Completamente posicionado de su rol de CEO de una de las empresas más poderosas del país, Vlad Sarkov se preparaba para un nuevo día. La muchacha nueva, completamente posicionada en su rol de sirvienta, le llevó el café en un tiempo prudente y cuidando la presentación. Se mantuvo estática esperando por su veredicto. El café estaba negro y cargado. Demasiado amargo para su gusto ¿Se suponía que así le gustaba?
—¿Necesita algo más? —le preguntó ella.
No había reemplazado el delantal que él le había quitado. Esperaba que lo hubiera hecho, tenía ganas de quitarle otro.
—Largo.
Con sus ojos de cervatillo atentos al peligro, la mujer retrocedió hasta la puerta. Vlad oyó sus pasos corriendo por el pasillo y no pudo evitar sonreír.
Luego de beberse el café, se dedicó a revisar documentos. Se aburrió pronto y fue a mirar por la ventana. Sólo un jardín monótono había allí afuera, triste y silencioso como una tumba.
Había un pozo también. El oscuro ojo apareció en su cabeza, como una puerta. Hasta allí dirigió sus pasos, siguiendo un camino invisible, un mapa que yacía en su profundo subconsciente. Llegó hasta él y se alegró de reconocerlo. Las frías piedras, el fresco aliento que emanaba, su oscuridad enloquecedora. Se palpó los bolsillos, lamiéndose los labios. Inhaló profundamente y fue a sentarse a la pérgola. Era la primera vez que se sentaba allí, pero había otra más, que se materializaba en su mente como un sueño nocturno, perdido en el tiempo y en el espacio.
Estaba él allí sentado y una muchacha llegaba, sin voz, sin rostro. Se sentaba a su lado y lo invitaba a apoyar la cabeza sobre sus piernas. Él lo hacía y se perdía en la contemplación de un rostro celestial que se confundía con el cielo. ¿Era un recuerdo o un sueño? Lo único que sabía es que ella se llamaba Violeta, que se la habían arrebatado junto con su hermano, que sospechaba de sus padres y que su amnesia era consecuencia de todo ello. Qué oportuno era para los culpables que él estuviera perdido en las arenas del tiempo. Hallaría la verdad tarde o temprano, así se lo había dicho Markus.
En Markus podía confiar, sólo en Markus, así estaba escrito en su carpeta.
Cerró los ojos y concentró sus esfuerzos en escarbar en esas arenas movedizas que se tragaban sus memorias. Así estuvo varias horas hasta que su teléfono lo distrajo.
Era una llamada. Miró la pantalla y no quiso contestar. Hizo lo mismo con la segunda.
Finalmente le llegó un mensaje.
Elisa-asistente-aburrida: el CEO de NVK tuvo que adelantar su viaje y se irá hoy. Estará en la empresa en una hora para la reunión.
Vlad rodó los ojos.
Elisa-asistente-aburrida: si no tenemos la reunión hoy, habrá que esperar tres meses y lo más probable es que haga tratos con alguien más.
Vlad volvió a rodar los ojos. Ninguna célula de su cuerpo deseaba ir a la reunión. No tenía idea de qué era NVK ni cuál era su importancia. Tendría que pedirle a la mujer que le preparara un informe muy detallado al respecto.
Elisa-asistente-aburrida: le tengo un informe listo, con todo lo que necesita saber sobre NVK y nuestras relaciones comerciales con ellos.
"OK", fue su escueta respuesta. Mientras iba hacia la entrada le escribió a Markus para que preparara el auto, luego a la sirvienta delincuente para que le llevara el maletín. Cuando subió al vehículo notó que tenía en su bolsillo el control de la puerta del despacho. Supuso que ella no tardaría en ir a buscarlo.
Cinco minutos después.
Sirvienta aprovechada: ¿Dónde están usted y el maletín?
Vlad rodó los ojos una vez más al leer el mensaje. Su ineficiencia daba para pensar. Tal vez la había enviado alguna empresa rival para obstaculizar su trabajo y hacerlo perder dinero.
Le envió las indicaciones y esperó. Su teléfono sonó otra vez, no era su asistente, sino Evan.
Evan acosador estúpido llamando.
Contestó de pura curiosidad. En su carpeta decía que el tipo era un compañero de la escuela. Y que por mucho que intentaba quitárselo de encima, él insistía en buscarlo. Bastante sospechoso, pero no tanto como para preocuparse.—Vlad, hermano ¿Cómo estás?
—Ocupado ¿Qué es lo que quieres?
