—¿Dónde está Violeta?Esas fueron las aterradoras palabras con las que Vlad Sarkov, de catorce años, despertó a su madre una aciaga noche de otoño.Su oscura silueta, a los pies de la cama, se acercó. Anya se llevó una mano al pecho, la otra buscó a tientas a su esposo en la oscuridad. Estaba sola. —Fui a su habitación, pero hay alguien más ahí —agregó Vlad.La mujer encendió su lámpara y, al ver al niño, deseó no haberlo hecho. El rostro de su hijo era espantoso. Tenía los ojos desorbitados y toda la cordura parecía haber desaparecido de ellos. Quiso llamar a la policía. —Vlad... querido, debiste tener una pesadilla... ¿De qué Violeta hablas? Él se llevó una mano a la cabeza. —Pues... ¡De Violeta!... La única que existe... ¡Tú sabes quién es! —Querido, no hay ninguna Violeta, yo no conozco a ninguna. Puedes preguntarle a quien quieras en la casa y obtendrás la misma respuesta. —Pero recuerdo su risa... ¡Y la vi! ¡La vi en la pérgola! Pero cuando fui a buscarla ya no estaba. Any
—El año pasado, los índices de rentabilidad de las inversiones en el mercado extranjero superaron al promedio del último trienio en cinco puntos porcentuales, con un error de 0,0002. La capacidad de inversión, respecto a las cifras nacionales, ha ido al alza y se estima que para...Sentado a la cabeza de la mesa de directivos, Vlad Sarkov parecía ser el más atento a lo que el relator de la junta decía. Llevaban allí dos horas, que no era nada comparado con otras reuniones que habían tenido. Se soltó el primer botón de la camisa y aflojó un poco la corbata. Tal vez algo iba mal con el aire acondicionado.Elisa le dejó un vaso con agua. Estaba fría y refrescante, justo lo que él necesitaba. A veces creía que la mujer le leía la mente. —Haré que revisen el aire acondicionado —le susurró ella, volviendo a su puesto en la esquina. Qué eficiente asistente era, qué sospechosa le parecía a veces, tan imperturbable y perfecta, tan aburrida.Miró por el gran ventanal de un costado. Las nubes c
Vlad se miró disimuladamente la mano. Sin importar lo claro que había sido al despedir a la mujer, ella insistía en regresar. Esta vez por un finiquito pese al pago que le habían dado por adelantado. Ella había entrado a hurtadillas, casi como si sintiera asco de tocar el impecable piso de su despacho, casi como si estuviera entrando a la guarida de un lobo feroz. Ese rol de víctima no le serviría de nada. Era una mentirosa, muy probablemente una estafadora, que ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos. Sin embargo, al verse descubierta en sus tretas, sacaba a relucir su verdadera naturaleza perversa: le había tocado la mano para arrebatarle el teléfono e impedirle llamar a la policía. Un escalofrío recorrió a Vlad de pies a cabeza y reprimió el impulso de correr a lavarse la mano, de llamar a Markus para que se llevara a la atrevida y de encerrarse en algún lugar pequeño y oscuro. Desconocía la naturaleza de su sentir, pero lo inquietaba. Deseó ser dueño de sus recuerdos para po
Completamente posicionado de su rol de CEO de una de las empresas más poderosas del país, Vlad Sarkov se preparaba para un nuevo día. La muchacha nueva, completamente posicionada en su rol de sirvienta, le llevó el café en un tiempo prudente y cuidando la presentación. Se mantuvo estática esperando por su veredicto. El café estaba negro y cargado. Demasiado amargo para su gusto ¿Se suponía que así le gustaba? —¿Necesita algo más? —le preguntó ella. No había reemplazado el delantal que él le había quitado. Esperaba que lo hubiera hecho, tenía ganas de quitarle otro. —Largo. Con sus ojos de cervatillo atentos al peligro, la mujer retrocedió hasta la puerta. Vlad oyó sus pasos corriendo por el pasillo y no pudo evitar sonreír. Luego de beberse el café, se dedicó a revisar documentos. Se aburrió pronto y fue a mirar por la ventana. Sólo un jardín monótono había allí afuera, triste y silencioso como una tumba. Había un pozo también. El oscuro ojo apareció en su cabeza, como una puerta
