LXXIV Secretos sucios

La expresión de frustración sexual de Sam y Vlad no tuvo comparación con la de Sofi al salir de clases.

—¡Oh, por Dios! ¿Te peleaste con alguien? —preguntó Sam.

La blanca y pulcra camisa estaba llena de manchas verdes, la faldita de cuadros rojos estaba gris, llena de tierra. Apenas y le quedaba pelo dentro de las coletas. La niña venía de la guerra.

Sam se apuró a fotografiarla para tener el antes y el después de su primera jornada de clases.

Vlad revisó que tuviera todos los dientes.

—El recreo fue divertido —dijo la niña.

Vlad la abrazó.

—Sí que te divertiste.

El pobre Vlad no tenía idea.

—Hola, ¿ustedes son los padres de Sofía Sarkov? —preguntó un funcionario del colegio.

Sam y Vlad asintieron.

—Vengan conmigo, por favor.

Sofi los cogió de la ropa.

—Antes de que vayan, recuerden que soy su única hija y que me quieren mucho. Papi, yo soy tu ardillita, nunca tendrás otra.

Vlad suspiró. En el fondo de su cerebro empezaba a surgir la ira, justo entre la amígdala y el hipocampo.

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