María señaló el lugar a su lado.—Siéntate.Él sonrió levemente y se sentó, sosteniendo un llavero del que colgaba un personaje de caricatura que a María se le hizo conocido. Además, el personaje era muy tierno, algo que contrastaba completamente con el aspecto fuerte y apuesto del hombre.—Lamento mucho lo de esta tarde, de verdad me equivoqué de piso sin querer. Espero no haberte causado molestias.María pensó que cualquier persona normal se sentiría incómoda al ver a alguien intentando marcar el código de su puerta.—No te preocupes, es comprensible —respondió él con voz serena.María subió las piernas a la silla, abrazó sus rodillas y apoyó la cabeza en sus brazos.—Me llamo María, ¿y tú?El hombre esbozó una hermosa sonrisa, y dijo:—Andrés.Después de ver los ojos enrojecidos de María, le extendió la palma la palma de la mano, teniendo en ella una bandita adhesiva con dibujos. —¿No deberías tratar esa herida en tu frente?Antes de que María pudiera continuar la conversación, l
Al verla llegar, Daniel frunció el ceño, molesto.—¿Dónde estabas? No pude contactarte, ¿crees que tengo tanto tiempo libre para seguir tus juegos?, mejor aprovechemos que estás aquí y vamos al registro civil antes de que cierren al mediodía. María lo miraba confundida. Al parecer él no entendía que significaba la palabra: Terminar y tampoco vio que en el grupo familiar solo se hablaba de la ruptura y cancelación de su boda. María apartó la mano que se posaba en su brazo y retrocedió un paso, su expresión completamente fría y distante.—Daniel, fui muy clara anteayer, lo nuestro terminó y no me arrepiento. Nuestra boda se canceló y de eso toda la familia ha estado comentando, ¿no lo has visto?—¡Ja! ¡No lo creo!—exclamó Daniel —. María, tú me amas con locura, no podrías dejarme. Aprovecha que vine a darte una salida digna.María con los ojos como platos sólo pudo chillar cuando Daniel la jaló del brazo—: ¡Ay!Daniel decía mientras la arrastraba a la salida:—Olvidaré lo del jarrón
¡Así que esto era lo que realmente pensaba de ella!María sintió como si le hubieran quitado una venda de los ojos. Ya había decidido dejar atrás sus sentimientos por él, pero sus palabras la atravesaron como cuchillos.El dolor era físico, como si le hubieran clavado una daga en el corazón. La diferencia en el trato era abrumadora - recordaba vívidamente sus atenciones y cariños hacia Valentina, en cruel contraste con el desprecio que ahora le mostraba.No había duda: la diferencia entre amar y no amar era como el día y la noche.Los curiosos comenzaron a arremolinarse alrededor, susurrando y señalando a María, quien se aferraba cada vez con más fuerza a la chaqueta de Andrés hasta dejarla completamente arrugada. Era el centro de atención de un espectáculo que no había pedido.Daniel, al ver que María no reaccionaba, dirigió una mirada de desprecio hacia Andrés, destilando arrogancia en cada gesto.—María, te doy una última oportunidad, ven aquí.Mientras María pensaba cómo deshacerse
María escupió al instante el sorbo de agua que acababa de tomar, rociando la cara de Andrés. Mortificada, agarró servilletas y se acercó a limpiarlo. —¡Perdón, perdón! ¡No fue mi intención!Andrés mantuvo su amabilidad habitual. Tomó las servilletas que le ofrecía María y se secó rápidamente.—El que debe disculparse soy yo, señorita González, fui muy atrevido con mi propuesta… Y como veo que no está interesada, discúlpeme nuevamente. Al despedirse, Andrés le dedicó una suave sonrisa que formó hoyuelos en sus mejillas, suavizando aún más su expresión.Aunque solo se habían visto tres veces, María notaba lo increíblemente sereno que era este hombre, como si nada pudiera alterar su calma.Mientras lo veía marcharse, María se ocupó haciendo inventario de bebidas en la trastienda, pero no podía sacarse de la cabeza sus palabras:"¿Qué te parece si nos casamos para demostrarle que está equivocado?"Más allá de la sorpresa inicial, la idea le resultaba emocionante.A Daniel le convenía