—Juntarnos a conversar ¿Te parece hoy en la tarde?
—No. ¿Exactamente de qué quieres conversar?
—De lo que sea. Somos amigos, no faltará tema de conversación.
La sirvienta llegó junto al auto. Vlad estiró el brazo y le tendió el control.
La carpeta azul decía que Evan no sabía nada útil sobre el accidente.
—No tengo tiempo.
—¿Y el sábado? El sábado no trabajas, vayamos al campo de golf. Puedo llevar petardos, como en los viejos tiempos.
¿Petardos? El tipo no era un simple acosador, era un criminal.
—Nada de artefactos explosivos.
—Genial, nos vemos el sábado entonces.
—No, espera...
Llamada finalizada. Vlad inhaló profundamente. En el fondo de su cabeza sentía un incipiente indicio de jaqueca. La sirvienta llegó, le entregó el maletín.
—¿A qué hora te envié el mensaje?
La mujer se había tardado ocho minutos en llevarle el maletín. Se le ocurrió decirle el dinero que él ganaba por minuto y que ella tendría que retribuir junto a su deuda. Qué divertida era la mueca de espanto que ella puso. Ni siquiera intentaba mantener la compostura.
—Cervatillo con infarto —balbuceó Vlad mientras el auto se alejaba.
Tres meses más tendría que trabajar para él, ya vería si aguantaba tanto.
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—Pensé que el CEO de NVK sería mayor —dijo Vlad, observando al joven muchacho que lo esperaba en la sala de reuniones.—Antes hacíamos tratos con el padre, Iván ocupa el cargo desde hace poco —dijo Elisa.
En cuanto Vlad entró, el hombre le extendió la mano, con una radiante sonrisa.
—Sé que nuestra cita sería la próxima semana, Vlad, pero debo irme hoy. Nuestro paseo al lago tendrá que esperar.
Además de los negocios se iban de paseo juntos, eso no estaba en el informe.
—Sí, ya habrá tiempo.
El encargado de las negociaciones con NVK comenzó la exposición. Vlad no pudo evitar notar que Iván parecía más interesado en mirarlo a él que a los gráficos de la presentación. Y le sonreía de vez en cuando. Una sonrisa muy sospechosa.
—¿Qué se trae este tipo conmigo? —le preguntó con disimulo a Elisa.
—Usted le simpatiza —le susurró ella.
Vlad sintió escalofríos.
—Por estas y otras razones, empresas Sarkov y NVK parecen haber sido hechas la una para la otra —dijo Andrés, el presentador, sonriéndoles a ambos CEOs con complicidad—. Una unión tan íntima no podría traer sino un sinfín de beneficios y, como empleados, declaramos desde ya todo nuestro apoyo a tal pacto. Trabajaremos como uno solo para que usted, jefe y el señor Petrov, puedan lograr todos los proyectos que tengan juntos.
Iván aplaudió con excesivo entusiasmo.
—¡Muy inspirador!
Vlad nada dijo. Tenía la incómoda sensación de que Andrés hablaba de algo más. Daba igual, se firmó el acuerdo e Iván se fue de su empresa y del país. Esperaba no volver a verlo pronto.
—¿Qué tal lo hice, Elisa? ¿Crees que el jefe haya captado la indirecta? —preguntó Andrés cuando la reunión acabó.
Sólo él y la mujer permanecían en la sala.
—Tal vez. Creo que Iván sí lo hizo, muy bien.
—Ojalá y tome la iniciativa. Conociendo al jefe, él jamás lo hará. Esa forma indiferente y fría de mirarlo es muy seductora. Si yo fuera gay y un hombre mi mirara así, me caso. Estoy seguro de que, por dentro, se muere por él ¿No lo crees?
—Claro —dijo ella—. Tú eres muy buen observador. Fuiste tú quien empezó a sospechar que el jefe es gay.
—Es que es demasiado evidente, todas las pistas están ahí, aunque no las hubiera visto sin tu ayuda. Y a Iván también le gusta, si hasta sus apellidos combinan: Sarkov-Petrov. Bueno, ya saben que cuentan con mi apoyo.
—Quizás, cuando se casen, te nombren padrino.
Al hombre se le colorearon las mejillas.
—¡¿Te lo imaginas?! A mí con un ascenso me basta, pero eso sería fenomenal. Iré ahorrando para el traje.
En cuanto Elisa se quedó sola, liberó la risa que estuvo aguantando con todas sus fuerzas. La lista de conquistas masculinas de su jefe no paraba de crecer y ahora que Petrov se iría de viaje, habría que sumar a alguien más. Ya tenía un candidato en mente.
