Cordelia El piso superior era un campo de guerra.Los cadáveres de vampiros estaban deshechos por todas partes. Algunos reducidos a cenizas, otros convertidos en pedazos irreconocibles. Su sangre oscura impregnaba las paredes y el suelo, formaba charcos espesos nauseabundos bajo mis pies.El olor a muerte era sofocante, pero nada me preparó para lo que vi en el centro de aquella masacre.Zeiren.Ahora tenía alas grises que se extendían imponentes, cubiertas de sangre y ceniza. Su cuerpo estaba tenso, los músculos marcados bajo la piel manchada de carmesí. Pero lo que realmente me congeló en el sitio fue su rostro.Ese no era mi Zeiren.Eso era una bestia.Sus ojos, tan llenos de ternura cuando me miraban, ahora brillaban con una luz salvaje y vacía. Sus labios estaban curvados en un gruñido, sus manos goteaban sangre mientras sostenían el corazón de Lysandre.El príncipe de los vampiros nunca tuvo escapatoria.Zeiren lo había destrozado. Parte por parte.Un escalofrío me recorrió
Cordelia La cabaña no era tan solo una cabaña.Era una enorme casa, con dos pisos, ventanales que reflejaban la luz de la luna y un porche que parecía sacado de una revista de lujo.—¿A esto le llamas una cabaña? —exclamó Fernanda, llevándose las manos a la cara—. ¡Es una puta mansión! Pasar desapercibidos mis ovarios.Damien se rió.—No te preocupes, linda. Tiene hechizos protectores. Cualquiera que pase cerca solo verá campo.Eso fue un alivio.Aparqué el auto y cuando miré por el espejo retrovisor, los fantasmas ya no estaban. No había rastro de Fernanda ni de los otros tres.Agradecí en silencio.Necesitaba ese respiro.Salí del auto y me giré para ayudar a Zeiren, pero él ya estaba ahí.Alto, silencioso, con el ceño fruncido y las manos cerradas en puños.Era mi sombra. No se alejaba de mí, pero tampoco decía nada.Lo tomé de la mano.Su piel estaba fría.Entrelacé mis dedos con los suyos y lo guié escaleras arriba, buscando una habitación.No lo presioné.No intenté forzarlo a
Cordelia La respiración de Zeiren era lenta y profunda. Su cabeza estaba apoyada en mi pecho, su brazo rodeando mi cintura, como si no quisiera soltarme ni en sueños.Deslicé los dedos por su cabello húmedo, enredándolos suavemente en los mechones oscuros. Se sentía tan diferente así, vulnerable, entregado al sueño después de todo lo que había pasado. No podía culparlo, su cuerpo había llegado al límite, su mente había estado al borde del abismo.Aún podía ver la preocupación en su expresión; su ceño fruncido, sus labios entreabiertos, ese tic en su ojo..."Mi Elion…"Incliné la cabeza y presioné un beso suave en su frente, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba inconscientemente a mi toque, relajándose un poco más.No quería moverme. No quería romper este momento de calma, después de tantas peleas, de tanto dolor...—Estoy aburrida y tengo hambre.La voz de Fernanda rompió la tranquilidad que habíamos logrado.Zeiren gruñó contra mi pecho, apretándome más entre sus brazos sin abrir l
Cordelia—¡Oye! Te ves guapísima —dijo con esa voz apática que te hacía sentir como si te estuviera lanzando un ladrillo a la cara en lugar de un cumplido.—¿Y eso a qué viene? —le contesté, arrastrando las palabras mientras la miraba de arriba abajo, más por costumbre que por verdadero interés en su atuendo. Fernanda estaba impecable, como siempre.Pero no tenía tiempo para analizar su estilo. Porque, en menos de un segundo, ya estaba gritando.—¡Ya está, Cor! —me agarró de los brazos con una fuerza innecesaria, como si fuera a arrancarme del sofá por completo—. ¡Ya basta de lloriquear por ese escuincle malparido!Me tambaleé cuando me obligó a levantarme. Logré zafarme de su agarre y me quedé parada ahí, cruzando los brazos, aunque me sentía como un trapo viejo que alguien había descolgado a la fuerza.—¡Uy sí! —le reproché, arqueando una ceja coloqué las manos en mis caderas—. Como si fuera por ese baboso y ordinario por el que estaba llorando...Ella no se lo creyó ni por un segun
