De esta manera, el hospital pronto se levantaba ante ellos, y Hellen supo que estaba lista para enfrentar el próximo capítulo de su vida, con Hadriel a su lado. Aunque fuera de manera artificial o sin que él sintiera nada por ella. Era consciente de que él le había hecho la propuesta solo para ayudarla y para darle una última alegría a su padre antes de partir. Él era tan lindo con ella, tan atento y servicial que su acto de conveniencia a veces se sentía genuino y real. Sin embargo, no lo era. Él era un caballero que había decidido salvarla en una situación de mucha vergüenza al desconocer la identidad del papá de sus gemelos. Si tan solo lo hubiera conocido antes, estaba segura de que de igual manera se enamoraría de él, aunque fuera un amor imposible al ser un poderoso heredero de un conglomerado. Eran como el príncipe y la Cenicienta en la vida real. Era bastante curioso la analogía.El corazón de Hadriel latía con fuerza mientras ayudaba a Hellen a levantarse. Aunque había sido p
Hellen fue llevada a la sala de parto con el corazón latiendo a un ritmo acelerado, con una mezcla de nerviosismo y emoción invadiendo su ser. Sabía que este era el momento que lo cambiaría todo. Al recostarse en la camilla, la blancura de la sala y el brillo de las luces sobre ella le daban una sensación de irrealidad, como si estuviera flotando en una dimensión paralela. Los médicos y enfermeras se movían a su alrededor con profesionalismo, preparando todo para la cesárea programada. La atmósfera era de calma y control, pero dentro de Hellen, las emociones eran como una tormenta que no podía contener.Cuando la anestesia comenzó a hacer efecto, sintió un frío recorrer su cuerpo, un entumecimiento que comenzó en su abdomen y se extendió hacia sus piernas. Mientras su cuerpo se iba desconectando del dolor, su mente se llenó de pensamientos, recuerdos que se arremolinaban en un caleidoscopio de imágenes y sensaciones.Primero rememoró su niñez, los días felices de juegos y risas, el am
Los médicos los limpiaron con rapidez y cuidado, pesándolos y vistiéndolos con la ropa que Hadriel había preparado con tanto esmero. Hellen, aunque aún estaba en la camilla, con el cuerpo adormecido, no pudo evitar que su corazón se desbordara de amor al ver a sus hijos por primera vez. Su respiración se volvió más profunda, intentando absorber la realidad de lo que acababa de suceder.Al colocarle los dos bebés en sus brazos, Hellen sintió una oleada de emociones tan intensa que apenas podía contenerlas. Sus cuerpos pequeños y cálidos descansaban contra su pecho, sus manitas diminutas se movían con una torpeza encantadora, y sus ojos cerrados, aun adaptándose a la luz del mundo, eran la visión más perfecta que había presenciado.Miró a cada uno de sus hijos, con lágrimas en los ojos. Sus pieles rosadas, sus caritas suaves y redondeadas, eran un reflejo de la pureza y la inocencia que ahora formaban parte de su vida. Los bebés parecían tan frágiles, tan dependientes de ella, y eso des
Al escuchar las palabras de la secretaria, Hellen sintió un nudo formarse en su garganta. El ambiente de felicidad y ternura que llenaba la sala se tiñó de una tristeza repentina y abrumadora. Aunque estaba agotada, tanto física como emocionalmente, pudo percibir la urgencia y el dolor en la voz de la secretaria.—Ve —dijo ella.Las palabras salieron de su boca casi en un susurro, pero con toda la fuerza de su convicción. Sabía lo importante que era este momento para Hadriel y para su padre, y también lo crucial que había sido ese acuerdo entre ellos: que Harvey pudiera ver a sus nietos antes de partir. Aunque su propia necesidad de tener a Hadriel a su lado era intensa, comprendió que había algo más grande en juego.Su mirada se encontró con la de Hadriel, y en esos segundos, vio reflejada la misma mezcla de emociones que ella sentía: el amor por sus recién nacidos, la alegría de su llegada, y ahora, la angustia y el dolor por su padre. Su corazón se encogió al ver cómo el rostro de
