ZeirenEl hedor a sudor y sangre seguía impregnado en mi piel cuando me arrastraron de vuelta a la celda.No me dieron tiempo para procesarlo.No había tiempo para sanar, para respirar. Solo existía la siguiente pelea.Me dejaron caer al suelo de piedra con la misma indiferencia con la que alguien tira un saco de carne.—Descansa, mestizo. Mañana hay más.La puerta de hierro se cerró con un golpe, y el sonido del candado girando fue la confirmación de que seguía atrapado. De que nunca saldría de ahí.Mi respiración era pesada. Mi cuerpo entero ardía.Había ganado, pero la victoria no significaba nada.Me quedé en el suelo, observando las sombras en la pared. Mis nudillos aún estaban pegajosos con la sangre del demonio."Otra noche más en esta tumba de hierro."Pero esa noche no fue como las demás.El caos empezó con un solo grito.Me incorporé de golpe cuando escuché los primeros estruendos. El sonido de carne desgarrada. De metal crujiendo. De gritos.Los vi desde los barrotes.No e
Cordelia El agarre de Lysandre en mi muñeca era firme aunque casi perezoso, como si no tuviera que esforzarse para llevarme a donde quería.Mis pies tropezaban en los escalones mientras me arrastraba fuera del calabozo. El aire era denso, con el olor de la sangre impregnando cada rincón.No dije nada. No luché. No porque estuviera resignada, sino porque cada músculo en mi cuerpo estaba tenso, esperando el momento adecuado.Subimos el primer tramo de escaleras. Las antorchas en la pared proyectaban sombras en los pasillos. Y entonces, lo sentí.Al principio fue solo una sensación, un escalofrío recorriéndome la espalda.Luego, lo vi.Una sombra. Moviéndose entre las luces parpadeantes, deslizándose en las paredes como si fuera parte de ellas. No era un vampiro. No era un guardia.Era algo más.Lysandre no lo notó. Estaba demasiado ocupado disfrutando de su espectáculo de control que creía tener sobre mí. —Me encanta que no hagas esto más difícil de lo que debe ser —murmuró, arrastr
Fernanda Estar muerta era una mierda.Hasta ahora."Verán, cuando te mueres, al menos esperas que te den un manual, algo que explique cómo demonios seguir existiendo sin un cuerpo, sin fiestas, sin sexo.Sin una caricia, sin poder tocar a alguien... eso sí que es traumático. Pero lo peor es que ni siquiera puedo decir que siento frío, sueño, hambre… nada. No existe nada. Solo una mierda de soledad y vacío."Te lanzan al mundo etéreo como si ya tuvieras todas las respuestas: "Arreglátelas como puedas, ¡ya viviste! ¿Cuánto? No es importante. Ahora eres parte de otro mundo."Y ahí estaba yo, flotando como una sombra resentida y vuelta mierda, sin saber qué hacer... hasta que apareció Cordelia.Ah, mi Cor."¡Maldita sea! No sé de dónde sacó esa energía. Esa luz."La primera vez que la vi brillar, casi me pierdo siguiéndola, o mejor dicho, casi me voy al otro lado. La famosa luz al final del túnel... sí, esa. Cosa que, por cierto, no tengo planeado hacer en mucho tiempo."¿Morirme otra
Zeiren Los gritos de la pelea se filtraba a través de las paredes de piedra.Cada sonido golpeaba mis sentidos como un tambor de guerra. Mi corazón latía demasiado rápido, mis músculos tensos bajo el peso de la impotencia. Y entonces, entró."Mi Eloah… Mi alma gemela."Se movió con prisa, su respiración agitada, sus ojos salvajes buscando los míos. Su ropa estaba sucia, había sangre en su piel, pero estaba viva. Dioses, estaba viva.Abrió la celda con una llave.No esperó. No dudó.Se lanzó a mis brazos.Su calor, su olor, su cuerpo temblando contra el mío… fue lo único real en ese maldito lugar.—Mi amor… —susurró contra mi cuello, sus dedos aferrándose a mí como si tuviera miedo de que desapareciera.Cerré los ojos por un segundo. Un maldito segundo.Un suspiro de alivio emitido desde lo más profundo de mi ser.—Eloah… —murmuré, mi voz rota, mi pecho expandiéndose con el primer aliento real que tomaba desde que la habían arrancado de mi lado.Pero el alivio duró poco.El peligro