〜✿〜
—Hey, Markus... ¿Alguna vez he salido con un hombre? —preguntó Vlad.El conductor empezó a reír.
—No mientras trabajo para usted... Uno de sus empleados en la empresa me preguntó una vez si entre usted y yo... ya sabe.
—¿Qué le dijiste?
—Ni siquiera me molesté en responderle, le enseñé mi pistola y ya no volvió a hablarme.
—Bien hecho. Quizás yo debería llevar una pistola también.
—Ya hemos hablado de eso, amo Vlad. No es recomendable.
Por supuesto que no, las personas psicológicamente inestables no debían tener armas.
—Mientras estaba en la reunión, estuve recordando algo, de esa ocasión en que estuve en el campamento de los hippies. Está en la carpeta.
—Sí, me lo ha comentado.
La adicción a la marihuana fue difícil de superar, eso le había dicho. Su rechazo a todo tipo de sustancias químicas estaba ligado a dicha experiencia.
—En ese lugar eran habituales las orgías, eran unos promiscuos desvergonzados. Creo que me involucré con dos chicas allí, una morena y una rubia. No recuerdo sus rostros, sólo sus cabellos largos. La morena era bastante alta... tenía unos brazos muy musculosos y su voz era...
—Amo, Vlad. ¿Cuál es nuestra regla primordial? —lo interrumpió.
—No me acuerdo.
—"Lo que pasa en las fugas se queda en las fugas". Ese no era usted y, gracias al cielo, olvidó todo aquello.
—Es de las cosas que no deseo recordar, pero me da curiosidad.
—Una de sus terapeutas le dijo una vez que, aunque pierda su memoria, usted no hará lo que normalmente no haría. Y normalmente usted no es homosexual.
Normalmente no lo era. Qué extraño se oía aquello ¿En qué momento se era normal? ¿Lo era ahora? ¿Lo había sido alguna vez? ¿Valía la pena preguntárselo?
—No sería un problema si lo fuera, ese no es el tema. Creo que ya lo soy por mayoría de votos.
Los dos hombres rieron.
—Lo que sería un problema es que se hiciera público que fui un adicto. Ese tipo de debilidad es repugnante.
—Nadie dirá nada, amo Vlad. Ese campamento se quemó hace tiempo. Fue durante una noche de fiesta y todos estaban demasiado ebrios y drogados como para escapar de las llamas. Fue una verdadera tragedia.
—Es bueno que me hayan encontrado antes.
Lo que Vlad no sabía era que el incendio ocurrió apenas tres días luego de que lo encontraran. Y que había sido provocado.
En la mansión Sarkov tuvo que hacerle frente una vez más a su sirvienta manos de hacha. La mujer, como una futbolista de cuarta, pateó su maletín y rompió un costoso florero. Tal vez había tenido un mal día. Si la deuda seguía creciendo, no se desharía de ella nunca.
Quizás ella lo hacía a propósito.
Fue a la piscina. Nada como un buen baño para relajarse y mantener ese cuerpo que él tenía en forma. No imaginaba mirarse un día y ser obeso.
"¡¿Qué me pasó, Markus?!"
"Una fuga, amo Vlad. Lo encontramos trabajando en una hamburguesería".
Siguió nadando, cada vez con más fuerza hasta que los músculos se le agarrotaron. Se acordó de Su. Ya deseaba que la siguiente sesión de masajes fuera pronto. Le pidió a la sirvienta un Martini y permaneció en el agua hasta que ella llegó. La mujer miraba el lugar con sus enormes ojos de cervatillo. Como pueblerina, debía parecerle toda una proeza de la arquitectura, con sus techos de cristal y estatuas griegas.
Samantha pensaba que nada tenía que envidiarles a las piscinas que había en el hotel Sepia. Dejó el Martini y permaneció allí por petición de su jefe.
Ahora, los ojos de la mujer habían encontrado algo mucho mejor que ver, claro que sí. Y la desvergonzada ni siquiera disimulaba mientras se lo devoraba con la mirada. ¿Qué precio tendrían las miradas lascivas? Tal vez debía consultarlo con sus abogados.
Sin embargo, debía reconocer que esas miraditas hambrientas se sentían mucho mejor viniendo de ella que de Iván Petrov, claro que sí. Definitivamente no era homosexual, eso lo confirmaba.
El Martini estaba frío y delicioso. Al fin algo hacía bien.
