Ivette suspiró, mirando hacia el techo. Su corazón todavía latía rápido y sentía un pequeño dolor también, pero sabía que eso era normal la primera vez.Por fin había tenido su primera vez y con el hombre que amaba desde los diez años.Por instantes creyó que jamás ocurriría, empezaba a convertirse en algo mítico cada vez que Ingen le decía que todavía no había llegado el momento. Supuso que tanta espera contribuyo a que el magno evento se convirtiera en el acontecimiento del año. Tal vez y hasta de su vida. El pensamiento de que jamás volvería a ser tan feliz como cuando se estremecía entre sus brazos la aterró por unos segundos.Miró hacia el velador a la izquierda, donde su premio relucía. Había obtenido el primer lugar en las olimpiadas matemáticas de la facultad de ingeniería y le habían dado un busto de bronce del matemático Gauss y una cuponera con descuentos para el centro comercial, además de ser incluida en el cuadro de honor junto a la oficina del rector.Para ella, el verd
Cuando las radiantes luces del escenario se apagan y la euforia de un público enloquecido se silenciaba, los dioses bajaban del olimpo y volvían a ser hombres comunes, como cualquier otro.Luego de una gira de una semana, en la que apenas y había tenido tiempo para dormir, Caín por fin estaba en el hotel, en su cama y con su amada familia.—¡Los Ferraris son mejores! —gritó Baruc.—¡No, los Camaros! —afirmó Elam.—¡Te digo que los Ferraris!—¡Los Camaros!Se agarraron del cabello.—Basta... necesito dormir... —La cansada voz de Caín se perdió entre los gritos de sus retoños, que ya tenían siete años.Ni levantarse para sacarlos de la habitación podía. Se cubrió los oídos con las almohadas e intentó morir. —¡¿Papá, qué es mejor?! ¡¿Un Ferrari o un Camaro?! —preguntó Elam.—Ninguno le gana en velocidad a mi Bugatti Chiron Super Sport.—¡Ese no cuenta! —reclamó Baruc.—¡Escoge uno de los nuestros!—Los dos son buenos.—¡No! ¡Tienes que escoger uno! —Insistió Baruc.—No griten, dañarán s
Vlad usaba su portátil. Trabajar en la cama era algo espantoso, un suicidio a la vida marital, pero su matrimonio con Sam era de hierro. Además, quería estar con ella y conseguir un nuevo contrato al mismo tiempo. Era un hombre ambicioso.—Esto que Sofi escribió es tan lindo, Vlad. Voy a llorar. —Sam revisaba una tarea de Sofi.Cuando la maestra los citó, ellos ya iban planeando cuál sería el siguiente castigo de la niña. Jamás pensaron que fuera para felicitarlos. Sofi ya iba en primer año y su comportamiento había mejorado con creces, tanto que a veces hasta los hacía sentirse orgullosos.—Son puras mentiras —señaló Vlad—. ¿La paz mundial? ¿El fin del hambre? ¡JA!—Nos hemos preocupado de criar a una hija con conciencia.—Esos son los embustes típicos de los políticos en sus discursos, sobre todo cuando quieren ser presidentes.—Tal vez Sofi quiera dedicarse a la política. Vlad rodó los ojos.Sam siguió leyendo.—Aquí hay algo extraño: "ruego por la abolición y el desmantelamiento
—¡Oh, Dios! De verdad necesitaba esto —decía Caín mientras subía a la cubierta del yate.—¿Te refieres a navegar? —preguntó Ingen.—No, hablo de dormir. Venía saliendo de la cama. Se estiró hacia el despejado cielo para luego recostarse en la tumbona. La vista del atlántico frente a él era una belleza, pero nada se comparaba con dormir.—Se supone que estabas de vacaciones, no deberías estar cansado. —Ingen, tal vez seas un genio, pero no tienes hijos. Cuando los tengas me entenderás.—Ni que fuera idiota para tener tantos.Caín no contestó, se había dormido de nuevo. Ingen siguió leyendo en su tumbona.Vlad venía del bar. Traía cervezas para todos.—¿Y papá? —preguntó Ingen.—Hablando con mamá. De seguro y quiere saber si trajimos mujerzuelas. —Se quedó mirando a Caín—. Mira lo apacible que se ve dormido.—Debe estar soñando algo bonito.—Sí, que está muerto. Pobre infeliz.Ingen rio. Vlad siguió mirándolo.—¿Qué estás tramando? Déjalo descansar. —¿Por qué piensas que quiero hacerl
