—¡Oh, Dios! De verdad necesitaba esto —decía Caín mientras subía a la cubierta del yate.—¿Te refieres a navegar? —preguntó Ingen.—No, hablo de dormir. Venía saliendo de la cama. Se estiró hacia el despejado cielo para luego recostarse en la tumbona. La vista del atlántico frente a él era una belleza, pero nada se comparaba con dormir.—Se supone que estabas de vacaciones, no deberías estar cansado. —Ingen, tal vez seas un genio, pero no tienes hijos. Cuando los tengas me entenderás.—Ni que fuera idiota para tener tantos.Caín no contestó, se había dormido de nuevo. Ingen siguió leyendo en su tumbona.Vlad venía del bar. Traía cervezas para todos.—¿Y papá? —preguntó Ingen.—Hablando con mamá. De seguro y quiere saber si trajimos mujerzuelas. —Se quedó mirando a Caín—. Mira lo apacible que se ve dormido.—Debe estar soñando algo bonito.—Sí, que está muerto. Pobre infeliz.Ingen rio. Vlad siguió mirándolo.—¿Qué estás tramando? Déjalo descansar. —¿Por qué piensas que quiero hacerl
Con su respiración acompasada con la brisa y su lente bien enfocada, Sam pulsó el disparador y una ráfaga de fotos capturaron a las aves que posaban serenamente sobre las aguas. Preparaba una muestra sobre la naturaleza y quería irrumpir en ella lo menos posible. Quería que todos vieran la pacífica belleza que ella veía y...—¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! —llegó gritando Sofi.Las aves emprendieron el vuelo, asustadas, la perfecta escena ahora existía únicamente en su cámara.—Sofi, ¿qué dije sobre gritar?—Se me olvidó, mami. Es que encontré un bicho muy bonito, tienes que tomarle una foto. Mira, yo lo dibujé.Su dibujo era un montón de rayas sin forma definida. Supuso que era arte abstracto.Sam fue con ella. El insecto resultó ser una mariposa nocturna enorme posada en el tronco de un árbol. Le hizo varias tomas. Además de llevar a Sofi para pasar tiempo con ella e inculcarle el amor y respeto por la naturaleza, la niña tenía muy buen ojo para encontrar qué fotografiar y la inspiraba a ver
Resignación, esa era la clave de todo. Y la resignación para alguien como Vlad Sarkov, acostumbrado a salirse con la suya, tenía un sabor amargo. Confiaba en la ciencia médica, pero en su fuero más interno albergaba la secreta esperanza de que el sexo detectado para su segundo bebé estuviera errado y naciera un niño.Tal vez Caín, parado a su lado frente a la sala de maternidad y con una expresión de condenado a muerte similar a la suya, pensara lo mismo. Era demasiado cínico como para admitirlo, de eso Vlad estaba seguro.—Otro niño... qué orgullo —dijo, con fingido orgullo.—Si no fueras experto en hacer niños salvajes y estúpidos podríamos haberlos intercambiado.Los bebés habían nacido casi al mismo tiempo y eran igual de pequeños y feos, nadie habría notado la diferencia.—No puedes estar hablando en serio, Vlad.—Claro que sí. Sam ya le había puesto nombre, pero la habría convencido de cambiarlo. "Los médicos se equivocaron, amor, es un niño. Llamémoslo Camilo". El crimen perfec
Vlad carraspeó, ya le dolía la garganta de tanto gritarle a Sofi por su último crimen. Tan pequeña y con un prontuario rápidamente en ascenso, su escalada delictual era sorprendente.Al menos había usado el cinturón de seguridad y no tenía ningún rasguño. No podía decirse lo mismo del auto. Ni del que estaba delante de ese en el garaje. Tendría que inventar una excusa convincente para explicar su ausencia.—No lo volveré a hacer hasta que obtenga una licencia —dijo la niña, cabizbaja.—¡Nunca tendrás licencia, Sofi! Si sigues así, en cuanto tengas la edad necesaria, te meterán a la cárcel. —¿Me vas a ir a visitar?—¡No!Vlad aferraba a Camille como si fuera de cristal y temiera que pudiera rompérsele hasta con la más leve brisa. Fue Florencia quien la encontró en el suelo durante el caos y la llevaron de inmediato a la clínica para una revisión. Por suerte la alfombra era felpuda y ni chichón le había quedado, pero quién sabía lo que ocurría por dentro. Sólo el tiempo lo diría y sabr