—Te enviaré mi itinerario de la próxima semana. Sabes lo importante que es la puntualidad y lo valioso que es mi tiempo, así que no me hagas perderlo —le dijo.
Ella recibió el documento.
—Lárgate, ya no te necesitaré hasta mañana.
—Qué tenga buenas noches, señor —le dijo antes de irse.
Señor. La imagen de su padre sonriéndole siniestramente apareció en su cabeza. Él era el señor Sarkov. Vlad era Vlad, pero no para cualquiera. No para ella que muy probablemente tramaba algo en su contra. Quizás ya era momento de que las pruebas aumentaran de nivel.
Samantha abrazó a Ingen, dándole ánimos para su primer día de vuelta a clases. La escuela era un infierno creado para torturar a los niños, eso pensaba él. Inhaló el aroma del cabello de la mujer, que era su refugio. Y fue feliz hasta que su decrépito hermano lo obligó a separarse de ella. Si había algo peor que la escuela eso era ver a su hermano enojado.Su hermano cambiaba. No de humor, como la mayoría de la gente, sino de personalidad. A veces era un simple gruñón y otras un loco psicópata, él lo sabía muy bien y sabía que sus padres también sabían, pero nadie hacía nada.Todos le temían.A veces torturaba mujeres. Había torturado a su niñera Antonella."¡Ay, Vlad, no me castigues!... ¡Me vas a matar con eso!", gritaba ella en el interior de
Luego de una inútil resistencia que Vlad no se tragaba y de una fingida indignación, la sirvienta estafadora y mal hablada, que inventaba calumnias sobre la salud de su trasero, había aceptado dormir con él.Esa sería la carnada. Si los planes de la mujer eran seducirlo para obtener algún tipo de beneficio económico, ahora empezaría a jugar sus cartas y a mostrar su verdadero rostro. Lo mismo ocurriría si se trataba de una espía de su madre. Esta última era la opción más plausible, no creía que se tratara de una estafadora como Antonella. Le bastaba con mirarla para saber que no era muy lista. Un títere, eso era, una serpiente adiestrada por su madre, para engatusarlo quizás, para vigilarlo y mantenerlo tranquilo como a Ingen. Perfecto, dos pájaros de un tiro. No sabían con quién estaban tratando. Esa mujercita embustera recibiría una cucharada de su propia medicina, se intoxicaría con su propio veneno. Aguantando la repulsión que le causaba, le rodeó la cintura, creyendo que pasaría
Vlad se acomodó en la silla de su oficina. Giró la cabeza hacia la izquierda. Sintió un tirón en el cuello. La giró hacia la derecha y no alcanzó a llegar con su mentón hasta el hombro. Le había estado doliendo desde la mañana. No había vuelto a usar a la sirvienta como muñeco de felpa y las pesadillas no lo dejaban descansar como debía. Se suponía que usaba una almohada ergonómica, viscoelástica, tecnología de punta creada en la NASA.Se suponía que era un adulto y seguía teniendo pesadillas como si fuera un niño.Se suponía que estaba haciendo todo lo posible por descubrir quién estaba detrás de la muerte de su hermano y de todas las mujeres de su vida, eso debería darle paz.—¿Le ocurre algo, amo Vlad? —preguntó Elisa.Recogía unas carpetas del escritorio.—Tengo dolor en el cuello, mi masajista se encargará.—Por supuesto —dijo ella, con su seriedad habitual.Estaba sonriendo cuando dejó la oficina. Una sonrisa siniestra y victoriosa.—¿Parece que hoy estás feliz, Elisa? —le pregun
Sí, Sam era una persona optimista, el optimismo era un pilar fundamental en su vida. Ver el lado positivo, no cegarse a lo malo sino valorar lo bueno, las enseñanzas de la vida, el aprendizaje continuo para ser una mejor persona, pero ¿Qué enseñanzas quería darle la vida al tener que compartir la cama con su jefe? El tirano le había enviado un mensaje anunciándole que dormirían juntos. ¿Cuál era el sentido de decírselo a las diez de la mañana? Arruinarle el día, por supuesto. Volverla loca, claro que sí. Tenerla todo el día pensando en él, eso pretendía Vlad, sonriendo en su trono en empresas Sarkov. Ya más relajado con la nueva masajista, debía retomar el plan de descubrir qué tramaba la sirvienta. Le daría una carnada más. —Está muy salado —le dijo a Sam la maestra de cocina que su jefe había contratado para seguir volviéndola loca. —¡Pero le puse lo que decía la receta! Decía una pizca, ¿Cuánto era una pizca? El mundo era civilizado, la gente ya conocía los gramos y existían la
