―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.
Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.
Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.
¡Qué cuernos!
―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.
―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.
―Muy graciosa, no creo que lo necesite.
―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la cartera, es obvio que quiere dinero.
―¡No hizo eso!
―Ahora lo defiendes, ¿no que estabas enojada por lo que sucedió?
―Eso es porque te aseguro que no parece alguien que quiera mi dinero.
―Deberías darte por bien servida si quiere algo más de ti.
―No me ayudas, Iv.
―Vamos, Claire, intento que esto no se te haga traumático, si quieres podemos poner una denuncia, o una queja en el club.
―Deja el sarcasmo, lo dices porque no servirá de nada.
―Ya sabes que tengo razón, es el ambiente del club. Las mujeres van a disfrutar y muchas veces a ligar y dejarse meter en esas habitaciones sin problemas.
―Como tú, ¿verdad?
―Ya sabes ―aduce alzándose de hombros con cara de inocencia.
Me hace suspirar al recordar cómo me veían cuando salí al pasillo. ¡Madre mía!, mínimo pensaban que me la estaba pasando muy bien.
¿Y en parte fue así?
¡Qué carajos con esa pregunta!
―Ahora dime como lucía, tal vez pueda averiguar de quién se trataba, aunque es extraño que te haya elegido para meterte allí si no te conocía. No es usual que eso pase, por lo regular, te metes allí sabiendo que es un juego.
―¿Crees que tenía la intención de ir a jugar en una habitación a oscuras con un desconocido? ―me enervo y ella se ríe.
―¿No te resultó excitante?
―¡Iv! ―exclamo apretando los dientes.
―Ya, ya ―dice para apaciguarme―, más bien pensemos en que vamos a hacer; pero si me gustaría que me dieras alguna seña de cómo era, algún rastro físico ―añade y de inmediato viene a mi cabeza su rostro envuelto en sombras y apenas iluminado con la llama de una cerilla.
El pensamiento me hace tragar grueso porque luego cuando ya no volvió a encender otra…
―¿Y bien? ―prosigue sacándome de esos pensamientos.
Sacudo mi cabeza para disolver las imágenes que empiezan a formarse en mi mente, aunque no hay muchas de ellas y lo demás solo son sensaciones. De forma instintiva me llevo la mano a mi pecho sintiendo como si todavía estuviera tocándome.
La mirada de escrutadora curiosidad de Iv me traen a la realidad. Me sacudo de nuevo.
―Estoy esperando ―vuelve a hablar y yo trago saliva varias veces.
―Tenía barba.
―¿Sabes cuantos asistentes usan barba en ese lugar?
―¡Ay Iv! ―chillo exasperada.
―¿Qué más? ―pregunta un poco más comedida.
―Era alto, fuerte y vestía elegante.
―Con eso describes a casi el noventa por ciento de los hombres en ese lugar ―comenta con tono sarcástico.
Refunfuño, pero no digo nada y me dedico a recordar… y es entonces cuando hay algo que quizás no tienen la mayoría de los hombres en ese lugar.
―Tatuajes ―hablo y cuando me mira interrogante me fijo en que lo he dicho en voz alta.
―¿En dónde se los viste?
―En las manos ―respondo arrugando la cara.
Ella se ríe.
―Pensé que se había quitado la camisa o algo frente a ti.
―¿Puedes centrarte? ―replico.
―Está bien, ¿y cómo era? Porque sí lo viste bien, ¿verdad?
La pregunta de Iv me lleva a recordar lo que observé de él cuando nos tropezamos, y luego con los intervalos de luz de la cerilla cuando la encendía.
―La verdad no puedo recordarlos bien ―respondo―, parecían una flor, no, una rosa ―añado de repente emocionada por descubrir una pista sobre él.
¡Pero qué coños!
―Eso si cambia las cosas, y es una seña un poco más sólida. Puedo indagar por el personaje y con suerte lo buscarán en el registro y nos dirán quién es. Diré que se ha quedado con tu cartera por accidente y que necesitamos recuperarla y si no nos toman por locas, nos darán su contacto.
―Dices eso con muy poco optimismo.