En su prisa por escapar, tropezó en las escaleras y cayó. Aunque escuchaba los pasos de Daniel acercándose, ignoró el dolor, se levantó y corrió hasta el piso 12.Frente al apartamento de Andrés, golpeó la puerta con desesperación.—¡María! ¡Detente!Daniel estaba por alcanzarla y Andrés no abría. María llorando comenzó a retroceder.Justo cuando Daniel estaba por agarrarla, la puerta detrás de ella se abrió. En lugar de golpearse al caer hacia atrás, María se encontró entre unos brazos cálidos y la mirada preocupada de Andrés. —Señorita González, ¿cómo es que vuelvo a encontrarla toda lastimada? —preguntó Andrés con un tono resignado.Antes de que María pudiera responder, se escuchó la voz furiosa de Daniel:—¿Tú, otra vez? Esto es entre ella y yo, no te metas —y gritó—: María sal de ahí!Andrés lo miró impasible mientras retrocedía con María entre sus brazos, cerrando la puerta de golpe e ignorando su rabia impotente.Después llamó a seguridad y los gritos afuera pronto cesaron.En
María tomó la camiseta, sus dedos apretándola suavemente mientras sus orejas se teñían de rosa.—Sí, siempre llevo mis documentos conmigo.Andrés sonrió y le revolvió el cabello con cariño.—Perfecto, ve a ducharte entonces.María asintió y se dirigió rápidamente al dormitorio principal, pero volvió casi de inmediato.Andrés, que estaba ordenando el sofá, la miró sorprendido.—¿Qué sucede?María, con expresión conflictuada, preguntó:—¿Podrías... subir por mi mascarilla facial? y… también mi champú, gel de baño y los productos para la piel —luego justificó—: Es que si no los pongo a tiempo mi piel se reseca. —Por supuesto —respondió Andrés amablemente—. Espera un momento.—¡La clave es 03251314! —le gritó María mientras se alejaba.Antes de cerrar la puerta, Andrés registró mentalmente los números, notando que los primeros cuatro eran el cumpleaños de ella.Subió al piso 13 en el elevador. El edificio tenía solo un apartamento por piso, todos de planta completa con ventanales y hermo
El Minnie de María era bastante grande, como de un metro diez.Su hermano lo había mandado a hacer especialmente para ella y la había acompañado por mucho tiempo.—Tengo dos peluches en mi cama, ¿cómo supiste que querría este? —preguntó María con una sonrisa radiante en su rostro limpio, sus ojos vivaces penetrando directamente en el corazón de Andrés.—Vi tu diadema de Minnie en el lavabo —respondió Andrés mientras llevaba la canasta con artículos de aseo al baño, con María siguiéndolo como una pequeña sombra—. Supuse que este sería tu favorito.—¡Qué inteligente eres, señor Vargas!—Tú también lo eres, señorita González —contestó mientras acomodaba las cosas.María arrojó el Minnie sobre la cama del dormitorio y tomando la camiseta blanca que Andrés le había dado, se metió al baño.Andrés, que ya se había duchado, se quedó en el sofá revisando su celular aunque era casi la una de la madrugada. No tenía sueño. Recientemente había contratado varios pasteleros en su restaurante, así que
María sintió que su ánimo mejoraba instantáneamente. Respiró suavemente y se abanicó las mejillas con las manos, intentando calmarse.—Daniel y yo crecimos juntos —María mostró repulsión de solo nombrarlo, por haberla lastimado tanto. Luego prosiguió:—Nuestras familias eran vecinas y siempre estábamos juntos, perol empezó a salir con la chica más popular de la preparatoria, Valentina, hasta que ella decidió irse a estudiar al extranjero y aunque Daniel también quería irse con ella, su madre amenazó con suicidarse si lo hacía, así que terminaron. Él estuvo deprimido mucho tiempo, hasta que finalmente se recuperó, y comenzamos nuestra noviazgo, pero anteayer, mientras limpiaba en su casa, accidentalmente rompí el matero con gardenias que ella le dejó antes de irse.—¿Te lastimó el brazo y te provocó ese golpe en la cabeza, solo por eso? —Andrés preguntó con mirada asesina.—Sí —respondió ella—, aunque empezamos a salir juntos por la presión de nuestros padres, yo siempre estuve en