El ambiente en la habitación era tenso, cargado de un silencio incómodo entre Alejandro y José Manuel. Solo el sonido constante del monitor cardíaco de Eliana llenaba el espacio, como un recordatorio de que ella seguía allí… pero sin él en su memoria.Alejandro, con los brazos cruzados, observó a José Manuel y finalmente rompió el mutismo.—¿Alguna novedad?José Manuel se pasó una mano por el cabello, visiblemente agotado.—Nada… sigue sin recordarme.Alejandro suspiró y miró a Eliana, su expresión se suavizó al verla descansar.—Al menos está estable. Eso es lo más importante ahora.José Manuel no respondió. Sus ojos seguían clavados en ella, en la mujer que lo había cambiado todo, en la mujer que amaba… y que ahora lo veía como un extraño.Alejandro se tomó el jugo de mango y dejo el postre en la mesita de noche y tomó asiento frente a José Manuel.—Hablé con los médicos —dijo tras unos segundos de silencio—. Dicen que el proceso de recuperación de memoria puede tardar días, semanas
La noche se sentía más oscura de lo habitual en la casa de José Manuel. Un silencio inquietante llenaba los pasillos, roto únicamente por el sonido entrecortado de la respiración de Samuel en su habitación.Acurrucado en su cama, el niño abrazaba con fuerza su almohada, como si eso pudiera aliviar el torbellino de emociones que lo consumía. Su mente no dejaba de repetir las crueles palabras de Samantha: "Probablemente no sobreviva."—No es verdad… —susurró una y otra vez, como si decirlo en voz alta pudiera convertirlo en realidad.Pero la duda ya se había instalado en su pequeño corazón.Se removió en la cama, sintiendo un peso en el pecho, como si una mano invisible le apretara el alma. La incertidumbre lo estaba matando. Se cubrió la cara con las manos, intentando detener las lágrimas, pero fue inútil.—Tengo que llamar a mi papá…Se sentó en la cama de golpe y buscó su teléfono en la mesita de noche. Sus dedos temblaban mientras marcaba el número de José Manuel. Llevó el aparato a
José Manuel salió de la habitación de Eliana y caminó por el pasillo del hospital con el teléfono en la mano, tratando de calmar la ira que ardía en su pecho. Su hijo, su pequeño Samuel, lo había llamado aterrado, llorando, por culpa de Samantha.Marcó su número sin dudarlo. La llamada sonó dos veces antes de que Samantha contestara con su tono usualmente dulce.—José Manuel… qué sorpresa —dijo con una falsa amabilidad—. ¿A qué debo esta llamada tan tarde?José Manuel apretó la mandíbula.—¡¿Cómo pudiste decirle eso a Samuel?! —espetó con furia—. ¡¿Cómo te atreviste a decirle que Eliana se está muriendo?!Hubo un silencio antes de que Samantha soltara un suspiro exagerado.—Oh, José Manuel… estás exagerando. Solo le dije la verdad. Es mejor que Samuel sepa cómo están las cosas antes de que sea demasiado tarde. Si Eliana…—¡No sigas! —gruñó él, su paciencia colapsando—. No te atrevas a hablar como si ya estuviera condenada. ¡Eliana no se va a morir!Samantha rió con ligereza, como si t
La noche en Nueva York estaba en calma, pero dentro de la habitación de Isaac, la tormenta se desataba en su mente.El sueño comenzó con una sensación de paz absoluta. Estaba en un jardín hermoso, extenso, con árboles frondosos y flores en tonos vibrantes. El aire era fresco, perfumado con el dulce aroma de las rosas y jazmines. Se sentía liviano, sin preocupaciones, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante perfecto.Frente a él, Eliana sonreía con una luz que parecía rivalizar con el sol. Llevaba un vestido blanco, ligero, que se movía con la brisa. Sus ojos brillaban con la felicidad más pura, y su risa, tan melodiosa, llenaba el espacio con una calidez que hacía que Isaac olvidara todo lo demás.—Es hermoso, ¿verdad? —dijo ella, girando sobre sí misma con los brazos extendidos, como si quisiera abrazar el mundo entero.Isaac la observó con admiración.—No hay nada más hermoso que tú —respondió con sinceridad, acercándose a ella y tomando su mano.Eliana lo miró con ter
