La noche en Nueva York estaba en calma, pero dentro de la habitación de Isaac, la tormenta se desataba en su mente.El sueño comenzó con una sensación de paz absoluta. Estaba en un jardín hermoso, extenso, con árboles frondosos y flores en tonos vibrantes. El aire era fresco, perfumado con el dulce aroma de las rosas y jazmines. Se sentía liviano, sin preocupaciones, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante perfecto.Frente a él, Eliana sonreía con una luz que parecía rivalizar con el sol. Llevaba un vestido blanco, ligero, que se movía con la brisa. Sus ojos brillaban con la felicidad más pura, y su risa, tan melodiosa, llenaba el espacio con una calidez que hacía que Isaac olvidara todo lo demás.—Es hermoso, ¿verdad? —dijo ella, girando sobre sí misma con los brazos extendidos, como si quisiera abrazar el mundo entero.Isaac la observó con admiración.—No hay nada más hermoso que tú —respondió con sinceridad, acercándose a ella y tomando su mano.Eliana lo miró con ter
La madrugada avanzaba lenta, y el hospital permanecía en un inquietante silencio. Afuera, las luces de la ciudad titilaban en la distancia, indiferentes a la tormenta de emociones que se libraba dentro de José Manuel.Sentado en el sillón junto a la cama de Eliana, miraba su rostro sereno, su respiración pausada, el suave ascenso y descenso de su pecho. A simple vista, parecía estar en paz… pero él no lo estaba.Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Eliana en la camilla, rodeada de médicos, los monitores sonando con desesperación, los segundos interminables en los que sintió que la perdía, volvían a atormentarlo.Se frotó el rostro con las manos, sintiendo el peso del cansancio en su cuerpo. Pero no podía rendirse al sueño. No cuando Eliana seguía ahí, sin recordar quién era él.—Te amo, Eliana… —susurró con voz ahogada, apoyando los codos en sus rodillas y entrelazando los dedos frente a su rostro—. No sabes cuánto duele que no me recuerdes…El sile
Isaac sintió que el aire se le escapaba del pecho. Sus manos temblaban mientras apretaba el teléfono con fuerza, como si aferrarse a él pudiera evitar que la realidad lo golpeara con más fuerza.—Dime qué pasó… —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de angustia.José Manuel cerró los ojos un momento antes de responder.—Fue atropellada.Isaac sintió que su cuerpo se tensaba de inmediato.—No… No puede ser… —susurró, negando con la cabeza, aunque nadie pudiera verlo.—Está estable, pero la situación fue crítica. Tuvo que ser operada de urgencia por un hematoma en el cerebro —continuó José Manuel, con un tono que intentaba ser sereno, pero que no podía ocultar la preocupación—. Perdió la memoria…Isaac sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Qué… qué quieres decir con eso?—Recuerda a todos… menos a mí.El silencio se extendió entre ellos como una grieta que amenazaba con partirlo todo. Isaac tragó en seco, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.—Voy para allá —dijo d
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de cristal del lujoso rascacielos donde se encontraba Eliana Álvarez, la mujer más influyente en el mundo de la tecnología y la innovación. Dueña de un imperio que ella misma construyó desde las cenizas, una mujer que aprendió que la única forma de sobrevivir era con una sonrisa afilada y un corazón blindado.Estaba en su oficina, observando la ciudad desde lo alto, con una expresión serena pero calculadora. Su teléfono vibró y su asistente entró sin anunciarse.—Señorita Álvarez, la junta con los inversores de Singapur comienza en cinco minutos.—Diles que esperen —respondió sin apartar la vista de la lluvia.Eliana sabía que podía hacerlos esperar. Era la reina de su propio tablero de ajedrez, y nadie movía una pieza sin su permiso.A lo largo de los años, había perfeccionado el arte de la indiferencia. Después de todo, la vida le enseñó que el amor y la confianza solo servían para ser destruidos.Pero lo que no sabía era que, en cuestión d
La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.No lo pensó. No dudó.Su puño voló directo al rostro de Samantha.El sonido del golpe resonó en el aire.Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.—¿Qué rayos está pasando aquí?Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.José Manuel.El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.Por un segundo, sintió que no podía respirar.Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tra
Eliana cerró la puerta de su departamento y apoyó la espalda contra la madera, sintiendo cómo la respiración se le entrecortaba. Su pecho subía y bajaba con fuerza, pero no por el cansancio… sino por la furia contenida.Ver a José Manuel después de tantos años había sido un golpe que no esperaba. Creyó que el tiempo la había fortalecido, que el éxito borraría las cicatrices del pasado. Pero ahí estaba, con el corazón latiéndole en los oídos y el alma revuelta por los recuerdos.Porque su traición todavía dolía.Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, permitiendo que su mente la arrastrara a ese día… el día en que todo se derrumbó.Seis años atrásLas risas resonaban en el pequeño laboratorio improvisado de la universidad. Ella y José Manuel trabajaban hasta altas horas de la madrugada, rodeados de planos, fórmulas y notas garabateadas con ideas que podían cambiarlo todo.—Esto es increíble, Eli —le había dicho él, con esa mirada llena de admiración y emoción que la hacía sentir inve
La luz del sol se filtraba a través de los ventanales de la imponente mansión de José Manuel. Todo en su hogar hablaba de éxito: los muebles de diseño, las alfombras importadas, la mesa del comedor larga y pulida con precisión. Sin embargo, dentro de aquellas paredes, el ambiente estaba lejos de ser cálido.El desayuno estaba servido con la misma perfección de siempre: jugos recién exprimidos, pan crujiente y café aromático. Pero la tensión en el aire hacía que todo supiera amargo.En el extremo de la mesa, Samuel removía su cereal con la cuchara, sin entusiasmo. Su cuerpo inquieto balanceaba las piernas bajo la silla, pero a diferencia de otros días, no hacía ruidos, no reía ni corría de un lado a otro.José Manuel lo observó con atención.Normalmente, su hijo era un torbellino de energía, un pequeño huracán que hablaba sin parar y hacía travesuras a cada instante. Pero ahora, bajo la mirada de Samantha, estaba apagado.—Samuel, come —ordenó con voz firme.El niño dejó la cuchara y l
Eliana miró a Samuel mientras dormía en la camilla del hospital.Habían pasado varias horas desde que le administraron el tratamiento para la reacción alérgica. Su respiración se había normalizado, pero ella aún no podía tranquilizarse.Lo observó con el ceño fruncido.—¿Por qué viniste a buscarme, Samuel?El niño se removió en su sueño, su ceño fruncido, como si algo lo perturbara incluso dormido.Eliana apretó los puños.No debía involucrarse. No con él. No con José Manuel.Pero ya lo había hecho.---En la mansión Altamirano, José Manuel revisaba cada rincón de la casa, su angustia creciendo con cada segundo.Samuel no estaba.Giró hacia Samantha, que lo observaba con expresión de confusión fingida.—Dijiste que estaba en el cuarto de juegos—Yo… pensé que sí. Seguramente está en el jardín o jugando en otro lado —respondió con dulzura, pero José Manuel no se dejó engañar.Sacó su teléfono y marcó el número del guardia de seguridad.—Quiero ver las cámaras de seguridad. Ahora.Saman