Vlad bebía un café mientras pensaba en su vida. El único sonido en la casa era el de la sirvienta que cocinaba frente a él. Había una paz perfecta para perderse en sus trascendentales cavilaciones.—¿Sabes cuándo volverá la señora?—Dijo que estaría toda la tarde en su estudio.Así era siempre con Sam. Llevaba varios días apenas viéndola dormir por lo cansada que llegaba y eso ya era mucho. Últimamente se la pasaba fuera, como si no quisiera estar en casa. No debía preocuparse. Luego de catorce años de matrimonio era natural que las cosas empezaran a enfriarse, por muchas bolas chinas, cervatillos y juguetes que usaran. La monotonía se alzaba como una sombra entre ellos y amenazaba con arrasar con todo, como la sequía.La mente cansada de Vlad volvió a la cocina y fue consciente de que, durante todas sus reflexiones, le había estado mirando el trasero a la sirvienta. Antes jamás habría hecho algo así, pero no era su culpa. El cohete todavía tenía combustible y ese era el único trasero
Como si hubieran nacido de nuevo, así se sentían Sam y Vlad con la casa para ellos solos. Y ahora, luego del huracán de pasión, limpiaban toda evidencia de sus travesuras.—Cami ya me avisó que vienen —dijo Sam.—Cami es la mejor. Cuando la miras, ¿no te da la impresión de que podría ser una ninja?Sam rio a carcajadas. —¡Ay, Vlad! Qué cosas dices.—Es como si siempre estuviera unos tres pasos por delante de ti. Pese a ser tan pequeña, su modo de procesar la información es asombroso. Podría ser un agente secreto.Sam ya lloraba de la risa.—Doy gracias porque es una buena niña. Si fuera igual de traviesa que Sofi, necesitaríamos ayuda militar para contenerla.—¡Ay, Vlad! ¡Basta! —Pobres de los que la tengan de enemiga. Mi tortuguita implacable no tendrá piedad con ellos.—¡Harás que me orine de la risa!—No importa, Sam. Aquí tengo el trapero.Siguieron limpiando y, cuando las niñas llegaron, estaban en la sala, leyendo unos libros.—¡Qué sombreros tan bonitos! —exclamó Sam.Las dos
—¡No puedo creer que hayas hecho algo así! ¡Nunca me había sentido avergonzado de ti hasta ahora! —gritaba Vlad, luego de casi morir de un infarto al descubrir de qué se trataba la flamante investigación de Sofi.—Papi...—¡Nada de papi! Sabes que tu mamá está embarazada, ¡¿quieres matar al único hermano que tendrás antes de que nazca?!—¡No, nunca querría eso!—Y yo llevándote con mis socios. "Esta es Sofi, mi hija la científica", mientras tú te besuqueabas con sus hijos como una...—¡Vlad! —lo frenó Sam, antes de que dijera algo que luego lamentaría.—Me convertiste en tu proxeneta, así de asqueroso me siento. ¡Y sigue lavándote los dientes!Sofi escupió la espuma y le puso más dentífrico a su cepillo, mientras Vlad seguía gritando desde la puerta.—Me dieron el premio al esfuerzo.—¡Al esfuerzo! ¡Vaya esfuerzo dejar que todos esos críos repugnantes te llenaran de baba!—¡Claro que fue un esfuerzo! Algunos estaban bastante feos, pero me sacrifiqué por la ciencia.—¡Cállate! ¡Cállate
—Todo estará bien, nuestras vacaciones no tienen que arruinarse sólo porque su madre ame más sacar fotos que estar con nosotros. Nos divertiremos sin ella y, si algún día regresa, le mostraremos las hermosas fotos de nuestras vacaciones —dijo Vlad, empoderado padre luchador.—¿Si algún día regresa? —preguntó Benjamín, haciendo pucheros.El niño, de tres años, empezó a llorar.—Ella va a volver, Benja. Papá exagera —dijo Cami, consolándolo.—¿Y dónde está Sofi? ¡Sofi! ¡Sofi!Ella tecleaba en su teléfono sentada en el mesón de la cocina.—¿Ya empacaste? —preguntó Vlad. Gritó Vlad, sobresaltándola.—No grites, no estoy sorda.—¿Cómo?—Que ya empaqué, papi. Vayámonos pronto.Subieron todo al auto y partieron. Irían a la casa del lago. Caín también iría, pero un inconveniente de último momento lo impidió. No importaba. Luego fue Sam la que se restó del panorama para irse a la Antártida, tampoco importaba, Vlad podía divertirse con sus hijas y su hijo sin problemas, no necesitaban a nadie m