―¿Qué te parece este?
Mi amiga Ivette levanta hacia mí un vestidito muy cortito color plata, bastante luminoso y con un escote que casi llega al ombligo. Estamos en una de sus tantas faenas para conseguir un vestido nuevo para irse de fiesta.
―Demasiado escandaloso ―respondo y ella hace una mueca de sarcasmo.
―Por favor, sé que no te va esta moda; aun así, dilo con más ánimos ―me riñe con humor.
―Vamos Iv, no estoy de humor, además, sabes que no soy la indicada para decirte que usar en una fiesta. Se supone que eres tú la que sabe cómo deslumbrar.
―Vaya regaño, ¿y qué es ahora si se puede saber? ―se queja, pero no deja el vestido, lo lleva con ella.
No sé por qué siempre me pregunta cuando tiene claro que ese estilo es propio de ella, sin embargo, en el fondo me alegra que me consulte, aunque el mío sea bastante soso.
―Es Geller ―contesto aburrida de solo recordar lo que me dijo y que yo no había contemplado hacer.
―¿Me vas a decir? ―me increpa haciendo pose de interesada.
―Quiere que escriba un libro ―respondo abrumada y ella se echa a reír―, no le veo la gracia ―la regaño ahora.
―Pensé que era algo peor. Además, que eres estudiante de letras, eso debería de dársete bien.
―No confundas. No soy escritora, soy investigadora ―recalco mi abnegada función.
―¿Y cuál él es lío?, además que te encanta leer, así que creo que no sería nada malo que escribas tu propia historia. Solo sería darle un poco de más acción a lo aburrido de tus escritos.
―Ese es el problema, él no quiere que sea un libro basado en mis métodos de investigación científica, quiere algo literario. Según él, como una manera de probar que puedo ser prolífica.
―Estoy de acuerdo con el viejo.
Ivette se burla de mí y ahora quiero ahorcarla a ella y al viejo.
―Ay, no me ayudas ―me quejo y ella se alza de hombros.
De inmediato ve otro vestido y eso es suficiente para que se le olvide lo que le dije y que me ha tenido frustrada desde que me lo pidiera el profesor. Ella grita de alegría porque ha encontrado un vestido parecido al plateado, de color azul eléctrico, y sin mangas. Él otro las tiene cortas. Lo toma del perchero y con uno en cada lado se los mide de frente.
―¿Dime cuál me va mejor? ―Pongo los ojos en blanco y ella mira con sarcasmo―, bien, te ayudaré a resolver este trágico asunto.
―No creo que haya manera de resolverlo sin que tenga que sentarme a escribir, y ese no es el problema.
―¿Y entonces cuál es?
―Es que ha dicho que no quiere que sea nada académico, sino ficción, como una novela.
―No le veo la dificultad, si algo te caracteriza es que te encanta leer esos romances irreales.
―Sí, pero no novelas de romance soso como les llamas, sino esas cosas que se publican hoy en día.
―Erótica ―responde bastante sugestiva.
―Vamos, Iv.
―Hasta te pusiste colorada. ―Ella sí que se burla de mí―, está bien, te daré una idea y espero que la medites, a mí me encantaría.
―¿Qué sugieres?
―Que veas, que experimentes.
―No.
Me niego con expresión rotunda.
―Sí ―replica ferviente.
―No, no voy a ir contigo.
―Sí, señorita, observar, te ayudará un montón y experimentar, ni te digo. ―alardea.
―No estoy de acuerdo.
―Yo sí, y es una excelente idea, y aunque no me creas, he escuchado que algunas autoras se inspiran en las cosas que ven o les sucede, puede pasar contigo y así sales de ese lío.
―Que no ―me mantengo
―Qué sí, así que vas a venir conmigo al club esta noche y no los pasaremos increíble.
―Eso menos, sabes que me aburro en esos lugares. No son lo mío.
―Eso es porque no te gusta salir de tu zona de confort y tampoco tienes nadie que te caliente por andar metida en tus proyectos. Así que estoy de acuerdo con tu profesor, eso te enseñará otras cositas más allá de tu laboratorio.
―Te odio, y no vas a convencerme.
―Y me vas a odiar más, porque te vas a poner el plateado.
―¡Olvídalo! ―replico espantada.
―No, olvídalo tú porque no puedes ir como una monja recatada a un lugar como ese y si quieres encontrar inspiración tienes que convertirte en ella.
―Estás loca, sabes que no vas a convencerme.
