El matrimonio que nadie esperaba
El matrimonio que nadie esperaba
Por: Bernarda
Capítulo 1
Capítulo 1

“Faltan dos días para mi matrimonio civil con Daniel”

María escribió cuidadosamente esta nota en su celular, lo puso boca abajo sobre la mesa y siguió limpiando la casa con una sonrisa.

Esta casa era el regalo de bodas de los padres de Daniel. Él vivía solo y como siempre estaba ocupado, no tenía tiempo para limpiar, así que María había estado viniendo estos días a ayudar.

Hace dos años comenzaron a salir por insistencia de sus padres, quienes eran familias amigas desde hace años. Ahora, finalmente, iban a casarse.

Todos pensaban que la habían obligado a estar con Daniel, pero no sabían que ella llevaba años enamorada, secretamente, de él.

Cuando él aceptó salir con María frente a sus padres, ella estuvo tan feliz que no pudo dormir en toda la noche.

María estaba sonreída limpiando el estudio, imaginando su vida futura juntos y felices, pero al darse la vuelta golpeó con el codo un matero con gardenias que estaba sobre el escritorio y este se hizo pedazos contra el piso.

El fuerte golpe resonó en toda la casa, la tierra se esparció por el lugar y ensució los pétalos blancos de las gardenias y justo cuando iba a tomar las flores, alguien entró al estudio y la empujó:

—¡¿Qué estás haciendo?!

Era Daniel, quien la empujó con tanta fuerza que ella no tuvo tiempo de reaccionar y, como estaba agachada, cayó sobre los pedazos del jarrón y se cortó el brazo, sintiendo un dolor inmenso de inmediato.

María palideció al instante, pero al levantar la vista se dio cuenta que Daniel solo tenía ojos para las flores.

No supo de dónde sacó un nuevo jarrón, pero ahora estaba recogiendo las gardenias con mucho cuidado para ponerlas en él. Sin importarle que pudiera cortarse con los trozos de cerámica entre la tierra, la recogía entre las manos y la ponía en el nuevo jarrón, como si aquello fuese un tesoro.

Era la primera vez que María veía a Daniel así: fuera de control, dolido, cuidadoso, cauteloso.

Se levantó lentamente y vio el corte profundo en su brazo derecho que sangraba.

Aguantando el dolor, María preguntó incrédula:

—¿Daniel?

Daniel volteó a verla, y aquellos ojos que solían mirarla con amor ahora solo mostraban desprecio e impaciencia.

—Ya ocupaste el lugar de Valentina, ¿y ahora ni siquiera puedes tolerar las gardenias que me regaló ella?

—María, si no fuera porque nuestros padres me obligaron a estar contigo, seguiría esperando a Valentina.

María se quedó tiesa, no le oía ni entendía su proceder.

Solo veía los labios de Daniel moviéndose y el desprecio y frialdad en su rostro.

María sabía que era un recuerdo de su primer amor, Valentina Reyes y que había terminado su relación cuando ella se fue a estudiar al extranjero.

Aunque Daniel estuvo deprimido un tiempo, finalmente pareció recuperarse.

Cuando aceptó salir con ella, María pensó que era porque quería seguir adelante, que algún día llegarían a amarse.

Ahora se daba cuenta de que eso nunca pasaría, y que ella no se aferraría a él a toda costa, ya que es imposible despertar a alguien que finge dormir.

María entendió que jamás podría calentar un corazón que no la amaba. María contuvo las lágrimas en sus ojos y se esforzó por mantener un tono de voz tranquilo:

—Daniel, si tanto amas a tu Valentina y no puedes olvidarla, entonces le devuelvo su lugar.

La sonrisa burlona en los ojos de Daniel era dolorosamente evidente.

—María, más te vale que sea verdad lo que dices, porque no quiero que después vengas llorando para que volvamos. Yo no caigo en esos trucos, ni tengo tiempo para tus juegos infantiles.
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