La madrugada avanzaba lenta, y el hospital permanecía en un inquietante silencio. Afuera, las luces de la ciudad titilaban en la distancia, indiferentes a la tormenta de emociones que se libraba dentro de José Manuel.Sentado en el sillón junto a la cama de Eliana, miraba su rostro sereno, su respiración pausada, el suave ascenso y descenso de su pecho. A simple vista, parecía estar en paz… pero él no lo estaba.Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Eliana en la camilla, rodeada de médicos, los monitores sonando con desesperación, los segundos interminables en los que sintió que la perdía, volvían a atormentarlo.Se frotó el rostro con las manos, sintiendo el peso del cansancio en su cuerpo. Pero no podía rendirse al sueño. No cuando Eliana seguía ahí, sin recordar quién era él.—Te amo, Eliana… —susurró con voz ahogada, apoyando los codos en sus rodillas y entrelazando los dedos frente a su rostro—. No sabes cuánto duele que no me recuerdes…El sile
Isaac sintió que el aire se le escapaba del pecho. Sus manos temblaban mientras apretaba el teléfono con fuerza, como si aferrarse a él pudiera evitar que la realidad lo golpeara con más fuerza.—Dime qué pasó… —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de angustia.José Manuel cerró los ojos un momento antes de responder.—Fue atropellada.Isaac sintió que su cuerpo se tensaba de inmediato.—No… No puede ser… —susurró, negando con la cabeza, aunque nadie pudiera verlo.—Está estable, pero la situación fue crítica. Tuvo que ser operada de urgencia por un hematoma en el cerebro —continuó José Manuel, con un tono que intentaba ser sereno, pero que no podía ocultar la preocupación—. Perdió la memoria…Isaac sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Qué… qué quieres decir con eso?—Recuerda a todos… menos a mí.El silencio se extendió entre ellos como una grieta que amenazaba con partirlo todo. Isaac tragó en seco, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.—Voy para allá —dijo d
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas de cristal del lujoso rascacielos donde se encontraba Eliana Álvarez, la mujer más influyente en el mundo de la tecnología y la innovación. Dueña de un imperio que ella misma construyó desde las cenizas, una mujer que aprendió que la única forma de sobrevivir era con una sonrisa afilada y un corazón blindado.Estaba en su oficina, observando la ciudad desde lo alto, con una expresión serena pero calculadora. Su teléfono vibró y su asistente entró sin anunciarse.—Señorita Álvarez, la junta con los inversores de Singapur comienza en cinco minutos.—Diles que esperen —respondió sin apartar la vista de la lluvia.Eliana sabía que podía hacerlos esperar. Era la reina de su propio tablero de ajedrez, y nadie movía una pieza sin su permiso.A lo largo de los años, había perfeccionado el arte de la indiferencia. Después de todo, la vida le enseñó que el amor y la confianza solo servían para ser destruidos.Pero lo que no sabía era que, en cuestión d
La respiración de Eliana era irregular, sus manos temblaban de pura rabia. Samuel sollozaba, forcejeando contra el agarre cruel de Samantha.No lo pensó. No dudó.Su puño voló directo al rostro de Samantha.El sonido del golpe resonó en el aire.Samantha soltó un grito ahogado y, en el impacto, aflojó el agarre sobre el niño. Eliana aprovechó el momento y lo jaló hacia ella, abrazándolo con fuerza.—Tranquilo, pequeño —susurró, acariciándole el cabello—. Ya estás a salvo.Pero antes de que pudiera reaccionar, una voz grave y gélida la detuvo.—¿Qué rayos está pasando aquí?Eliana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.José Manuel.El solo sonido de su voz le revolvió el estómago.Cuando levantó la mirada, lo encontró allí, a solo unos metros. Alto, imponente, con esos ojos oscuros que alguna vez la miraron con amor… y que ahora solo reflejaban frialdad.Por un segundo, sintió que no podía respirar.Años. Años sin verlo, sin escuchar su voz, sin recordar el pasado que había tra