92. El dolor

Al ver a Hadriel entrar nuevamente en la sala, Hellen sintió que su corazón se detenía por un segundo. Había esperado, contando los minutos con ansiedad y preocupación, temiendo lo peor. Al escuchar su nombre susurrado con tanta ternura por Hadriel, su alma se estremeció. Su mirada buscó en la de él alguna señal, alguna pista de lo que había sucedido, y en ese instante, pudo ver el inmenso peso que cargaba en su interior.

Cuando Hadriel habló, su voz temblorosa y quebrada rompió el frágil silencio que había entre ellos. Hellen sintió un nudo formarse en su garganta, una mezcla de alivio y dolor que la abrumaba. Sus bebés estaban bien, sí, pero algo en la expresión de Hadriel le decía que el precio de ese bienestar había sido alto.

Las emociones de Hellen chocaban unas con otras: la alegría de saber que sus hijos estaban a salvo, el dolor por lo que Hadriel acababa de enfrentar, y la impotencia de no poder aliviar su sufrimiento. Quería abrazarlo, sostenerlo, decirle que todo estaría b
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