Capítulo 4
María señaló el lugar a su lado.

—Siéntate.

Él sonrió levemente y se sentó, sosteniendo un llavero del que colgaba un personaje de caricatura que a María se le hizo conocido.

Además, el personaje era muy tierno, algo que contrastaba completamente con el aspecto fuerte y apuesto del hombre.

—Lamento mucho lo de esta tarde, de verdad me equivoqué de piso sin querer. Espero no haberte causado molestias.

María pensó que cualquier persona normal se sentiría incómoda al ver a alguien intentando marcar el código de su puerta.

—No te preocupes, es comprensible —respondió él con voz serena.

María subió las piernas a la silla, abrazó sus rodillas y apoyó la cabeza en sus brazos.

—Me llamo María, ¿y tú?

El hombre esbozó una hermosa sonrisa, y dijo:

—Andrés.

Después de ver los ojos enrojecidos de María, le extendió la palma la palma de la mano, teniendo en ella una bandita adhesiva con dibujos.

—¿No deberías tratar esa herida en tu frente?

Antes de que María pudiera continuar la conversación, las voces de Roberto y Laura sonaron cerca.

Al ver a María en la banca, se acercaron inmediatamente.

—María, ¡perdón! Mamá se excedió esta vez —dijo Laura—. Si Daniel es tan idiota, entonces no nos casaremos con él. Ahora vamos a casa.

Laura consentía a María, pero a veces hablaba sin pensar.

Después de tantos años, María estaba acostumbrada y además ahora no tenía ánimos para discutir. Sosteniendo la bandita entre sus dedos, se volteó para despedirse de Andrés, dándole una mirada brillante.

—Me voy a casa, gracias por la bandita.

Andrés se quedó de pie viendo cómo se alejaban, sus labios apretados y una mirada profunda en sus ojos.

Ya era tarde, así que Roberto y Laura durmieron en la habitación de invitados y a la mañana siguiente, después de prepararle el desayuno a María, regresaron a su casa.

Con la separación de los chicos y la boda cancelada, tenían muchos asuntos que resolver.

María desayunó y volvió a la cama.

Después de descansar un día en casa, cuando se levantó nuevamente, gran parte de su tristeza se había disipado. Tomó su celular y borró todo lo relacionado con Daniel. Al ver la nota en su recordatorio sobre registrar el matrimonio hoy, no pudo evitar reírse de lo absurdo de la situación.

María descubrió, borrando toda la información de Daniel en su teléfono, que así se obtienen muchos gigabytes libres, no solo en la memoria de su móvil. Así que, animada, se fue al Bar el Rincón Bohemio.

Rincón Bohemio.

María estudió administración financiera y al graduarse, no quiso entrar en la empresa familiar, así que sus padres invirtieron para que abriera este bar de su propiedad.

El bar tenía una ubicación excelente y era muy accesible, por lo que el negocio iba muy bien. Incluso durante el día había mucha gente.

Cuando entró al bar. La recepcionista, Isabel Herrera, corrió hasta ella y le susurró:

—María, el señor Martínez te está esperando desde hace rato.

María miró hacía donde él estaba de espalda y dijo con indiferencia:

—No te preocupes, ve a trabajar. Iré a ver qué quiere.

María había anunciado su soltería en redes sociales la noche anterior, así que todos estaban enterados.

Por eso Isabel estaba preocupada por Daniel.

—¿Necesitas algo? —Le preguntó María, sonando levemente la mesa con sus nudillos.

Después de un día sin verlo, María sintió que la herida volvió a doler y la noche anterior, sus padres la llevaron al hospital porque la herida del brazo aún sangraba y le dieron tres punto.
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