―Quizás, a lo mejor te servirá para distraerte y olvidar al menos por una noche que tienes que escribir un libro.
Odio a mi amiga cuando se pone en ese plan, sin embargo, creo que esta vez tiene razón.
Largo un derrotado suspiro.
―Está bien, y no iré porque crea que tienes razón con eso de la inspiración.
―Pero si con lo de la distracción, ¿verdad?
―Graciosa.
―¿Y bien? Te pondrás este ―dice extendiendo el vestido plateado hacia mí.
―Ni lo pienses.
―Yo creo que sí ―se ufana y yo niego con mi cabeza.
Me miro al espejo y no puedo evitar pensar que me veo como una furcia. Ivette no solo se ríe de mí porque ha logrado que le acompañe, sino porque he terminado aceptando ponerme el vestido. Debo admitir que soy algo mojigata para estas cosas y es la razón por la que me cuesta salir de mi cascarón.―Esto no me gusta.―Ay, ya deja de quejarte, te ves preciosa y diría que matadora. Deberías ponerte vestiditos así más seguido.Podría, mientras nada se me salga del escote.―Es demasiado atrevido ―expongo.―No exageres ―ella se burla de mí.Por fortuna la parte de arriba se ajusta bien, pero sigue dando la sensación de que van a rebotar si medio doy un salto.―Tonta.―Bien, déjalo que no se van a salir.―Me siento desnuda.―Te ves radiante, ya pareces de veinticuatro y no una vieja amargada de sesenta.―Ahora te odio más.Iv no hace más que reírse de mí, ya que ella siempre está cómoda con lo que se pone.
―¿¡Qué le pasa!? ¡Bájeme maldito! ―chillo pataleando y golpeando con mis puños su espalda dura como una roca, pero no se detiene.Sigue caminando conmigo a cuestas pese a mi queja. No oye. No entiende, como si pusiera en claro su posición de: no acepto un no por respuesta.Estoy tan espantada e indignada con la arbitrariedad de ese hombre que apenas he visto, que me quedo bloqueada. Mi reacción es lenta porque estoy tratando de discernir lo que está haciendo, es algo que nunca en mi vida me ha pasado.Sigo pataleando cuando veo que nos mete a ambos en una habitación que está a oscuras. Solo cuando estamos dentro me baja y cierra la puerta antes de que corra hacia ella, dejando fuera toda posibilidad de luz.―¿Qué cree que hace? Déjeme salir ―grito tratando de ubicarme, la oscuridad es profunda, no veo nada, ni siquiera donde está él, que de seguro se está burlando de mí, porque esto debe ser una broma bastante pesada.Sigo tratando de ubicarme a ti
―Entonces te llevó solo para robarte tu cartera ―Iv resume todo como si fuera un chiste y yo le miró con cara de aburrida, porque no se toma en serio lo que le digo.Le he contado la historia hasta el cansancio ―solo omitiendo algunas cosas que no le incumben y que me dan mucha vergüenza―, y lejos de congraciarse conmigo, no ha parado de burlarse de mí.Ni siquiera medito en lo que pensará si le hablo de los detalles porque dirá que estaba de suerte y por fin alguien se ha atrevido a meterme mano.¡Qué cuernos!―Sí, ya te lo he dicho mil veces. Tuvo que ser él, no la dejé en ningún otro lado ―replico molesta porque debido a eso no tengo mi teléfono ni mi licencia de conducir.―Bueno, eso es un problema, él ahora tiene tu licencia y tu teléfono. Ten dinero a la mano porque seguro va a extorsionarte para que los recuperes.―Muy graciosa, no creo que lo necesite.―Vamos, si te encerró en una de las habitaciones reservadas y te quitó la c
«Puede ser cualquiera. Puede. Ser. Cualquiera», me repito en la cabeza una y otra vez.¡Cualquiera!Llego azorada a la biblioteca pública Berinni después de salir corriendo de la estación. Llevo la mano a mi pecho porque este quiere salir corriendo.«Cualquiera con tatuajes…», sigo diciéndome cuando alcanzo las escalinatas, porque ahora me siento estúpida como si huyera de un fantasma y no es nada de eso. El hombre de anoche en el club era de carne y hueso. Me agarro a la baranda y empiezo a subirlas como si necesitara ayuda.―¿Claire?Escucho a mi espalda. Sé quién es, y me causa alivio, así que me vuelvo para encontrarme con Gustav Calver, un compañero de la universidad.Es historiador, y aunque la biblioteca no le queda tan cerca como a mí, le gusta frecuentarla. Asegura que su por su colección de obras antiguas, bastante completa e inigualable, es ideal para él. En eso le doy la razón. También es mi favorita.―Hola ―saludo recomponiéndome de la agitación y mostrándole una sonrisa