―Es eso, o empezar a tramitar otra licencia ―me riñe.
―Bueno, ¿y si puedes hacerlo?
―Solo porque soy vip, de lo contrario ni el beneficio de la duda nos darían. Mínimo lo tomarán como que quieres encontrar al chico con el que ligaste.
―¡Para nada! ―bufo indignada. Ella se alza de hombros―. Bien, gracias por la ayuda ―me apresuro a añadir.
―De nada ―masculla―, ahora dime, ¿Qué harás si pudieras localizarle?
―No lo hago porque quiera encontrármelo otra vez, solo necesito recuperar mis cosas.
―¿Es todo?
―¿Qué te estás imaginado?
―¿No lo sé, pero no has pensado que esta puede ser tu mayor inspiración para tu problema con Geller?
―¡Para nada! ―exclamo poniéndome en pie―, voy a hacer precisamente eso, a buscar verdadera inspiración.
―¿Y en dónde?
―¿Donde más?, en la biblioteca, seguro encuentro mejores cosas allá que en tus dichosas fiestas.
―Qué amargada.
Iv se burla de mí y mientras yo le gruño ella sigue riéndose como si fuera un gran chiste, luego medito en que tal vez lo soy, y no debería dejar que lo que pasó siga atormentándome y mejor debo olvidarme de ello y de todas las tonterías que dijo.
Decido cambiar de conversación y le pregunto algo que con seguridad si le interesa contarme.
―¿Y qué hay de ese chico? El del club.
―¿Gary?
―¿Así se llama?
―Sí, Gary Cullman ―reafirma con voz de repente ensoñadora.
―¿Y quién es que no lo sabía?
―Lo conocí en mi primera noche allí, fue extraño como tropezamos. Él bailaba con una chica que no lo animaba mucho y yo me movía como una loca a su lado y de repente terminé bailando con él en un giro de intercambios, y desde ese momento no volvimos alejarnos hasta que tenía que irme.
―Vaya.
―¿No te parece una buena historia?
―Ni sueñes que voy a escribir sobre tus escarceos amorosos.
―No lo es, me gusta, y estoy pensando en algo serio ―dice enseriándose de pronto, tanto que me asusta.
No de mala manera, sino de la forma en que te espantas porque tu amiga, la fiestera y bailadora piensa ir en serio con un chico.
―Vale, te creo, ¿Y qué hay de él?
―No lo sé. Ese es el problema.
―¿Por qué?
―Porque pasa de todo, pero no dice nada.
―Huye de allí, no quiere compromisos, solo pasarla bien.
―No crees que lo sé, es lo que yo dije desde el principio.
―¿Y ahora te arrepientes, ¿verdad?
―Sí, y no sé cómo darle otras señales.
―Diablos, esa no es una historia que me gustaría escribir ―digo alejándome de la sala.
Ella me lanza un cojín del sofá vengativa, golpeándome en la espalda y yo le hago muecas. Voy a mi habitación y me pongo ropa cómoda y bien tapada porque la sensación de desnudez en el pecho no se me quita, además, pasaré la tarde en la biblioteca. Me iré en metro, puesto que no puedo usar el auto. Al volver a la sala ella está mirando su teléfono y tecleando con bastante seriedad. Algo me dice que habla con ese Gary. Me acerco cuando levanta la mirada.
―Es Gary, estamos chateando.
―Eso veo, y estás muy animada después de decirme que empiezas a detestarlo ―comento mientras recojo mi bolso.
Ella se alza de hombros.
―Puede servirnos más de ayuda que llamar al club.
―¿Y en qué puede ayudarnos?
―A descubrir quién es el tipo que se robó tu cartera ―responde regañona.
―Bien, y que puede averiguar.
―Es sobre el tatuaje, dijo que podría saber quién es la persona que lo tiene ―responde y eso me agita un poco.
―Vale, si puede ayudarnos con eso, sería súper ―digo y me apresuro en salir.
―Te cuento cuando regreses ―grita cuando ya estoy por cerrar la puerta.
Afuera en la calle, hace un poco de viento, estamos en otoño, así que me ajusto el cuello de mi largo saco y la boina en mi cabeza, y con las manos en mi bolso me dirijo hasta la estación del metro. Queda cerca.
