Capítulo 5

«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.

¡Cualquiera!

Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.

«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.

―¿Claire?

Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.

Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.

―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa que trato de que no se vea forzada.

―No pensaba verte por acá después de tu último proyecto. Pensé que te alejarías de por aquí por mucho tiempo y te tomarías un descanso ―dice acercándose y poniéndose a mi lado.

―Eso mismo, pensaba yo, además, tengo un encargo de Geller al que no puedo renunciar, así que tengo que recurrir al viejo conocimiento.

―Conociéndolo, me imagino lo difícil que debe ser.

―Mejor ni te digo ―bromeo un poco y le hago señas para que entremos.

Gustav sonríe y me sigue el paso adentrándonos en la biblioteca. Es un edificio viejo, bastante conservado para tener esa apariencia. También se ha modernizado un poco para no quedarse atrás en el tiempo y competir con las nuevas demandas. Suelo venir mucho porque me queda cercana, además que es bastante completa y tengo mi propio cubículo de estudio debido a lo mucho que la frecuento para mis trabajos. Él también tiene el suyo y solo algunas veces los compartimos, sin embargo, dejé de hacerlo. Es un buen amigo y compañero, pero está casado y antes de saberlo ya me estaba haciendo algunas ideas locas que no dejé prosperar por ese motivo.

No me gusta hacerme ilusiones, y la razón es que no me gusta sufrir. Iv dice que es porque no me gusta experimentar ni tomar riesgos como a ella. La verdad, prefiero no tomarlos y menos vivir una vida amorosa turbulenta.

Al entrar me despido cuando él va hacia la recepción por su guía de libros. Yo hoy improvisaré un poco para buscar información sobre lo que quiero escribir, que hasta el momento no tengo ninguna idea productiva en mi cabeza porque las únicas que tengo… son sobre ese hombre que se llevó mi cartera.

Te buscaré y te encontraré, ya lo verás.

¡Diantres!

¿Por qué tuve que recordarlo?

El pensamiento me causa un escalofrío porque creo que se me llevó otra cosa, y mientras me crucifico mentalmente por recordar a ese bastardo, Gustav ya lleva su pila de libros y se despide yendo en dirección del lado contrario. Allí queda todo lo relacionado con la historia y yo debo adentrarme en el pasillo de literatura. Tal vez revisar algunos clásicos me ayuden a formar una idea de lo que debo escribir.

Ese es mi pensamiento optimista y con el que logro dejar de lado ―de manera temporal―, el otro meollo en mi cabeza. Así que largo una exhalación para darme bríos y me encamino hacia el primer pasillo lleno de estantes recorriendo los lomos aviejados con mis dedos mientras leo los títulos. He empezado por el clásico de los clásicos, Shakespeare.

El ejemplar en el que detengo mi dedo es Hamlet. Sonrío ante la idea de crear un libro centrado en la venganza que te lleva a la locura, perdiendo de vista todo y a todos; no obstante, tal vez pueda tomar algún tópico. El siguiente en el que me detengo es Romeo y Julieta, un romance juvenil trágico y condenado a muerte. Ya lo he leído, para una de mis clases, sin embargo, después de mi análisis anacrónico sobre los amores prohibidos, no creo que tenga ganas de escribir algo así, aunque podría tomar alguna idea.

Lo vuelvo a dejar en su lugar y sigo caminando, hasta que me topo con Dickens, mi favorito es Un cuento de navidad, y mi no tan favorito por lo trágico que es, Historia de dos ciudades, con ambos es como pasar de la alegría de un cuento navideño cuyo contexto es el perdón y la reconciliación, a uno bastante trágico tomado de la realidad donde lo que predomina son el rencor y las diferencias con la dicotomía entre lo individual y lo colectivo. Cuando trabajé en la exposición de ese libro, pedí ayuda a Gus, si alguien podía ayudarme a entender el conflicto entre la Francia y la Inglaterra de ese tiempo, era él.

Érase el mejor de los tiempos, y el más detestable de los tiempos… sonrío recordando esa primera línea de la historia y como ambos debatíamos, y mientras yo trataba de entender la historia, él me remarcaba que todo se arreglaba con la guillotina. Fueron buenos momentos porque aún no sabía que estaba… casado, luego ya me quedó claro cuando me presentó a su celosa esposa. Al ver su expresión de inmediato supe que se estaba haciendo ideas sobre él y yo, puesto que pasábamos bastante tiempo juntos.

No era nada de lo que se imaginaba y por eso me alejé de él; sin embargo, pienso que está loca, él es bastante simpático y la verdad es que la tiene muy difícil con todas las estudiantes jóvenes de su curso. Cuando le conté a Iv solo dijo que era una pobre loca y que él estaría mejor lejos de ella; no obstante, él sigue a su lado y debe ser que, a pesar de sus celos, la debe querer mucho porque tiene la paciencia de un santo con esa mujer.

Sacudo mi cabeza porque ahora estoy pensando en Gustav y su complicada vida de casado, quien solía gustarme, y ahora solo le tengo consideración. Largo un suspiro dejando de lado esos pensamientos también y empiezo mejor a tomar los libros de guía que necesito para empezar, ordenar mis ideas y elaborar por lo menos una apertura que me lleve a algo.

Dejo de lado el pasillo de clásicos y voy por otro donde están los más contemporáneos. Empiezo a tomar algunos hasta que formo una pila y cargo con ella hasta mi cubículo. Se me hace un poco difícil caminar rápido, así que voy despacio y con cuidado de no tropezar una silla o mesa. Lo cierto es que no tengo idea de que hacer, pero por algo tengo que empezar.

Por fortuna la sala está solitaria y es que, en estos tiempos de avances tecnológicos, a nadie le gusta ir a los libros, es más fácil buscar en la internet o en redes populares, por lo que la mayoría se concentra en la moderna sala de tecnología que les agiliza las búsquedas en la red; yo soy más tradicional, además que tarde o temprano algunos tienen que venir a la consulta manual donde está la fuente de todo y la puedes tocar.

Dejo la pila en el piso cuando tengo que sacar la llave para abrir mi cubículo y me vuelvo hacia la puerta.

―Interesante.

Hablan a mi espalda y a diferencia de Gustav, esta voz me causa un sobresalto. Dejo caer la llave al piso cuando me vuelvo con rapidez para encontrarme con ese hombre observando como señala con la punta de su fino lustroso zapato la pila de libros que he traído.

Me mira con petulancia y un aire de altivez en el rostro que me hace temblar de rabia.

―Te dije que iba a encontrarte, bonita ―declara haciendo que la agitación que tuve cuando creí verle entrando en el vagón, vuelva y se instale en mi pecho.

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