Samantha abrazó a Ingen, dándole ánimos para su primer día de vuelta a clases. La escuela era un infierno creado para torturar a los niños, eso pensaba él. Inhaló el aroma del cabello de la mujer, que era su refugio. Y fue feliz hasta que su decrépito hermano lo obligó a separarse de ella. Si había algo peor que la escuela eso era ver a su hermano enojado.Su hermano cambiaba. No de humor, como la mayoría de la gente, sino de personalidad. A veces era un simple gruñón y otras un loco psicópata, él lo sabía muy bien y sabía que sus padres también sabían, pero nadie hacía nada.Todos le temían.A veces torturaba mujeres. Había torturado a su niñera Antonella."¡Ay, Vlad, no me castigues!... ¡Me vas a matar con eso!", gritaba ella en el interior de
Luego de una inútil resistencia que Vlad no se tragaba y de una fingida indignación, la sirvienta estafadora y mal hablada, que inventaba calumnias sobre la salud de su trasero, había aceptado dormir con él.Esa sería la carnada. Si los planes de la mujer eran seducirlo para obtener algún tipo de beneficio económico, ahora empezaría a jugar sus cartas y a mostrar su verdadero rostro. Lo mismo ocurriría si se trataba de una espía de su madre. Esta última era la opción más plausible, no creía que se tratara de una estafadora como Antonella. Le bastaba con mirarla para saber que no era muy lista. Un títere, eso era, una serpiente adiestrada por su madre, para engatusarlo quizás, para vigilarlo y mantenerlo tranquilo como a Ingen. Perfecto, dos pájaros de un tiro. No sabían con quién estaban tratando. Esa mujercita embustera recibiría una cucharada de su propia medicina, se intoxicaría con su propio veneno. Aguantando la repulsión que le causaba, le rodeó la cintura, creyendo que pasaría
Vlad se acomodó en la silla de su oficina. Giró la cabeza hacia la izquierda. Sintió un tirón en el cuello. La giró hacia la derecha y no alcanzó a llegar con su mentón hasta el hombro. Le había estado doliendo desde la mañana. No había vuelto a usar a la sirvienta como muñeco de felpa y las pesadillas no lo dejaban descansar como debía. Se suponía que usaba una almohada ergonómica, viscoelástica, tecnología de punta creada en la NASA.Se suponía que era un adulto y seguía teniendo pesadillas como si fuera un niño.Se suponía que estaba haciendo todo lo posible por descubrir quién estaba detrás de la muerte de su hermano y de todas las mujeres de su vida, eso debería darle paz.—¿Le ocurre algo, amo Vlad? —preguntó Elisa.Recogía unas carpetas del escritorio.—Tengo dolor en el cuello, mi masajista se encargará.—Por supuesto —dijo ella, con su seriedad habitual.Estaba sonriendo cuando dejó la oficina. Una sonrisa siniestra y victoriosa.—¿Parece que hoy estás feliz, Elisa? —le pregun
Sí, Sam era una persona optimista, el optimismo era un pilar fundamental en su vida. Ver el lado positivo, no cegarse a lo malo sino valorar lo bueno, las enseñanzas de la vida, el aprendizaje continuo para ser una mejor persona, pero ¿Qué enseñanzas quería darle la vida al tener que compartir la cama con su jefe? El tirano le había enviado un mensaje anunciándole que dormirían juntos. ¿Cuál era el sentido de decírselo a las diez de la mañana? Arruinarle el día, por supuesto. Volverla loca, claro que sí. Tenerla todo el día pensando en él, eso pretendía Vlad, sonriendo en su trono en empresas Sarkov. Ya más relajado con la nueva masajista, debía retomar el plan de descubrir qué tramaba la sirvienta. Le daría una carnada más. —Está muy salado —le dijo a Sam la maestra de cocina que su jefe había contratado para seguir volviéndola loca. —¡Pero le puse lo que decía la receta! Decía una pizca, ¿Cuánto era una pizca? El mundo era civilizado, la gente ya conocía los gramos y existían la