. Así que presta mucha atención.
―¿¡Qué!?
―Me interesas, y he decidido que vas a ser mi mujer.
¿Su mujer?
―¡Qué! ¿Está loco? ―exclamo cuando proceso lo que dice.
―Eso dicen algunos, y como no estoy acostumbrado a que me digan que no, vas a complacer mi capricho.
―¡Ni muerta! ―mascullo espantada, poniéndome en pie; sin embargo, mi expresión de rechazo ha causado una especie de ensombrecimiento en su mirada.
Por un momento parece que va a estallar, mientras me pregunto qué parte de mi queja le ha molestado; sin embargo, así como se formó, también desapareció y vuelve a verse su habitual expresión cínica.
¡Pero qué coños!
―Siéntate.
―Le dije que no va a decirme lo que tengo que hacer, y olvídese que haré lo que usted quiera.
―¿Entonces prefieres que te dome como a una gatita traviesa?
¡Este hombre!
―Definitivamente, está loco, a mí nadie me da órdenes.
―Quizás haya una primera vez.
―¡Dame mi cartera y vete!, y me olvidaré toda esa tontería que ha estado diciéndome.
―Parece que aún no lo entiendes.
―No entiendo qué.
―Que cuando alguien me gusta soy bastante insistente ―arguye poniéndose en pie.
―Y eso a mí que me importa ―repongo, molesta.
No dice nada, y lo siguiente que hace es tomar el primer libro que está en la pila y abrirlo. Es Orgullo y prejuicio. Pasa las hojas con fingido interés y luego lo cierra, después se pone en pie.
―Esperaré a que salgas, te llevaré a dar un paseo.
―Le dije que no haré nada de lo que diga…
―Estoy seguro de que querrás recuperar tu cartera y este valioso libro, ¿verdad? ―aduce metiéndolo en el bolsillo interno de su chaqueta, después abre la puerta y se lo lleva ante mi mirada espantada.
Me quedo allí mirando flipada como desaparece con un libro de la colección de Jane Austin, propiedad de la biblioteca Berinni.
¿Qué acaba de hacer en mis narices?
―¿Claire?
Gustav se asoma a la puerta y me pregunto si ha venido porque ha visto a ese hombre. Me espabilo.
―S-Sí, ¿Qué pasa?
―Me preguntaba si te quedarías un rato aquí, o ya te ibas.
Gustav habla, pero yo solo estoy pensado en que ese villano de apariencia atractiva y abrumadora se llevó el libro, y tiene mi cartera. Al final tenía razón en que me la había quitado. Empiezo a recoger todo y guardarlo en el cajón, tomo la llave que la dejó sobre la mesa y salgo del cubículo cerrándolo. Ahora no tengo ganas de mirar ninguno porque el maldito tiene razón, no puedo dejar que se quede ni con el libro ni mi cartera. Gustav sigue mirándome con gesto preocupado. Largo un suspiro.
―Lo siento, recordé que tengo que hacer algo urgente, dejaré el estudio para otra tarde ―hablo―, salúdame a tu esposa ―añado.
―Va…le ―dice mirándome extrañado.
Sin más demora me voy de allí. En la recepción firmo el vale por los libros prestados que tengo en el cubículo y me apresuro para salir. Afuera miro a todos lados hasta que le veo en la acera opuesta recostado como un rufián en su auto, mientras todo pasa a su alrededor como si fuera invisible y a la vez captara toda la atención. Camino con pasos furiosos hacia allá y apenas me ve llegar, se recoge la manga mirando en su reloj, dejándome ver ese tatuaje y después sube al auto y abre la otra puerta.
―Sabía que no demorarías, sube, bonita ―dice asomándose a la ventana.
―No voy a subir, devuélveme mis cosas ―chillo apretando los dientes asomándome a su ventana.
El condenado solo ríe y señala el puesto vacío a su lado encendiendo el motor.
«No, no, no, no voy a ir con él», me digo, pero luego me doy por vencida, porque parece que lo único que quiere demostrar es que puede más que yo.
«¡Infeliz!», mascullo para mis adentros, porque esto que ahora percibo como un duelo de voluntades, parece que empieza a ganarlo él; sin embargo, ya le demostraré que se metió con la persona equivocada.
A regañadientes me subo al auto, mientras me observa con la mueca de una sonrisa petulante apenas curvando los labios, y de inmediato lo pone en marcha.