Mi boca se entreabre, tengo tantas cosas atravesadas en la garganta que quiero gritarle a la cara, pero no me sale ninguna. Su sola presencia es odiosa, antipática; y su mirada engreída, además de muy abrumadora. Su lengua se asoma un poco repasando sus dientes blancos hasta que una sonrisa lobuna se refleja en su cara.¡Qué carajos!Me sacudo el estupor de encima.―¿Q-Qué hace aquí? ―inquiero agitada.Él, y apenas hace una seña hacia el cubículo luego de guiñarme un ojo.¡Qué le pasa!―No hagamos ruido aquí afuera ―dice tan calmado que me hace apretar los puños.―No le he dicho que va a entrar allí conmigo.―Seguro que sí ―repone caminando hacia donde he dejado caer la llave. La recoge del piso y es quien abre mi cubículo―, entra, tenemos que hablar ―añade en un tono grave y reposado que me hace rabiar.―No tengo nada que hablar con usted.―Yo creo que sí, bonita.―Deje de decirme bonita. Mi nombre es Clai
―¿Va a devolverme mis cosas? ―inquiero ofuscada; y luego, cuando soy consciente que el auto está en marcha, empiezo a sentir algo de miedo.«Un poco tarde», me digo y sería tonto pensar que no era lo que buscaba cuando ha dicho que va a convertirme en su mujer solo porque se le ha dado la regalada gana. Aprieto mis puños esperando a que responda.―Después bonita, no seas tan ansiosa ―responde y su sonrisa me resulta repugnante y odiosa.―Deje de decirme bonita, ¿y quién está ansiosa por a donde sea que va a llevarme? ¿Debería rezar por mi muerte? No es diferente de un psicópata que secuestra a alguien.―No digas tonterías, no pretendo matarte. No de la manera que piensas ―arguye con tono taimado, ladeándose para mirarme.Guiña su ojo otra vez como si esto fuera divertido. Para mí no lo es, y admito que he sido bastante osada al terminar haciendo lo que quiere.―Por la forma en la que actúa no puedo pensar de otra manera ―hablo en un tono baj
¿Por qué me tiembla la mano?Tal vez porque la suya es demasiado grande y me trae recuerdos cuando roza el centro de mi palma con su pulgar.¿Qué hace?Tiro de mi mano cuando llegamos a la puerta, no me gusta eso que hace. Es como una caricia morbosa. Quiero apartarme, pero no me suelta y ejerce una fuerte presión que me mantiene en su lugar. Le miro indignada. Aunque lucho no me deja. La puerta se abre de par en par en ese momento por un hombre de mediana edad y mientras caminamos se aparta para ocupar su lugar en una fila, conformando un séquito de empleados a cada lado, haciendo una especie de corte real.Poderoso.Eso pensé alguna vez, y no cabe duda de que puede influir tanto como para ser reverenciado por un montón de gente si lo desea. O ni siquiera tiene que hacerlo, solo obedecen.Obedecer es algo que hacía con mis padres. Ellos me enseñaron a ser respetuosa, no sumisa, y eso hace una diferencia entre la obed
Aún sigo sin enterarme de nada y estoy aquí. Debería salir corriendo y creo que no lo he intentado con mucha fuerza porque sigo aquí como si mi curiosidad pudiera más que mi carácter.No soy así.Soy decidida, no una arriesgada, largo un suspiro observándola ir hasta una puerta y la abre. Se queda allí a la espera de que vaya con ella. Medito en lo que ha dicho y no sé si es buena o mala persona, es obvio que no está de mi parte.―¿A dónde va a llevarme ahora? ―pregunto cuando me fijo que es un enorme cuarto de baño.―Ya lo verás ―responde, seguido va hasta un armario y saca una especie de vestido blanco de tela bastante suave y delgada―. Quítate toda la ropa y vístete con esto.―¿Qué?―Lo que he dicho, no eres sorda, ¿verdad?―No. No soy sorda, tampoco tonta ―replico.Ella me mira levantando sus cejas y pone un gesto que me hace recordar lo que dijo sobre lo que debo hacer si quiero que me deje ir. Esa resolución me h