Con su respiración acompasada con la brisa y su lente bien enfocada, Sam pulsó el disparador y una ráfaga de fotos capturaron a las aves que posaban serenamente sobre las aguas. Preparaba una muestra sobre la naturaleza y quería irrumpir en ella lo menos posible. Quería que todos vieran la pacífica belleza que ella veía y...—¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! —llegó gritando Sofi.Las aves emprendieron el vuelo, asustadas, la perfecta escena ahora existía únicamente en su cámara.—Sofi, ¿qué dije sobre gritar?—Se me olvidó, mami. Es que encontré un bicho muy bonito, tienes que tomarle una foto. Mira, yo lo dibujé.Su dibujo era un montón de rayas sin forma definida. Supuso que era arte abstracto.Sam fue con ella. El insecto resultó ser una mariposa nocturna enorme posada en el tronco de un árbol. Le hizo varias tomas. Además de llevar a Sofi para pasar tiempo con ella e inculcarle el amor y respeto por la naturaleza, la niña tenía muy buen ojo para encontrar qué fotografiar y la inspiraba a ver
Resignación, esa era la clave de todo. Y la resignación para alguien como Vlad Sarkov, acostumbrado a salirse con la suya, tenía un sabor amargo. Confiaba en la ciencia médica, pero en su fuero más interno albergaba la secreta esperanza de que el sexo detectado para su segundo bebé estuviera errado y naciera un niño.Tal vez Caín, parado a su lado frente a la sala de maternidad y con una expresión de condenado a muerte similar a la suya, pensara lo mismo. Era demasiado cínico como para admitirlo, de eso Vlad estaba seguro.—Otro niño... qué orgullo —dijo, con fingido orgullo.—Si no fueras experto en hacer niños salvajes y estúpidos podríamos haberlos intercambiado.Los bebés habían nacido casi al mismo tiempo y eran igual de pequeños y feos, nadie habría notado la diferencia.—No puedes estar hablando en serio, Vlad.—Claro que sí. Sam ya le había puesto nombre, pero la habría convencido de cambiarlo. "Los médicos se equivocaron, amor, es un niño. Llamémoslo Camilo". El crimen perfec
Vlad carraspeó, ya le dolía la garganta de tanto gritarle a Sofi por su último crimen. Tan pequeña y con un prontuario rápidamente en ascenso, su escalada delictual era sorprendente.Al menos había usado el cinturón de seguridad y no tenía ningún rasguño. No podía decirse lo mismo del auto. Ni del que estaba delante de ese en el garaje. Tendría que inventar una excusa convincente para explicar su ausencia.—No lo volveré a hacer hasta que obtenga una licencia —dijo la niña, cabizbaja.—¡Nunca tendrás licencia, Sofi! Si sigues así, en cuanto tengas la edad necesaria, te meterán a la cárcel. —¿Me vas a ir a visitar?—¡No!Vlad aferraba a Camille como si fuera de cristal y temiera que pudiera rompérsele hasta con la más leve brisa. Fue Florencia quien la encontró en el suelo durante el caos y la llevaron de inmediato a la clínica para una revisión. Por suerte la alfombra era felpuda y ni chichón le había quedado, pero quién sabía lo que ocurría por dentro. Sólo el tiempo lo diría y sabr
Vlad bebía un café mientras pensaba en su vida. El único sonido en la casa era el de la sirvienta que cocinaba frente a él. Había una paz perfecta para perderse en sus trascendentales cavilaciones.—¿Sabes cuándo volverá la señora?—Dijo que estaría toda la tarde en su estudio.Así era siempre con Sam. Llevaba varios días apenas viéndola dormir por lo cansada que llegaba y eso ya era mucho. Últimamente se la pasaba fuera, como si no quisiera estar en casa. No debía preocuparse. Luego de catorce años de matrimonio era natural que las cosas empezaran a enfriarse, por muchas bolas chinas, cervatillos y juguetes que usaran. La monotonía se alzaba como una sombra entre ellos y amenazaba con arrasar con todo, como la sequía.La mente cansada de Vlad volvió a la cocina y fue consciente de que, durante todas sus reflexiones, le había estado mirando el trasero a la sirvienta. Antes jamás habría hecho algo así, pero no era su culpa. El cohete todavía tenía combustible y ese era el único trasero