―¿¡Qué le pasa!? ¡Bájeme maldito! ―chillo pataleando y golpeando con mis puños su espalda dura como una roca, pero no se detiene.
Sigue caminando conmigo a cuestas pese a mi queja. No oye. No entiende, como si pusiera en claro su posición de: no acepto un no por respuesta.
Estoy tan espantada e indignada con la arbitrariedad de ese hombre que apenas he visto, que me quedo bloqueada. Mi reacción es lenta porque estoy tratando de discernir lo que está haciendo, es algo que nunca en mi vida me ha pasado.
Sigo pataleando cuando veo que nos mete a ambos en una habitación que está a oscuras. Solo cuando estamos dentro me baja y cierra la puerta antes de que corra hacia ella, dejando fuera toda posibilidad de luz.
―¿Qué cree que hace? Déjeme salir ―grito tratando de ubicarme, la oscuridad es profunda, no veo nada, ni siquiera donde está él, que de seguro se está burlando de mí, porque esto debe ser una broma bastante pesada.
Sigo tratando de ubicarme a tientas con mis manos extendidas para no tropezar cuando se enciende una luz, haciendo que busque su ubicación. Ha sido él quien ha encendido una pinche cerilla dejando ver un atisbo de su rostro, su mentón barbado, y su mirada algo siniestra, por como la luz de la pequeña llama, cae sobre él.
Sin embargo, no puedo evitar notar el peligroso y sexi atractivo que eso le da.
―¿Cómo te llamas? ―pregunta.
Su voz es como un estallido grave de feromonas que se impregnan en la piel, no obstante, no puedo evitar resoplar con la boca abierta. Voy a replicar, antes que decirle quién soy cuando la llama se apaga y el cerillo muere dejándonos otra vez en la oscuridad.
―No voy a contestar y vas a dejarme salir de aquí de una buena vez ―protesto en su lugar.
―Tu nombre, dámelo.
Vuelve con la pregunta de nuevo haciendo oídos sordos a mi queja. Eso me descoloca, pongo los ojos en blanco, la llama se apaga de nuevo y la oscuridad vuelve a cubrirnos.
―¿¡Qué demonios quieres!? ―increpo, exasperada y molesta pensando en Iv, y en sí estará buscándome, luego de todas las advertencias que me hizo cuando no me encuentre en la barra.
―Tu nombre, bonita. Eso quiero ―habla luego de encender una nueva cerilla.
Resoplo por su desfachatez y le miro con fijeza, mostrándole mi enojo por arrogancia, y encima su arbitrio por saber cómo me llamo.
―Eso no te importa. No suelo darles mi nombre a desconocidos ―mascullo, y lo único que escucho es su risa cuando la llama se apaga otra vez.
―¿Crees que soy un desconocido?
La pregunta vuelve con la llama de otra cerilla y ahora está más cerca, casi en mi frente. No me he movido porque no tengo idea de que hay en la habitación, pero cada que enciende un cerillo vislumbro que es un lugar casi vacío y solo percibo que hay alguna especie de sillón.
―Por supuesto, no tengo idea de quién cuernos eres o por qué haces esto ―mascullo y aunque no me gusta decir groserías, está haciendo que diga todo lo que he aprendido a las malas de Iv.
Su risa vuelve cuando la oscuridad nos arropa y la agitación se apodera de mi cuerpo en el momento en que percibo el sonido de sus pasos.
―Eres demasiado bonita para decir malas palabras.
―¡Que te den! ―grito mirando hacia todos lados.
Esta vez no hubo otro cerillo que iluminara la habitación y lo siguiente que siento es que tropiezo mi espalda con su cuerpo. Se ha puesto detrás de mí, y antes de que pueda correr a algún lado y escapar debido a la oscuridad, lleva su mano a mi cuello. Me horrorizo pensando lo que piensa hacer cuando presiona sus dedos con fuerza.
¿Acaso va a matarme?
Mi boca se abre buscando aire, y aunque no es lo suficiente para estrangularme, es lo que pareciese.
―Eso quiero yo hacer contigo.
―Suéltame.
―No, solo dame tu nombre.
―Olvídalo.
―Nunca me olvido de lo que me interesa.
―¿No me digas que te intereso cuando apenas me has visto? ―gruño empujando mis codos hacia atrás para golpearle.
Me detiene tomando mis dos brazos con una mano y luego esquiva mi patada cuando intento darle en donde creo que está su ingle.
―Es obvio y ya veo que sabes defenderte, bonita, eso me gusta ―agrega riéndose.
Eso me enerva.
―Suéltame, infeliz ―exijo tratando de zafarme, y lejos de liberarme me aferra a él, haciéndome sentir su cuerpo grande, fornido y duro en una parte especifica a la que no me le acercaría en mi vida normal.
Sé lo que significa; y, sin embargo, no se insinúa. Mi cuerpo se tensa cuando siento su aliento en mi cuello y su barba raspando mi delicada piel. Sin esperármelo me hace abrir la boca cuando toma mis muñecas con una mano y vuelve a poner la otra en mi cuello inmovilizándome. Deja mis piernas libres podría patearlo, no lo hago y mi atención se concentra en la mano que tiene en mi cuello que empieza a bajar tanteándome el pecho.
Me muevo, sé lo que hará. No quiero que me toque, y a la vez sí, y esa contradicción me vuelve loca porque mi cuerpo reacciona de formas que no imaginaba, cuando mete su mano dentro de mi escote amacizándolo tanto que me hace abrir la boca lanzando un jadeo, luego un chillido cuando aprieta fuerte.
Estoy tratando de asimilar lo que está sucediendo y como he terminado dejándome seducir por este arbitrario que no conozco, y que me hace experimentar sensaciones en mi cuerpo que no creí, eran propias de mí cuando una vibración retumba en la oscuridad.
Le escucho lanzar una maldición y cuando saca su teléfono del bolsillo y nos ilumina con la luz de la pantalla, yo debería aprovechar para zafarme y escapar, pero me quedo allí, como tonta esperando que conteste la llamada.
Reacciono y quiero golpearme en la cabeza cuando del otro lado sale una voz diciendo cosas en un idioma que no alcanzo a entender.
―Claro que interrumpes, imbécil. Bien, no hagan nada. Voy para allá ―habla como si diera una orden y nadie pudiera contradecirle, como si se sintiera poderoso para decir y hacer lo que le diera la gana―. No dudes que continuaremos esto después, así que ni pienses en olvidarte de mí, bonita ―añade y antes de que pueda replicar, por enésima vez, me libera alejándose.
―Olvídalo, ¡esto no va a volver a pasar! ―chillo indignada, escuchando sus pasos fuertes hasta que se detienen y la puerta se abre, llenando la habitación con la luz de afuera, iluminando mi posición y la suya.
―Te buscaré y te encontraré, ya lo verás ―declara y antes de que pueda reaccionar otra vez, se marcha dejándola abierta.
«¡Olvídalo!», repito en mi cabeza, sin embargo, no para mis adentros. Y lo más estúpido es que una parte de mí quiere que lo haga en verdad.
Después que desaparece, es que la realidad de ese pensamiento y lo que ha sucedido viene a mi cabeza, horrorizándome por pensar así; y es una total contradicción. Debería estar molesta con su arbitrariedad y espantada con lo que hubiera pasado.
Y pasó, y lo cruel es que aún puedo sentir sus manos metiéndose en mi escote tocándome, su aliento acariciándome y su barba raspando la piel de mi cuello. Siento algo húmedo entre las piernas y estoy de no creerme lo excitada que me puse, recordando su rostro vil y atractivo en la claridad de una cerilla, haciendo la diferencia entre la luz y la oscuridad.
Me abofeteo mentalmente porque tengo olvidar todo eso que pasó e irme rápido de allí, no sea que vuelva.
¿Y si vuelve?
“Así que ni pienses en olvidarte de mí, bonita”.
Mi cuerpo se agita con esa presunción y antes de seguir por ese espinoso sendero me arreglo el escote y voy hasta la puerta con algo de sigilo. Me asomo y afuera no hay nadie, así que corro de allí hasta encontrar un pasillo más transitado.
Camino casi que, trastabillando, ahora me tiemblan las piernas y las personas que hay por allí me miran con curiosidad; sin embargo, nadie me dice nada ni se acerca, así que me recompongo y enderezando mi postura sigo caminando, guiándome con el sonido de la música hasta que llego al rellano de la segunda planta. Me asomo a la valla y para mi sorpresa veo a Ivette acompañada con el mismo chico que le invitara a bailar. Me hace señas y cuando ve que la he pillado viene corriendo hacia donde estoy.
―¿Dónde estabas metida? Te he estado buscando como loca por todo el club ―exclama tomándome por los hombros.
―No vas a creerme lo que pasó ―digo.
―Pues vas a tener que decírmelo, conociéndote, creí que te habías marchado, fui por tu saco y allí estaba, así que he estado buscándote, ¿por qué no me llamaste? ―me reclama, y eso me hace resoplar.
No es extraño que piense eso. Me habría ido si me sentía aburrida, pero no hubo tiempo para pensarlo, ni para escapar y me pregunto si lo he hecho, después de lo que dijo, como si lo pudiera todo.
Te buscaré y te encontraré, ya lo verás.
Sin embargo, ha dicho algo sensato, no la he llamado, aunque tampoco tuve oportunidad y es allí cuando descubro que ya no llevo mi bolso cruzado y ni siquiera sé en qué momento lo perdí.
¡Qué rayos!
―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.¡Qué cuernos!―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.―Muy graciosa, no creo que lo necesite.―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la c
«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.¡Cualquiera!Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.―¿Claire?Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h
―¿No te excita todo esto? ―pregunta mientras me lleva en brazos.―¡Vete al cuerno! ―respondo a su provocación, observando sus ojos de acero, fijos en los míos, tras la máscara elaborada que tiene puesta en la cara.Mentiría si dijera que no, pero lo estoy desde que he visto todo esto, cosas que solo he imaginado cuando he hecho estudios sobre fiestas paganas, era como una fantasía de libro con el que te diviertes leyendo y hasta sueñas, pero que jamás vas a experimentar. No obstante, ahora y para mi gran sorpresa estoy viendo de primera mano lo que parece una orgía.Una parte, de verdad, que quiere salir corriendo, y la otra, está bastante cómoda en los brazos de este odioso ser, que no me puedo explicar cómo ha terminado envolviéndome en todo esto.―Eres extraña Claire, pretendiendo demostrar que no te gusta nada de esto, presiento que es todo lo contrario ―prosigue rompiendo el hilo de mis pensamientos.―Eso no es cierto ―murmuro apretando los di
¿Qué fue lo que pasó allí?Me lo sigo preguntando una y otra vez y luego que miro mi mano vendada y un poco adolorida lo recuerdo.Lo golpeé.―Tienes cojones ―dice esa mujer espabilándome de mis pensamientos.Después de eso, me sacó de allí y me trajo con esa mujer, y luego que me he secado y puesto mi ropa, ella me ha traído con el médico que vino a revisarme la mano. Era ridículo cuando yo también le hice daño con esa mascara.Me pregunto por qué estoy teniendo tanta conmiseración con él. Debería odiarlo por lo que me hizo presenciar sin habérselo pedido…Miro a esa mujer mientras el médico termina recoger todo lo que utilizó para tratarme la mano y ponerme un vendaje.―Aquí están las instrucciones y a qué hora debe tomar los analgésicos para la inflamac