Cordelia Ni bien empujé la puerta doble de la entrada, la voz de doña María resonó como una campana por todo el espacio.—¡Ay niña! ¡Hasta que vuelves! —gritó con ese tono de madre que mezcla regaño y cariño en partes iguales.Ella estaba detrás del mostrador, ajustándose el chal tejido que siempre llevaba encima, sin importar si hacía frío o no. Sus ojos brillaban con ese aire de "tengo un secreto" que tanto le gustaba.Mi primer reflejo fue sacar los auriculares del bolsillo de mi abrigo. Eran mi escudo, mi forma de fingir que no estaba hablando con un espacio vacío.—Ya ves, tocó volver... —le respondí mientras me acercaba al mostrador—. ¿Algún chisme nuevo?—¡Oh! Nada del otro plano… muertos y más muertos —dijo, alzando las cejas—. Aunque estos últimos están bien raros...No tuve tiempo de preguntar qué quería decir con "raros", porque Fernanda entró detrás de mí con la energía de un huracán.—¡¿Qué cuenta, María?! —saludó, exagerando el tono mientras agitaba una mano—. ¿Verdad q
Zeiren No podía moverme. No podía hablar. No podía abrir los ojos. Estaba atrapado en mi propio cuerpo, sintiendo cada sensación a mi alrededor.El frío de la mesa debajo de mí fue lo primero que percibí en quién sabe cuánto tiempo. No era como el frío al que estaba acostumbrado dentro de las profundidades de la ciudad. Este era otro tipo de frío... Algo inerte, algo que no debería estar allí.Las voces, distantes al principio, como si alguien estuviera hablando al otro lado de una puerta cerrada. Una que no podía abrir.No estaba solo.Pude sentirlos antes de escucharlos: un humano, moviéndose cerca de mí con pasos firmes pero contenidos. Olía a desinfectante y a algo más... jabón, tal vez. Luego, una presencia diferente. Ligera, como el roce de un susurro, pero con una energía constante y tranquila. Otra más llegó después, inquieta, moviéndose con rapidez a mi alrededor, como un mosquito al que no puedes espantar.Y entonces llegó ella.Su presencia me atravesó como una ráfag
Cordelia El sonido de la puerta golpeando contra la pared me sacó del trance. Giré la cabeza para ver al doctor Ramírez entrar como un desquiciado, seguido por unos ángeles de seguridad.—¿Dónde está? —preguntó, su voz cargada de confusión y un toque de alarma.Abrí la boca, pero no tenía idea de qué decirle. ¿Cómo le iba a explicar? ¿Que el hombre que debía estar muerto se despertó, me besó como si fuera el último aliento que necesitaba y luego desapareció como un maldito fantasma? "Claro, seguro que eso sonaría razonable."Ni que hablar de la sensación que había dejado en mí. Me había pasado una vez con Juan, esa sensación de compartir energía vital... en cuanto me dí cuenta esa vez, corté toda conexión con él. Pero con este... animal... no fue tan grotesco como con mi ex.La sensación de sus labios sobre los míos todavía picaba. Cuándo me levanté de la mesa, tuve que taparme el pantalón con la bata, porque maldita humedad en mi ropa que delataba demasiado.—Él… él se despertó —d
Cordelia Cerré la puerta con fuerza, intentando borrar todo lo que acababa de pasar en el pasillo. Pero no funcionó. Mi mente seguía repitiendo la escena una y otra vez: Juan apareciendo de la nada, sus insultos, su actitud arrogante… y el zombi sexy abriendo mi puerta como si fuera el dueño...—¡Zorra! —exclamé, tirando mi bolso en el sofá—. No entiendo cómo tiene las pelotas para venir aquí y juzgarme después de lo que él me hizo.—¿Es una pregunta retórica o de verdad quieres que te lo explique? —dijo Fernanda desde mi derecha, apoyándose con toda tranquilidad contra el respaldo del sofá.Me giré para fulminarla con la mirada.—¡No me tomes el pelo!—¿Yo? ¡Jamás! —exclamó con las manos en alto, como si fuera la víctima de la situación—. Sólo digo que tienes que admitir que el chico tiene una habilidad especial para ser un imbécil con estilo.Bufé, apretando los puños mientras me dirigía a la cocina. Necesitaba un vaso de agua o algo que pudiera lanzar contra la pared para calmar