Espero a que el semáforo de paso para cruzar hacia la estación. Una se detienen los autos corro hacia allá y luego a la entrada del túnel. En mi camino hacia allá dejo de pensar en ese hombre que no tengo idea de quién es, y que pese a mis reticencias parece ejercer una poderosa atracción sobre mí.
En eso voy meditando cuando veo que llega el metro y me apresuro para no perderlo. Lo logro alcanzar, pero quedo cansada y agitada por la carrera. No hay puestos vacíos, tampoco es muy lejos a donde voy. Solo dos estaciones. Me quedo de pie agarrada al tubo junto a las puertas con la mirada baja, y es cuando se detiene y se abren de nuevo para dejar subir más pasajeros que veo una mano que sostiene la barra y mi sorpresa es grande cuando veo la rosa tatuada en su dorso.
De inmediato la asocio con la de ese tipo en el club. Levanto la mirada azorada justo cuando esta deja de sostener la barra, y quien quiera que sea se confunde con toda la gente que sube en el vagón.
«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.¡Cualquiera!Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.―¿Claire?Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h
―¿No te excita todo esto? ―pregunta mientras me lleva en brazos.―¡Vete al cuerno! ―respondo a su provocación, observando sus ojos de acero, fijos en los míos, tras la máscara elaborada que tiene puesta en la cara.Mentiría si dijera que no, pero lo estoy desde que he visto todo esto, cosas que solo he imaginado cuando he hecho estudios sobre fiestas paganas, era como una fantasía de libro con el que te diviertes leyendo y hasta sueñas, pero que jamás vas a experimentar. No obstante, ahora y para mi gran sorpresa estoy viendo de primera mano lo que parece una orgía.Una parte, de verdad, que quiere salir corriendo, y la otra, está bastante cómoda en los brazos de este odioso ser, que no me puedo explicar cómo ha terminado envolviéndome en todo esto.―Eres extraña Claire, pretendiendo demostrar que no te gusta nada de esto, presiento que es todo lo contrario ―prosigue rompiendo el hilo de mis pensamientos.―Eso no es cierto ―murmuro apretando los di
¿Qué fue lo que pasó allí?Me lo sigo preguntando una y otra vez y luego que miro mi mano vendada y un poco adolorida lo recuerdo.Lo golpeé.―Tienes cojones ―dice esa mujer espabilándome de mis pensamientos.Después de eso, me sacó de allí y me trajo con esa mujer, y luego que me he secado y puesto mi ropa, ella me ha traído con el médico que vino a revisarme la mano. Era ridículo cuando yo también le hice daño con esa mascara.Me pregunto por qué estoy teniendo tanta conmiseración con él. Debería odiarlo por lo que me hizo presenciar sin habérselo pedido…Miro a esa mujer mientras el médico termina recoger todo lo que utilizó para tratarme la mano y ponerme un vendaje.―Aquí están las instrucciones y a qué hora debe tomar los analgésicos para la inflamac
―¿Qué te pasó en la mano? Acaso te dislocaste con un libro ―Iv pregunta jocosa, apenas me ve entrar.Esa mujer me dejó en casa y luego cuando se fue me di cuenta de que dos autos le seguían, y asumo que estuvieron detrás de nosotras cuando salimos de ese lugar.―Muy graciosa ―rechisto sacudiendo de mi cabeza los pensamientos que quieren volver.Cierro la puerta y con ello doy por sentado que todo eso quedará afuera, en el pasado, como una extraña experiencia, y vuelvo a mi vida. Se queda mirándome, parece estar preparando comida. Camino hacia la cocina y dejo mis cosas sobre el mesón, después tomo asiento en el banco. Ella abre los ojos cuando ve mi cartera.―¿Cómo la encontraste?―Me la devolvieron.Pone una expresión no muy convencida de mi respuesta. Me mira con recelo.―¿Qué ha ocurrido? Traes el cabello húmedo y una mano vendada. Acaso ocurrió una catástrofe en la biblioteca.―¡No!, algo parecido ―digo soltando la venda qu