Mi cabeza duele como el infierno, mis ojos están llorosos. Mis brazos duelen, todo mi cuerpo y cuando abro los ojos y adquiero consciencia, a mi cabeza viene la conversación con Melania y su acusación contra Ivette y como había sido por ella que estaba allí.
¿A dónde me han traído?, me pregunto espantada tratando de enfocarme, y entonces me doy cuenta de que estoy en medio una especie de reunión donde soy el centro de atención. No puedo moverme, estoy atada a una especie de cruz y suspendida desde el techo.
¿Qué es toda esta locura?
Trago con dificultad que hay un grupo de seis presididos por ese Lazarus. Portan máscaras como aquella orgía en el baño romano de la finca de Julian.
Julian…
Es mentira que vendrás a salvarme. A medida que todo transcurre se siente peor. Estoy molida física y mentalmente, siento que me ahogo y lo que deseo es que esto acabe rápido. Si ha sido culpa de Ivette, espero que suceda todo y termine esta agonía, si era así como
Seis meses después…Después de esa terrible experiencia, cambié un poco la percepción sobre todo lo que me rodeaba, porque si algo trajo Julian a mi vida, fueron emociones que jamás había experimentado. Pensaba que persistiría con su obsesión, al parecer, que estuviera al borde de la muerte, fue lo único que logró que se alejara de mí y quedara en mi mente como un fantasma.Era extraño porque siempre fui yo quien buscaba eso. A veces quería odiarlo, otras, lo deseaba y extrañaba un mundo. Y sigue siendo aún más extraño por esa causa.―¿Lista para salir? ―Ivette pregunta, durante este tiempo me dediqué a terminar de escribir aquel libro que me exigiera Geller para cambiar mi perspectiva de mi carrera y que hace una semana lo terminé y le envié el primer borrador.Asiento, aunque por dentro estoy ansiosa por lo que puede estar pensando sobre el rumbo que tomó mi historia. Al principio no lo concebía, después de todo lo ocu
―¿Qué te parece este?Mi amiga Ivette levanta hacia mí un vestidito muy cortito color plata, bastante luminoso y con un escote que casi llega al ombligo. Estamos en una de sus tantas faenas para conseguir un vestido nuevo para irse de fiesta.―Demasiado escandaloso ―respondo y ella hace una mueca de sarcasmo.―Por favor, sé que no te va esta moda; aun así, dilo con más ánimos ―me riñe con humor.―Vamos Iv, no estoy de humor, además, sabes que no soy la indicada para decirte que usar en una fiesta. Se supone que eres tú la que sabe cómo deslumbrar.―Vaya regaño, ¿y qué es ahora si se puede saber? ―se queja, pero no deja el vestido, lo lleva con ella.No sé por qué siempre me pregunta cuando tiene claro que ese estilo es propio de ella, sin embargo, en el fondo me alegra que me consulte, aunque el mío sea bastante soso.―Es Geller ―contesto aburrida de solo recordar lo que me dijo y que yo no había contemplado hacer.―¿Me vas a decir? ―me increpa haciendo pose de interesada.―Quiere que
Me miro al espejo y no puedo evitar pensar que me veo como una furcia. Ivette no solo se ríe de mí porque ha logrado que le acompañe, sino porque he terminado aceptando ponerme el vestido. Debo admitir que soy algo mojigata para estas cosas y es la razón por la que me cuesta salir de mi cascarón.―Esto no me gusta.―Ay, ya deja de quejarte, te ves preciosa y diría que matadora. Deberías ponerte vestiditos así más seguido.Podría, mientras nada se me salga del escote.―Es demasiado atrevido ―expongo.―No exageres ―ella se burla de mí.Por fortuna la parte de arriba se ajusta bien, pero sigue dando la sensación de que van a rebotar si medio doy un salto.―Tonta.―Bien, déjalo que no se van a salir.―Me siento desnuda.―Te ves radiante, ya pareces de veinticuatro y no una vieja amargada de sesenta.―Ahora te odio más.Iv no hace más que reírse de mí, ya que ella siempre está cómoda con lo que se pone.
―¿¡Qué le pasa!? ¡Bájeme maldito! ―chillo pataleando y golpeando con mis puños su espalda dura como una roca, pero no se detiene.Sigue caminando conmigo a cuestas pese a mi queja. No oye. No entiende, como si pusiera en claro su posición de: no acepto un no por respuesta.Estoy tan espantada e indignada con la arbitrariedad de ese hombre que apenas he visto, que me quedo bloqueada. Mi reacción es lenta porque estoy tratando de discernir lo que está haciendo, es algo que nunca en mi vida me ha pasado.Sigo pataleando cuando veo que nos mete a ambos en una habitación que está a oscuras. Solo cuando estamos dentro me baja y cierra la puerta antes de que corra hacia ella, dejando fuera toda posibilidad de luz.―¿Qué cree que hace? Déjeme salir ―grito tratando de ubicarme, la oscuridad es profunda, no veo nada, ni siquiera donde está él, que de seguro se está burlando de mí, porque esto debe ser una broma bastante pesada.Sigo tratando de ubicarme a ti
―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.¡Qué cuernos!―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.―Muy graciosa, no creo que lo necesite.―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la c
«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.¡Cualquiera!Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.―¿Claire?Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj