Capítulo 4

―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.

Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.

Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.

¡Qué cuernos!

―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.

―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.

―Muy graciosa, no creo que lo necesite.

―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la cartera, es obvio que quiere dinero.

―¡No hizo eso!

―Ahora lo defiendes, ¿no que estabas enojada por lo que sucedió?

―Eso es porque te aseguro que no parece alguien que quiera mi dinero.

―Deberías darte por bien servida si quiere algo más de ti.

―No me ayudas, Iv.

―Vamos, Claire, intento que esto no se te haga traumático, si quieres podemos poner una denuncia, o una queja en el club.

―Deja el sarcasmo, lo dices porque no servirá de nada.

―Ya sabes que tengo razón, es el ambiente del club. Las mujeres van a disfrutar y muchas veces a ligar y dejarse meter en esas habitaciones sin problemas.

―Como tú, ¿verdad?

―Ya sabes ―aduce alzándose de hombros con cara de inocencia.

Me hace suspirar al recordar cómo me veían cuando salí al pasillo. ¡Madre mía!, mínimo pensaban que me la estaba pasando muy bien.

¿Y en parte fue así?

¡Qué carajos con esa pregunta!

―Ahora dime como lucía, tal vez pueda averiguar de quién se trataba, aunque es extraño que te haya elegido para meterte allí si no te conocía. No es usual que eso pase, por lo regular, te metes allí sabiendo que es un juego.

―¿Crees que tenía la intención de ir a jugar en una habitación a oscuras con un desconocido? ―me enervo y ella se ríe.

―¿No te resultó excitante?

―¡Iv! ―exclamo apretando los dientes.

―Ya, ya ―dice para apaciguarme―, más bien pensemos en que vamos a hacer; pero si me gustaría que me dieras alguna seña de cómo era, algún rastro físico ―añade y de inmediato viene a mi cabeza su rostro envuelto en sombras y apenas iluminado con la llama de una cerilla.

El pensamiento me hace tragar grueso porque luego cuando ya no volvió a encender otra…

―¿Y bien? ―prosigue sacándome de esos pensamientos.

Sacudo mi cabeza para disolver las imágenes que empiezan a formarse en mi mente, aunque no hay muchas de ellas y lo demás solo son sensaciones. De forma instintiva me llevo la mano a mi pecho sintiendo como si todavía estuviera tocándome.

La mirada de escrutadora curiosidad de Iv me traen a la realidad. Me sacudo de nuevo.

―Estoy esperando ―vuelve a hablar y yo trago saliva varias veces.

―Tenía barba.

―¿Sabes cuantos asistentes usan barba en ese lugar?

―¡Ay Iv! ―chillo exasperada.

―¿Qué más? ―pregunta un poco más comedida.

―Era alto, fuerte y vestía elegante.

―Con eso describes a casi el noventa por ciento de los hombres en ese lugar ―comenta con tono sarcástico.

Refunfuño, pero no digo nada y me dedico a recordar… y es entonces cuando hay algo que quizás no tienen la mayoría de los hombres en ese lugar.

―Tatuajes ―hablo y cuando me mira interrogante me fijo en que lo he dicho en voz alta.

―¿En dónde se los viste?

―En las manos ―respondo arrugando la cara.

Ella se ríe.

―Pensé que se había quitado la camisa o algo frente a ti.

―¿Puedes centrarte? ―replico.

―Está bien, ¿y cómo era? Porque sí lo viste bien, ¿verdad?

La pregunta de Iv me lleva a recordar lo que observé de él cuando nos tropezamos, y luego con los intervalos de luz de la cerilla cuando la encendía.

―La verdad no puedo recordarlos bien ―respondo―, parecían una flor, no, una rosa ―añado de repente emocionada por descubrir una pista sobre él.

¡Pero qué coños!

―Eso si cambia las cosas, y es una seña un poco más sólida. Puedo indagar por el personaje y con suerte lo buscarán en el registro y nos dirán quién es. Diré que se ha quedado con tu cartera por accidente y que necesitamos recuperarla y si no nos toman por locas, nos darán su contacto.

―Dices eso con muy poco optimismo.

―Es eso, o empezar a tramitar otra licencia ―me riñe.

―Bueno, ¿y si puedes hacerlo?

―Solo porque soy vip, de lo contrario ni el beneficio de la duda nos darían. Mínimo lo tomarán como que quieres encontrar al chico con el que ligaste.

―¡Para nada! ―bufo indignada. Ella se alza de hombros―. Bien, gracias por la ayuda ―me apresuro a añadir.

―De nada ―masculla―, ahora dime, ¿Qué harás si pudieras localizarle?

―No lo hago porque quiera encontrármelo otra vez, solo necesito recuperar mis cosas.

―¿Es todo?

―¿Qué te estás imaginado?

―¿No lo sé, pero no has pensado que esta puede ser tu mayor inspiración para tu problema con Geller?

―¡Para nada! ―exclamo poniéndome en pie―, voy a hacer precisamente eso, a buscar verdadera inspiración.

―¿Y en dónde?

―¿Donde más?, en la biblioteca, seguro encuentro mejores cosas allá que en tus dichosas fiestas.

―Qué amargada.

Iv se burla de mí y mientras yo le gruño ella sigue riéndose como si fuera un gran chiste, luego medito en que tal vez lo soy, y no debería dejar que lo que pasó siga atormentándome y mejor debo olvidarme de ello y de todas las tonterías que dijo.

Decido cambiar de conversación y le pregunto algo que con seguridad si le interesa contarme.

―¿Y qué hay de ese chico? El del club.

―¿Gary?

―¿Así se llama?

―Sí, Gary Cullman ―reafirma con voz de repente ensoñadora.

―¿Y quién es que no lo sabía?

―Lo conocí en mi primera noche allí, fue extraño como tropezamos. Él bailaba con una chica que no lo animaba mucho y yo me movía como una loca a su lado y de repente terminé bailando con él en un giro de intercambios, y desde ese momento no volvimos alejarnos hasta que tenía que irme.

―Vaya.

―¿No te parece una buena historia?

―Ni sueñes que voy a escribir sobre tus escarceos amorosos.

―No lo es, me gusta, y estoy pensando en algo serio ―dice enseriándose de pronto, tanto que me asusta.

No de mala manera, sino de la forma en que te espantas porque tu amiga, la fiestera y bailadora piensa ir en serio con un chico.

―Vale, te creo, ¿Y qué hay de él?

―No lo sé. Ese es el problema.

―¿Por qué?

―Porque pasa de todo, pero no dice nada.

―Huye de allí, no quiere compromisos, solo pasarla bien.

―No crees que lo sé, es lo que yo dije desde el principio.

―¿Y ahora te arrepientes, ¿verdad?

―Sí, y no sé cómo darle otras señales.

―Diablos, esa no es una historia que me gustaría escribir ―digo alejándome de la sala.

Ella me lanza un cojín del sofá vengativa, golpeándome en la espalda y yo le hago muecas. Voy a mi habitación y me pongo ropa cómoda y bien tapada porque la sensación de desnudez en el pecho no se me quita, además, pasaré la tarde en la biblioteca. Me iré en metro, puesto que no puedo usar el auto. Al volver a la sala ella está mirando su teléfono y tecleando con bastante seriedad. Algo me dice que habla con ese Gary. Me acerco cuando levanta la mirada.

―Es Gary, estamos chateando.

―Eso veo, y estás muy animada después de decirme que empiezas a detestarlo ―comento mientras recojo mi bolso.

Ella se alza de hombros.

―Puede servirnos más de ayuda que llamar al club.

―¿Y en qué puede ayudarnos?

―A descubrir quién es el tipo que se robó tu cartera ―responde regañona.

―Bien, y que puede averiguar.

―Es sobre el tatuaje, dijo que podría saber quién es la persona que lo tiene ―responde y eso me agita un poco.

―Vale, si puede ayudarnos con eso, sería súper ―digo y me apresuro en salir.

―Te cuento cuando regreses ―grita cuando ya estoy por cerrar la puerta.

Afuera en la calle, hace un poco de viento, estamos en otoño, así que me ajusto el cuello de mi largo saco y la boina en mi cabeza, y con las manos en mi bolso me dirijo hasta la estación del metro.  Queda cerca.

Espero a que el semáforo de paso para cruzar hacia la estación. Una se detienen los autos corro hacia allá y luego a la entrada del túnel. En mi camino hacia allá dejo de pensar en ese hombre que no tengo idea de quién es, y que pese a mis reticencias parece ejercer una poderosa atracción sobre mí.

En eso voy meditando cuando veo que llega el metro y me apresuro para no perderlo. Lo logro alcanzar, pero quedo cansada y agitada por la carrera. No hay puestos vacíos, tampoco es muy lejos a donde voy. Solo dos estaciones. Me quedo de pie agarrada al tubo junto a las puertas con la mirada baja, y es cuando se detiene y se abren de nuevo para dejar subir más pasajeros que veo una mano que sostiene la barra y mi sorpresa es grande cuando veo la rosa tatuada en su dorso.

De inmediato la asocio con la de ese tipo en el club. Levanto la mirada azorada justo cuando esta deja de sostener la barra, y quien quiera que sea se confunde con toda la gente que sube en el vagón.

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