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h
―¿No te excita todo esto? ―pregunta mientras me lleva en brazos.―¡Vete al cuerno! ―respondo a su provocación, observando sus ojos de acero, fijos en los míos, tras la máscara elaborada que tiene puesta en la cara.Mentiría si dijera que no, pero lo estoy desde que he visto todo esto, cosas que solo he imaginado cuando he hecho estudios sobre fiestas paganas, era como una fantasía de libro con el que te diviertes leyendo y hasta sueñas, pero que jamás vas a experimentar. No obstante, ahora y para mi gran sorpresa estoy viendo de primera mano lo que parece una orgía.Una parte, de verdad, que quiere salir corriendo, y la otra, está bastante cómoda en los brazos de este odioso ser, que no me puedo explicar cómo ha terminado envolviéndome en todo esto.―Eres extraña Claire, pretendiendo demostrar que no te gusta nada de esto, presiento que es todo lo contrario ―prosigue rompiendo el hilo de mis pensamientos.―Eso no es cierto ―murmuro apretando los di
¿Qué fue lo que pasó allí?Me lo sigo preguntando una y otra vez y luego que miro mi mano vendada y un poco adolorida lo recuerdo.Lo golpeé.―Tienes cojones ―dice esa mujer espabilándome de mis pensamientos.Después de eso, me sacó de allí y me trajo con esa mujer, y luego que me he secado y puesto mi ropa, ella me ha traído con el médico que vino a revisarme la mano. Era ridículo cuando yo también le hice daño con esa mascara.Me pregunto por qué estoy teniendo tanta conmiseración con él. Debería odiarlo por lo que me hizo presenciar sin habérselo pedido…Miro a esa mujer mientras el médico termina recoger todo lo que utilizó para tratarme la mano y ponerme un vendaje.―Aquí están las instrucciones y a qué hora debe tomar los analgésicos para la inflamac
―¿Qué te pasó en la mano? Acaso te dislocaste con un libro ―Iv pregunta jocosa, apenas me ve entrar.Esa mujer me dejó en casa y luego cuando se fue me di cuenta de que dos autos le seguían, y asumo que estuvieron detrás de nosotras cuando salimos de ese lugar.―Muy graciosa ―rechisto sacudiendo de mi cabeza los pensamientos que quieren volver.Cierro la puerta y con ello doy por sentado que todo eso quedará afuera, en el pasado, como una extraña experiencia, y vuelvo a mi vida. Se queda mirándome, parece estar preparando comida. Camino hacia la cocina y dejo mis cosas sobre el mesón, después tomo asiento en el banco. Ella abre los ojos cuando ve mi cartera.―¿Cómo la encontraste?―Me la devolvieron.Pone una expresión no muy convencida de mi respuesta. Me mira con recelo.―¿Qué ha ocurrido? Traes el cabello húmedo y una mano vendada. Acaso ocurrió una catástrofe en la biblioteca.―¡No!, algo parecido ―digo soltando la venda qu
No puedo evitar reír releyendo la pinche nota que dejó en el libro.¿Cuándo se le pase el enojo?Está de coña.Y de eso hace una semana y no ha sucedido nada. He andado con precaución y hasta a veces he pensado que me abordará como las anteriores, y nada. A estas alturas no sé si sentirme feliz porque aparentemente me dejó en paz, o enojada porque esperaba que en verdad ocurriera.De todos modos, soy una idiota, y aunque esa mujer haya dicho que no era lo que pensaba que cuando la otra mujer fue a su despacho, estaría loca si le hiciera caso. Estaría tonta si pensara que la llamó allí solo para verla como hizo allá abajo. Después de este tiempo he determinado que solo dejó lo escrito allí para atormentarme y que pensara que iba a buscarme de nuevo.―Vaya, ¿vas a un velorio?Esa es Iv molestándome otra vez.―No, voy a una tertulia de intelectuales ―respondo con sarcasmo y ella me mira con hastío.―No imagino lo divertido que es
Así que tomo el primer libro que trae cargando para mirar la portada, que no es la misma con la que publicó. La imagen de un macho alfa tatuado, de barba, mirada escrupulosa y músculos a los que le pasarías la lengua, me hace tragar grueso, e incluso imaginar que es ese imbécil.El pensamiento me hace sudar y luego movernos porque ya están dando el aviso de entrada y todo es una locura. Todas quieren estar en primera fila con sus libros en mano. Por fortuna tenemos puestos apartados, así que no somos arrasados. Entramos y nos acomodamos allí escuchando el bullicio hasta que la señora T. S. Riders se digne a llegar.Miro a mi alrededor y el sitio se llena por completo, y mientras eso sucede abro, le doy la vuelta al libro y leo la sinopsis.Julie es joven e inexperta, nunca ha tenido un arrebato, ni siquiera ha salido de fiestas como sus amigas; sin embargo, todo eso cambia cuando Lucius Archeron se aparece frente a ella con sus aires de malote, alborotando todas sus hormonas y corromp