Capítulo 42: Persecución

Fernanda

El motor rugió cuando Cordelia pisó el acelerador a fondo, saliendo del estacionamiento como un maldito cohete.

—¿A dónde mierda crees que vas? —grité, mirando por el retrovisor con el estómago encogido.

Los ángeles venían detrás de nosotras. No atacaban todavía, pero sus malditos ojos dorados brillaban como si ya nos hubieran sentenciado a muerte.

"¡Ja, ja, ja! Aunque yo ya estaba morida, pero aún me sentía viva."

—No los voy a llevar a la casa de Damien —resopló Cor, girando bruscamente a la derecha y metiéndose por una calle llena de gente—. No soy tan estúpida.

Un bocinazo ensordecedor me hizo soltar un improperio cuando casi nos damos de lleno contra un camión de reparto.

—¡Mierda, Cor! ¡Podrías matarnos!

Me miró de reojo con toda la calma del mundo.

—Tú ya estás muerta.

Puse los ojos en blanco.

—¡Técnicamente! —Coloqué mis dedos en mis labios—. Pero… No del todo aún sigo dando lata.

El auto se sacudió cuando ella giró otra vez, las llantas chillaron y la parte trasera
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