Al ver a Hadriel entrar nuevamente en la sala, Hellen sintió que su corazón se detenía por un segundo. Había esperado, contando los minutos con ansiedad y preocupación, temiendo lo peor. Al escuchar su nombre susurrado con tanta ternura por Hadriel, su alma se estremeció. Su mirada buscó en la de él alguna señal, alguna pista de lo que había sucedido, y en ese instante, pudo ver el inmenso peso que cargaba en su interior.Cuando Hadriel habló, su voz temblorosa y quebrada rompió el frágil silencio que había entre ellos. Hellen sintió un nudo formarse en su garganta, una mezcla de alivio y dolor que la abrumaba. Sus bebés estaban bien, sí, pero algo en la expresión de Hadriel le decía que el precio de ese bienestar había sido alto.Las emociones de Hellen chocaban unas con otras: la alegría de saber que sus hijos estaban a salvo, el dolor por lo que Hadriel acababa de enfrentar, y la impotencia de no poder aliviar su sufrimiento. Quería abrazarlo, sostenerlo, decirle que todo estaría b
Hadriel recordaba las últimas palabras de su padre, el peso de su mano en la suya, la mirada fatigada pero llena de amor. Ese hombre, que siempre había sido una roca inquebrantable en su vida, ahora se había ido, se sentía desamparado, como si una parte de sí mismo hubiera muerto también en ese momento. El dolor era insoportable, pero no podía permitirse colapsar por completo, no con Hellen y los gemelos tan cerca.Se obligó a alzar la mirada hacia ellos, hacia esos pequeños seres que representaban el futuro, su futuro. Era un contraste cruel: mientras una vida se apagaba, otros dos comenzaban a brillar con fuerza. Su corazón, aunque roto, se aferraba a esa esperanza, al amor que sentía por sus hijos ya la necesidad de ser fuerte por ellos. Pero en ese instante, todo lo que podía hacer era llorar, permitiéndose, por una vez, ser vulnerable frente a Hellen.La realidad era abrumadora: su padre ya no estaba, y esa pérdida lo golpeaba con la fuerza de una ola implacable, arrastrándolo ha
El sacerdote hizo una pausa, permitiendo que sus palabras calaran en los corazones de los presentes.—Aunque el dolor de la pérdida es profundo, debemos recordar que Harvey vivió plenamente, y que su espíritu ahora descansa en paz. Que su memoria sea un faro de luz en los momentos de oscuridad, y que su ejemplo continúe guiando a su familia ya todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo.A medida que el sacerdote pronunciaba estas palabras, el ataque comenzó a descender lentamente en la tumba. El sonido del mecanismo que bajaba el ataque resonaba con un eco sordo, como un último adiós al hombre que tanto significaba para ellos. Las primeras paladas de tierra cayeron sobre la tapa de madera, y el sonido seco hizo que Hellen se estremeciera, abrazando más fuerte al pequeño en sus brazos. Hadriel, inexpresivo pero con una pena visible en sus ojos, miraba fijamente el ataque de su padre, sintiendo un vacío profundo en su interior.El cielo parecía llorar junto a ellos, amenazando co
Hadriel la miró, y aunque su expresión seguía siendo controlada, sus ojos reflejaban un alivio genuino. Sin decir una palabra, se acercó a Hellen y la envolvió en un abrazo, siendo este uno de esos raros momentos en los que dejaba que sus emociones se mostraran, aunque fuera en silencio.—Eso es maravilloso, Hellen —dijo en un tono bajo, pero lleno de sinceridad—. Sabía que lo lograría.Los dos dejaron a los bebés en las cunas y se dieron un fuerte abrazo, en el cada uno pudo sentirse en paz y en tranquilidad.El ambiente en la casa cambió casi de inmediato. La noticia de la remisión de Dahlia fue como una ráfaga de aire fresco que barrió con la tristeza que había pesado sobre ellos durante tanto tiempo. Hellen sentía que podía respirar de nuevo, sin la constante preocupación por la salud de su madre nublando cada momento de felicidad.Cuando los médicos le dieron la noticia de que su madre había vencido al cáncer, Hellen sintió una oleada de alivio y gratitud tan intensa que casi no