«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.
¡Cualquiera!
Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.
«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.
―¿Claire?
Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.
Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.
―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa que trato de que no se vea forzada.
―No pensaba verte por acá después de tu último proyecto. Pensé que te alejarías de por aquí por mucho tiempo y te tomarías un descanso ―dice acercándose y poniéndose a mi lado.
―Eso mismo, pensaba yo, además, tengo un encargo de Geller al que no puedo renunciar, así que tengo que recurrir al viejo conocimiento.
―Conociéndolo, me imagino lo difícil que debe ser.
―Mejor ni te digo ―bromeo un poco y le hago señas para que entremos.
Gustav sonríe y me sigue el paso adentrándonos en la biblioteca. Es un edificio viejo, bastante conservado para tener esa apariencia. También se ha modernizado un poco para no quedarse atrás en el tiempo y competir con las nuevas demandas. Suelo venir mucho porque me queda cercana, además que es bastante completa y tengo mi propio cubículo de estudio debido a lo mucho que la frecuento para mis trabajos. Él también tiene el suyo y solo algunas veces los compartimos, sin embargo, dejé de hacerlo. Es un buen amigo y compañero, pero está casado y antes de saberlo ya me estaba haciendo algunas ideas locas que no dejé prosperar por ese motivo.
No me gusta hacerme ilusiones, y la razón es que no me gusta sufrir. Iv dice que es porque no me gusta experimentar ni tomar riesgos como a ella. La verdad, prefiero no tomarlos y menos vivir una vida amorosa turbulenta.
Al entrar me despido cuando él va hacia la recepción por su guía de libros. Yo hoy improvisaré un poco para buscar información sobre lo que quiero escribir, que hasta el momento no tengo ninguna idea productiva en mi cabeza porque las únicas que tengo… son sobre ese hombre que se llevó mi cartera.
Te buscaré y te encontraré, ya lo verás.
¡Diantres!
¿Por qué tuve que recordarlo?
El pensamiento me causa un escalofrío porque creo que se me llevó otra cosa, y mientras me crucifico mentalmente por recordar a ese bastardo, Gustav ya lleva su pila de libros y se despide yendo en dirección del lado contrario. Allí queda todo lo relacionado con la historia y yo debo adentrarme en el pasillo de literatura. Tal vez revisar algunos clásicos me ayuden a formar una idea de lo que debo escribir.
Ese es mi pensamiento optimista y con el que logro dejar de lado ―de manera temporal―, el otro meollo en mi cabeza. Así que largo una exhalación para darme bríos y me encamino hacia el primer pasillo lleno de estantes recorriendo los lomos aviejados con mis dedos mientras leo los títulos. He empezado por el clásico de los clásicos, Shakespeare.
El ejemplar en el que detengo mi dedo es Hamlet. Sonrío ante la idea de crear un libro centrado en la venganza que te lleva a la locura, perdiendo de vista todo y a todos; no obstante, tal vez pueda tomar algún tópico. El siguiente en el que me detengo es Romeo y Julieta, un romance juvenil trágico y condenado a muerte. Ya lo he leído, para una de mis clases, sin embargo, después de mi análisis anacrónico sobre los amores prohibidos, no creo que tenga ganas de escribir algo así, aunque podría tomar alguna idea.
Lo vuelvo a dejar en su lugar y sigo caminando, hasta que me topo con Dickens, mi favorito es Un cuento de navidad, y mi no tan favorito por lo trágico que es, Historia de dos ciudades, con ambos es como pasar de la alegría de un cuento navideño cuyo contexto es el perdón y la reconciliación, a uno bastante trágico tomado de la realidad donde lo que predomina son el rencor y las diferencias con la dicotomía entre lo individual y lo colectivo. Cuando trabajé en la exposición de ese libro, pedí ayuda a Gus, si alguien podía ayudarme a entender el conflicto entre la Francia y la Inglaterra de ese tiempo, era él.
Érase el mejor de los tiempos, y el más detestable de los tiempos… sonrío recordando esa primera línea de la historia y como ambos debatíamos, y mientras yo trataba de entender la historia, él me remarcaba que todo se arreglaba con la guillotina. Fueron buenos momentos porque aún no sabía que estaba… casado, luego ya me quedó claro cuando me presentó a su celosa esposa. Al ver su expresión de inmediato supe que se estaba haciendo ideas sobre él y yo, puesto que pasábamos bastante tiempo juntos.
No era nada de lo que se imaginaba y por eso me alejé de él; sin embargo, pienso que está loca, él es bastante simpático y la verdad es que la tiene muy difícil con todas las estudiantes jóvenes de su curso. Cuando le conté a Iv solo dijo que era una pobre loca y que él estaría mejor lejos de ella; no obstante, él sigue a su lado y debe ser que, a pesar de sus celos, la debe querer mucho porque tiene la paciencia de un santo con esa mujer.
Sacudo mi cabeza porque ahora estoy pensando en Gustav y su complicada vida de casado, quien solía gustarme, y ahora solo le tengo consideración. Largo un suspiro dejando de lado esos pensamientos también y empiezo mejor a tomar los libros de guía que necesito para empezar, ordenar mis ideas y elaborar por lo menos una apertura que me lleve a algo.
