Capítulo 94
María tenía unos ojos extraordinariamente hermosos. Cuando reía, se llenaban de pequeñas estrellas brillantes que mejoraban el humor de cualquiera que los mirara. Cuando no sonreía, sus ojos siempre parecían húmedos y cristalinos como gemas puras, provocando deseos de atesorarlos. Por las mañanas, al despertar, su mirada era lánguida y somnolienta como la de un gato, cautivadoramente bella.

Andrés adoraba cada una de sus expresiones, por eso la observaba con tanto detalle. Tan cerca, María podía distinguir cada una de las pestañas de Andrés. No entendía cómo un hombre podía tener pestañas tan uniformes, largas y hermosas. Incluso ella, siendo mujer, sentía un poco de envidia.

Al ver que Andrés no se movía, María se impacientó y se adelantó, uniendo sus labios con los de él. En el momento del contacto, la tensión en el aire estalló.

Andrés la besaba mientras alcanzaba el interruptor de las cortinas. La noche exterior se desvaneció tras ellas, aislando la luz y la escena íntima del mundo
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