Cordelia El piso superior era un campo de guerra.Los cadáveres de vampiros estaban deshechos por todas partes. Algunos reducidos a cenizas, otros convertidos en pedazos irreconocibles. Su sangre oscura impregnaba las paredes y el suelo, formaba charcos espesos nauseabundos bajo mis pies.El olor a muerte era sofocante, pero nada me preparó para lo que vi en el centro de aquella masacre.Zeiren.Ahora tenía alas grises que se extendían imponentes, cubiertas de sangre y ceniza. Su cuerpo estaba tenso, los músculos marcados bajo la piel manchada de carmesí. Pero lo que realmente me congeló en el sitio fue su rostro.Ese no era mi Zeiren.Eso era una bestia.Sus ojos, tan llenos de ternura cuando me miraban, ahora brillaban con una luz salvaje y vacía. Sus labios estaban curvados en un gruñido, sus manos goteaban sangre mientras sostenían el corazón de Lysandre.El príncipe de los vampiros nunca tuvo escapatoria.Zeiren lo había destrozado. Parte por parte.Un escalofrío me recorrió
Cordelia La cabaña no era tan solo una cabaña.Era una enorme casa, con dos pisos, ventanales que reflejaban la luz de la luna y un porche que parecía sacado de una revista de lujo.—¿A esto le llamas una cabaña? —exclamó Fernanda, llevándose las manos a la cara—. ¡Es una puta mansión! Pasar desapercibidos mis ovarios.Damien se rió.—No te preocupes, linda. Tiene hechizos protectores. Cualquiera que pase cerca solo verá campo.Eso fue un alivio.Aparqué el auto y cuando miré por el espejo retrovisor, los fantasmas ya no estaban. No había rastro de Fernanda ni de los otros tres.Agradecí en silencio.Necesitaba ese respiro.Salí del auto y me giré para ayudar a Zeiren, pero él ya estaba ahí.Alto, silencioso, con el ceño fruncido y las manos cerradas en puños.Era mi sombra. No se alejaba de mí, pero tampoco decía nada.Lo tomé de la mano.Su piel estaba fría.Entrelacé mis dedos con los suyos y lo guié escaleras arriba, buscando una habitación.No lo presioné.No intenté forzarlo a
Cordelia La respiración de Zeiren era lenta y profunda. Su cabeza estaba apoyada en mi pecho, su brazo rodeando mi cintura, como si no quisiera soltarme ni en sueños.Deslicé los dedos por su cabello húmedo, enredándolos suavemente en los mechones oscuros. Se sentía tan diferente así, vulnerable, entregado al sueño después de todo lo que había pasado. No podía culparlo, su cuerpo había llegado al límite, su mente había estado al borde del abismo.Aún podía ver la preocupación en su expresión; su ceño fruncido, sus labios entreabiertos, ese tic en su ojo..."Mi Elion…"Incliné la cabeza y presioné un beso suave en su frente, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba inconscientemente a mi toque, relajándose un poco más.No quería moverme. No quería romper este momento de calma, después de tantas peleas, de tanto dolor...—Estoy aburrida y tengo hambre.La voz de Fernanda rompió la tranquilidad que habíamos logrado.Zeiren gruñó contra mi pecho, apretándome más entre sus brazos sin abrir l
Cordelia—¡Oye! Te ves guapísima —dijo con esa voz apática que te hacía sentir como si te estuviera lanzando un ladrillo a la cara en lugar de un cumplido.—¿Y eso a qué viene? —le contesté, arrastrando las palabras mientras la miraba de arriba abajo, más por costumbre que por verdadero interés en su atuendo. Fernanda estaba impecable, como siempre.Pero no tenía tiempo para analizar su estilo. Porque, en menos de un segundo, ya estaba gritando.—¡Ya está, Cor! —me agarró de los brazos con una fuerza innecesaria, como si fuera a arrancarme del sofá por completo—. ¡Ya basta de lloriquear por ese escuincle malparido!Me tambaleé cuando me obligó a levantarme. Logré zafarme de su agarre y me quedé parada ahí, cruzando los brazos, aunque me sentía como un trapo viejo que alguien había descolgado a la fuerza.—¡Uy sí! —le reproché, arqueando una ceja coloqué las manos en mis caderas—. Como si fuera por ese baboso y ordinario por el que estaba llorando...Ella no se lo creyó ni por un segun