Dejo de lado el pasillo de clásicos y voy por otro donde están los más contemporáneos. Empiezo a tomar algunos hasta que formo una pila y cargo con ella hasta mi cubículo. Se me hace un poco difícil caminar rápido, así que voy despacio y con cuidado de no tropezar una silla o mesa. Lo cierto es que no tengo idea de que hacer, pero por algo tengo que empezar.
Por fortuna la sala está solitaria y es que, en estos tiempos de avances tecnológicos, a nadie le gusta ir a los libros, es más fácil buscar en la internet o en redes populares, por lo que la mayoría se concentra en la moderna sala de tecnología que les agiliza las búsquedas en la red; yo soy más tradicional, además que tarde o temprano algunos tienen que venir a la consulta manual donde está la fuente de todo y la puedes tocar.
Dejo la pila en el piso cuando tengo que sacar la llave para abrir mi cubículo y me vuelvo hacia la puerta.
―Interesante.
Hablan a mi espalda y a diferencia de Gustav, esta voz me causa un sobresalto. Dejo caer la llave al piso cuando me vuelvo con rapidez para encontrarme con ese hombre observando como señala con la punta de su fino lustroso zapato la pila de libros que he traído.
Me mira con petulancia y un aire de altivez en el rostro que me hace temblar de rabia.
―Te dije que iba a encontrarte, bonita ―declara haciendo que la agitación que tuve cuando creí verle entrando en el vagón, vuelva y se instale en mi pecho.
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h
―¿No te excita todo esto? ―pregunta mientras me lleva en brazos.―¡Vete al cuerno! ―respondo a su provocación, observando sus ojos de acero, fijos en los míos, tras la máscara elaborada que tiene puesta en la cara.Mentiría si dijera que no, pero lo estoy desde que he visto todo esto, cosas que solo he imaginado cuando he hecho estudios sobre fiestas paganas, era como una fantasía de libro con el que te diviertes leyendo y hasta sueñas, pero que jamás vas a experimentar. No obstante, ahora y para mi gran sorpresa estoy viendo de primera mano lo que parece una orgía.Una parte, de verdad, que quiere salir corriendo, y la otra, está bastante cómoda en los brazos de este odioso ser, que no me puedo explicar cómo ha terminado envolviéndome en todo esto.―Eres extraña Claire, pretendiendo demostrar que no te gusta nada de esto, presiento que es todo lo contrario ―prosigue rompiendo el hilo de mis pensamientos.―Eso no es cierto ―murmuro apretando los di
¿Qué fue lo que pasó allí?Me lo sigo preguntando una y otra vez y luego que miro mi mano vendada y un poco adolorida lo recuerdo.Lo golpeé.―Tienes cojones ―dice esa mujer espabilándome de mis pensamientos.Después de eso, me sacó de allí y me trajo con esa mujer, y luego que me he secado y puesto mi ropa, ella me ha traído con el médico que vino a revisarme la mano. Era ridículo cuando yo también le hice daño con esa mascara.Me pregunto por qué estoy teniendo tanta conmiseración con él. Debería odiarlo por lo que me hizo presenciar sin habérselo pedido…Miro a esa mujer mientras el médico termina recoger todo lo que utilizó para tratarme la mano y ponerme un vendaje.―Aquí están las instrucciones y a qué hora debe tomar los analgésicos para la inflamac
―¿Qué te pasó en la mano? Acaso te dislocaste con un libro ―Iv pregunta jocosa, apenas me ve entrar.Esa mujer me dejó en casa y luego cuando se fue me di cuenta de que dos autos le seguían, y asumo que estuvieron detrás de nosotras cuando salimos de ese lugar.―Muy graciosa ―rechisto sacudiendo de mi cabeza los pensamientos que quieren volver.Cierro la puerta y con ello doy por sentado que todo eso quedará afuera, en el pasado, como una extraña experiencia, y vuelvo a mi vida. Se queda mirándome, parece estar preparando comida. Camino hacia la cocina y dejo mis cosas sobre el mesón, después tomo asiento en el banco. Ella abre los ojos cuando ve mi cartera.―¿Cómo la encontraste?―Me la devolvieron.Pone una expresión no muy convencida de mi respuesta. Me mira con recelo.―¿Qué ha ocurrido? Traes el cabello húmedo y una mano vendada. Acaso ocurrió una catástrofe en la biblioteca.―¡No!, algo parecido ―digo soltando la venda qu
No puedo evitar reír releyendo la pinche nota que dejó en el libro.¿Cuándo se le pase el enojo?Está de coña.Y de eso hace una semana y no ha sucedido nada. He andado con precaución y hasta a veces he pensado que me abordará como las anteriores, y nada. A estas alturas no sé si sentirme feliz porque aparentemente me dejó en paz, o enojada porque esperaba que en verdad ocurriera.De todos modos, soy una idiota, y aunque esa mujer haya dicho que no era lo que pensaba que cuando la otra mujer fue a su despacho, estaría loca si le hiciera caso. Estaría tonta si pensara que la llamó allí solo para verla como hizo allá abajo. Después de este tiempo he determinado que solo dejó lo escrito allí para atormentarme y que pensara que iba a buscarme de nuevo.―Vaya, ¿vas a un velorio?Esa es Iv molestándome otra vez.―No, voy a una tertulia de intelectuales ―respondo con sarcasmo y ella me mira con hastío.―No imagino lo divertido que es