—Amo, a las nueve treinta tiene usted programado un juego de golf. Le prepararé el desayuno rápido para que llegue a tiempo. Vlad seguía en la cama luego del ataque nocturno que había sufrido por parte de su sirvienta delincuente, cuyo prontuario no dejaba de crecer. Y se volvía cada vez más oscuro. —Cancélalo, no estoy de humor. Ella se lo quedó mirando con esa expresión de pobreza sináptica que tenía a veces. Vlad le tendió su teléfono. —Llámalo y cancélalo. Dile que no estoy de humor.Ella hizo lo ordenado.En el campo de golf, Evan golpeó la mesa. —Ese infame. Avisarme a última hora, ya estoy acá. Ni siquiera se molesta en inventar una mejor excusa. ¿Está ahí?—Dile que no quiero hablar con él —le dijo Vlad a Sam. Ella volvió a obedecer. No iba a gastar energías en cuestionar al tirano. —¿Ah, sí? Dile que se joda —reclamó Evan. Sam miró a su jefe, tan tranquilo y sonriente viéndola hacer el trabajo sucio por él. Cubrió el micrófono del teléfono. —Evan dice: "Que se joda,
—¿Entonces no era gay? —Debe ser una tapadera. —Tal vez la novia sea trans. Desde temprano en la mañana, los chismes se esparcían como una plaga en empresas Sarkov. Anya le había pedido el día anterior a su asistente que agendara una hora en el registro civil. El hombre tenía amoríos con Estela, de recursos humanos, que era muy amiga de Andrés, que trabajaba en la división de Vlad y allí la bomba estalló. —¿Tú sabías, Elisa? —La vida privada del jefe no es de mi incumbencia —dijo ella, clasificando unos documentos en su escritorio. Debía llevárselos a Vlad para que los firmara. Tomó asiento en el escritorio del costado mientras él los revisaba. Una llamada entró, Vlad puso el altavoz. —Vlad, querido ¿De qué sabor quieres que sea tu pastel de bodas?—No me gusta el pastel, escógelo tú. —Por supuesto ¿Ya te tomaste las medidas para el traje? —Tengo trabajo, lo haré más tarde. —No vayas a reunirte con Mary Anne, recuerda que es de mala suerte estar con la novia antes de la bod
—Tomken, querido ¿Cuándo volverás? Temprano en la mañana, Anya había recibido una llamada de su esposo. —En unos días ¿Todo bien por allá? —Han pasado algunas cosas, lo hablaremos cuando regreses. —¿Tragos para uno? —le preguntó el garzón a Tomken. El hombre se apresuró a cubrir el micrófono del teléfono. —Para dos —dijo él—. Querida, nos vemos pronto. Dale mis saludos a los chicos. Alguien se sentó en la tumbona junto a la suya. El día estaba maravilloso, perfecto para pasarlo frente al mar. —¿Hablabas con mamá? —Sí. Volveré a casa cuando acabe tu gira. Los tragos llegaron y ambos bebieron, viendo el ir y venir de las olas. A Tomken no le gustaba mucho el mar, al menos no desde la playa. El agua no avanzaba, no como en los ríos. El mar estaba siempre allí, amenazando con llegar hasta ti, pero arrepintiéndose antes de alcanzarte. Él prefería mirar a su hijo. —Ojalá y un día Vlad pudiera estar aquí, bebiendo con nosotros. —Eso jamás pasará mientras siga siendo un imbécil. S
—Debo saber qué ha causado la crisis de Vlad esta vez —dijo Anya en su despacho. —Ha sido una mujer —aseguró Igor. Ya se imaginaba ella quién sería la responsable. —No me lo digas, ha sido Samantha. Igor era un mayordomo excelente. Había ido a una escuela para mayordomos. También había vivido una temporada en oriente, donde se instruyó en diversas disciplinas. Cuando él realizaba la ceremonia del té a la usanza japonesa para Anya y sus amigas, nadie imaginaba que también dominaba, con igual perfección, el arte de los ninjas. Podía desplazarse por donde le daba la gana sin ser visto, podía oír más allá de lo audible y ver más allá de lo evidente. —No, señora. Creo que ha sido la masajista —corrigió él. —¿Su? Creí que ya nos habíamos encargado de ella. Claro que se habían encargado. O lo habían intentado al menos. Notando la dependencia de Vlad hacia la mujer, el mismo Igor había ido a decirle que tomara distancia. Le habían pagado una compensación por las molestias. Esperaban que